La Filosof¨ªa y sus facultades
La materia sobrevivir¨¢ a las condiciones a las que su complejo de inferioridad y, sobre todo, sus defensores la han conducido
Si ¡°todos los hombres aspiran por naturaleza al saber¡±, como Arist¨®teles afirma al principio de su Metaf¨ªsica, presumo que afortunadamente la Filosof¨ªa -extra?a ciencia- sobrevivir¨¢ a su organizaci¨®n acad¨¦mica. Incluso habr¨ªa que imaginar si fuera de esa organizaci¨®n no tendr¨ªa mejor vida, si no tan prol¨ªfica (por lo mucho que se publica), s¨ª m¨¢s libre y acertada. Despu¨¦s de todo, la integraci¨®n de la filosof¨ªa en facultades es bastante reciente, por m¨¢s que hoy parezca su estado natural. De hecho, muchos de nuestra generaci¨®n no se formaron en una ¡°facultad de Filosof¨ªa¡± sino en una de ¡°Filosof¨ªa y Letras¡± o incluso de ¡°Filosof¨ªa, Psicolog¨ªa y Ciencias de la Educaci¨®n¡±.
Fuera de la opaca disposici¨®n ministerial, desconozco la raz¨®n de tales vinculaciones, en el segundo caso quiz¨¢ m¨¢s motivada por la aspiraci¨®n al poder (de la Pedagog¨ªa) que al saber (de la Filosof¨ªa). Porque, bien pensado, ?qu¨¦ tiene que ver la Filosof¨ªa con la Psicolog¨ªa, con la Pedagog¨ªa o incluso, si vamos al fondo del asunto, con las Letras? Ya que en su momento se volvi¨® necesidad organizar institucional y administrativamente los saberes, ?no hubiera gozado nuestra extra?a ciencia de mejor fortuna en una facultad de ¡°Filosof¨ªa y Ciencias¡±? Seguro que su destino hubiera sido, adem¨¢s de influyente, m¨¢s abierto y decisivo. Pero no por la falta de importancia de las llamadas ¡°Letras¡±, sino por su actual declive, ligado a su aparente improductividad frente a una emergencia industrial indisociable de las ciencias que la alimentaban. Definitivamente, la F¨ªsica (mec¨¢nica, at¨®mica) se volvi¨® modelo te¨®rico y metodol¨®gico de las llamadas ¡°ciencias duras¡±, al parecer las ¨²nicas relevantes para el sost¨¦n de las sociedades complejas.
De hecho, esos saberes comenzaron a llamarse ¡°ciencias¡±, y a separarse de la Filosof¨ªa, porque esta ¨²ltima dej¨® de tener propiamente un contenido que la ligara a la realidad emp¨ªrica. Su ¨²nico reducto exitoso qued¨® reducido a su condici¨®n formal, de ah¨ª su supervivencia en la l¨®gica, la metodolog¨ªa y el an¨¢lisis del lenguaje. Comienza as¨ª el ocaso de la filosof¨ªa refugiada en las humanidades, reconvertidas a su vez, en el marco de la nueva sociedad burguesa, en la mera administraci¨®n de una tradici¨®n (hist¨®rica, literaria y art¨ªstica) en el fondo irrelevante fuera de su papel como entretenimiento dentro de la industria cultural.
Fue una pena, ciertamente, que los estudiantes de las nuevas ciencias y tecnolog¨ªas se volvieran analfabetos filos¨®ficos, porque eso les hurt¨® una comprensi¨®n m¨¢s adecuada de sus respectivas investigaciones, cualesquiera que fueran. Rec¨ªprocamente, mayor pena fue que los estudiantes de Filosof¨ªa se quedaran sin conocer ninguna de esas ciencias; es decir, que se quedaran sin saber nada de nada. Pero tampoco hay que escandalizarse por esta doble ¡°p¨¦rdida¡±, en cierto modo inevitable una vez que las ciencias se volvieron aut¨®nomas, sin necesitar ya la reflexi¨®n que las aup¨® a su posici¨®n de dominio.
Las ciencias se volvieron aut¨®nomas, sin necesitar ya la reflexi¨®n que las aup¨® a su posici¨®n de dominio
Ninguna decisi¨®n administrativa hubiera podido reparar un horizonte que superaba con mucho lo que cualquier plan de estudios hubiera pretendido corregir, incluso bajo sus mejores intenciones: la retirada del saber (ligado a la reflexi¨®n) se hab¨ªa hecho inevitable para que pudieran triunfar las ciencias. Pero tampoco nos enga?emos respecto a las reivindicadas ¡°bondades¡± de la Filosof¨ªa, pues su se?al de identidad m¨¢s visible, que es el conocimiento ¡°reflexivo¡±, no hubiera inhibido el camino de la investigaci¨®n que llev¨® a desarrollar la bomba at¨®mica ni tampoco frenado la decisi¨®n de lanzarla, como tampoco hubiera impedido el establecimiento de reg¨ªmenes totalitarios.
Definitivamente, el estudio de la Filosof¨ªa no nos hace m¨¢s ¡°buenos¡± ni tampoco nos ¡°ense?a a pensar¡±, como argumentan de modo mostrenco muchos de sus defensores, a quienes habr¨ªa que recordarles que dif¨ªcilmente podr¨ªa iniciar su estudio alguien que no supiera ya pensar. Ciertamente, la Filosof¨ªa no produce esas virtudes, ni su estudio nos hace autom¨¢ticamente fil¨®sofos. Pero entonces, ?qu¨¦ nos ense?a, si es que nos ense?a algo m¨¢s all¨¢ de eso tan dif¨ªcil de identificar como la reflexi¨®n?
Antes de contestar tan decisiva pregunta, puesto que imposible resulta su respuesta, toda vez que quiz¨¢ ocurra que no nos ense?e nada (la reflexi¨®n no es nada, sino la distancia respecto a su objeto de estudio), perm¨ªtasenos afrontar un asunto m¨¢s accesible: la vinculaci¨®n de los estudios de Filosof¨ªa a las ciencias habr¨ªa tenido una ventaja decisiva: que la Filosof¨ªa no se enroscara sobre s¨ª misma y sus estudiantes conocieran al menos otros saberes, desde la F¨ªsica y la Biolog¨ªa a la Ling¨¹¨ªstica, la Historia o incluso el Arte, y no se volvieran a su vez analfabetos en todo, incluso en Filosof¨ªa, pues, ?c¨®mo se puede estudiar esta ¨²ltima desconociendo los elementos imprescindibles para su puesta en marcha, las lenguas en las que fue escrita y los temas a los que ineludiblemente dedic¨® su atenci¨®n? ?De qu¨¦ pobreza, en fin, se ti?¨® la Filosof¨ªa cuando se enclaustr¨® en sus ¡°facultades¡± sin la habilidad (facultad) para entender qu¨¦ se jugaba de verdad en aquello de lo que ¨¦sta habl¨® durante siglos: el espacio, el tiempo, la pol¨ªtica, la lengua, la sociedad, la econom¨ªa, la cosmolog¨ªa?
Pongamos las cosas en su lugar antes de escandalizarnos porque desparezca el t¨ªtulo ¡°Facultad de Filosof¨ªa¡±, que no la Filosof¨ªa, de una determinada instituci¨®n como la universidad, algo de lo que ciertamente no me alegro en absoluto, porque sus motivaciones no guardan relaci¨®n alguna con el fondo del asunto. Pero aunque no podamos alegrarnos, seamos honestos: ?es ese hoy el verdadero problema de la filosof¨ªa o no reside, en cambio, en algo fatal, y mucho m¨¢s dif¨ªcil de solucionar por procedimientos administrativos, a saber, que pocos se encuentran dispuestos a ¡°leer¡± en serio una obra de filosof¨ªa porque ni se est¨¢ dispuesto a invertir sin contrapartida social un largu¨ªsimo tiempo en ello ni se est¨¢ facultado t¨¦cnicamente para hacerlo? ?Acaso los estudiantes de Filosof¨ªa disponen de los instrumentos imprescindibles para leer esas obras y de los conocimientos para descubrir qu¨¦ y c¨®mo pensar hoy? ?Qu¨¦ propuesta puede proceder de una escol¨¢stica vac¨ªa que ni siquiera incluye en sus planes de estudio las lenguas en las que se escribi¨® el texto filos¨®fico, aspecto tan decisivo para su interpretaci¨®n?
El estudio de la Filosof¨ªa no nos hace m¨¢s ¡°buenos¡± ni tampoco nos ¡°ense?a a pensar¡±, como argumentan de modo mostrenco muchos de sus defensores
Al igual que los estudiantes de Ingenier¨ªa, F¨ªsicas o Econ¨®micas tienen que conocer y dominar las matem¨¢ticas correspondientes para construir un puente, reconocer qu¨¦ pasa en un acelerador de part¨ªculas o simplemente hacer la auditoria de una empresa, tambi¨¦n los estudiantes de Filosof¨ªa, incluso restringidos al mundo de las letras (qu¨¦ le vamos a hacer, extender la filosof¨ªa, al menos en nuestro pa¨ªs, al reino de las ciencias, ser¨ªa tarea divina), har¨ªan muy bien estudiando simult¨¢neamente Filolog¨ªa cl¨¢sica o moderna, Historia antigua, Historia moderna y contempor¨¢nea, Ciencias humanas y sociales, L¨®gica, pero tambi¨¦n, rebel¨¢ndose as¨ª contra el sistema administrativo, estudiando Matem¨¢ticas, Geolog¨ªa o cualquier otra ciencia.
Seguramente ah¨ª se encontrar¨ªa una leve esperanza de salvaci¨®n, que desde luego tampoco vendr¨¢ de la mera reorganizaci¨®n facultativa programada, la cual de seguro no obedece a los argumentos expuestos. Porque la verdadera pregunta que deber¨ªan hacerse hoy los profesionales de la filosof¨ªa es si, de seguir desconectada de cualquier otro estudio, la filosof¨ªa no se perder¨¢ definitivamente en esa complacencia narcisista de su propio aislamiento, entendido como una heroicidad, y por ende, en el reconocimiento de s¨ª misma como la ¡°reina de todas las ciencias¡±, la ¨²nica que no tiene que rendir cuentas ante nadie. Los que luchamos por la filosof¨ªa tampoco deber¨ªamos enga?arnos con la falacia de que sin ella el mundo se precipitar¨ªa hacia la barbarie, ni con la ilusi¨®n de que pueda transformarlo. Quiz¨¢ deber¨ªamos conformarnos con que su estudio ayudara a interpretarlo, aparentemente resultado menor, pero si cabe de m¨¢s largo alcance.
Pero que no cunda el p¨¢nico: la filosof¨ªa sobrevivir¨¢ a las condiciones a las que su complejo de inferioridad y, sobre todo, sus defensores la han conducido. Ciertamente el juego ya se juega en otra parte. A ver si adivinamos en cu¨¢l.
En todo caso siempre habr¨¢ que distinguir entre la ¡°facultad de Filosof¨ªa¡± y las facultades de la filosof¨ªa.
Arturo Leyte es fil¨®sofo, ensayista y traductor de Heidegger y Schelling.
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