Queridos hermanos
HACE POCO, un amigo m¨ªo muy querido, Carlos Sebasti¨¢n, me vio hablando con el mayor, Javier, y le llam¨® la atenci¨®n que lo hici¨¦ramos con las manos entrelazadas. Me dijo que envidiaba unas relaciones as¨ª entre hermanos, tan afectivas y confiadas.
En esos d¨ªas pas¨¦ adem¨¢s por Guadalix, que celebraba sus fiestas, y ol¨ª a toros. Como sab¨¦is, porque hemos sido criados todos los septiembres de nuestra infancia y adolescencia en medio de ese olor en las fiestas de Navalcarnero, tienen un aroma muy peculiar.
Con ese olor a toros, a tierra mojada y a multitud, la adrenalina se me vuelve a disparar. All¨¢ donde lo encuentre, me vuelven las ganas de saltar la valla y sentir miedo por todo el cuerpo.
La primera vez que lo hice tuve que vencer no solo el miedo, sino sobre todo la expectaci¨®n despertada entre vosotros, nuestros padres y los vecinos: iba a correr los toros por primera vez, como hab¨ªan hecho antes los mayores. Era un acontecimiento y yo realmente estaba aterrado. Javier, Jose, me dabais consejos, y las hermanas me dec¨ªais que no era obligatorio correr, que nadie iba a pensar que yo era un gallina por eso. Nuestros padres fing¨ªan que su desautorizaci¨®n era absoluta, pero todo eso significaba que ser¨ªa una gran decepci¨®n si no me echaba a la calle delante de aquellos bichos de 400 kilos, que volaban m¨¢s que corr¨ªan.
Despu¨¦s de una noche sin dormir super¨¦ la prueba, supongo que m¨¢s mal que bien, y desde luego sin destacar entre los corredores. Hab¨ªa tantos que celebr¨¦ como un loco que una de vosotras me hubiera visto. Con un testigo val¨ªa para no tener que repetir la barbaridad.
Pas¨¦ tanto miedo que me jur¨¦ no hacerlo m¨¢s. Pero a los pocos d¨ªas reincid¨ªa en El ?lamo, en Sevilleja y en otros pueblos de los alrededores. En todo caso, hab¨ªa conseguido pasar la prueba, fundamental para ingresar en la vida adulta. Las hermanas me mirabais con admiraci¨®n trufada con el cari?o de siempre; mis padres, con normalidad, porque hab¨ªa hecho lo que se esperaba de m¨ª, y los hermanos mayores, con respeto, porque ya era como vosotros. Aunque yo sab¨ªa que vosotros erais m¨¢s valientes que yo, y que vosotras, Cristina, Isabel y Chini, estabais dispuestas a admitir cualquier cosa como prueba de valor.
De esta manera tan sencilla adquir¨ª los galones para enfrentarme a la vida. Y me encontr¨¦, al cabo de los a?os, chorreando adrenalina cada vez que ol¨ªa la mezcla que tan bien conoc¨¦is.
Por azares de la vida, Javier, como el que t¨² y yo hayamos escogido el mismo oficio, seguiste siendo el espejo en el que siempre me miraba para saber si llevaba un camino adecuado.
A ti, Javier, te he admirado siempre, por tu valor y tu independencia. Pero los dem¨¢s hab¨¦is seguido siendo un referente constante en mi vida. No solo ahora, cuando hab¨¦is acompa?ado mi enfermedad. Por ejemplo, a vosotras os debo mi forma de relacionarme con las mujeres, a las que no solo respeto, sino que, como mandaba nuestro padre, cuido cuando se dejan. Ellas, vosotras, hab¨¦is conseguido convertir mi machismo en algo benigno.
Yo, cuando huelo a toros, como el ictus, os cojo la mano. Y se la cojo a los amigos. Eso ya no tiene arreglo.
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