Perderlo todo
SI ESTOY en casa y no encuentro las gafas, cosa que sucede muy a menudo, lo primero que hago es ir al refrigerador y mirar dentro. La mitad de las veces aparecen ah¨ª, porque, cuando voy a sacar algo de la nevera y las llevo en la mano, las deposito distra¨ªda sobre la bandeja del electrodom¨¦stico para poder agarrar lo que anduviera buscando, y ya no me vuelvo a acordar de ellas. S¨ª, la clave del asunto es la distracci¨®n: voy pensando en las musara?as tan concentradamente que me muevo por la vida con el piloto autom¨¢tico y sin apenas consciencia de lo que hago. Es el comportamiento que la tradici¨®n atribuye al sabio despistado, aunque en mi caso m¨¢s bien se tratar¨ªa del profesor chiflado, porque por lo general no ando sumida en profundas y provechosas reflexiones, sino entretenida en tontunillas. Y as¨ª se me va la existencia, literalmente
Hoy me he puesto a pensar en la cantidad de cosas que pierdo cada d¨ªa. Porque lo pierdo todo. Digo dentro de casa, ya que en el exterior (es decir, p¨¦rdidas aut¨¦nticas) ocurre poco. O sea que en realidad se trata de extrav¨ªos moment¨¢neos, desesperantes juegos al escondite de las cosas. Las gafas, el m¨®vil, las llaves, el bolso. Pero tambi¨¦n: el cuaderno de notas, el importante n¨²mero de tel¨¦fono que acabo de apuntar en un papel, los pendientes que me quit¨¦ ayer, la camisa que he descolgado hace cinco minutos del armario y que ha debido de irse corriendo por s¨ª sola. O el taz¨®n con el que siempre desayuno. La semana pasada pas¨¦ media hora fren¨¦tica buscando esa taza hasta que la encontr¨¦ dentro del microondas: el d¨ªa anterior hab¨ªa puesto a calentar el caf¨¦ y olvid¨¦ tomarlo. Los objetos muestran una obcecada tendencia a evaporarse a mi alrededor, y creo que no ha habido un solo d¨ªa de mi existencia en el que no haya extraviado algo. Si sumara todos los minutos que he desperdiciado buscando cosas, probablemente llegar¨ªa a acumular un a?o de despilfarro. Un a?o de mi vida sin vivir.
S¨¦ que no soy ni mucho menos la ¨²nica persona a la que le sucede esto. Se me ocurre que, dentro de las muchas maneras en las que podemos clasificar a los humanos, una ser¨ªa dividirlos entre los seres meticulosos y precisos, por un lado, y los que tenemos las cabezas horadadas, por el otro. Agujeros mentales por los que silba el caos como un viento insidioso. Como es natural, esta propensi¨®n a perder las cosas suele estar unida a una falta de firmeza y claridad en la relaci¨®n con los objetos que nos rodean. Vamos, que somos bastante desordenados.
A saber cu¨¢l ser¨¢ la raz¨®n de tanto l¨ªo; tiempo atr¨¢s hubi¨¦ramos podido endilgarles la responsabilidad a los duendes dom¨¦sticos, criaturas m¨¢gicas de intenciones traviesas, lo cual resultaba m¨¢s consolador que las posibles explicaciones actuales, que hablan de neurotransmisores algo desbaratados y del famoso d¨¦ficit de atenci¨®n, ese s¨ªndrome de moda tan socorrido. Sea como fuere, arrastramos los desordenados nuestro desorden como el escarabajo pelotero arrastra su bola, y en ese trabajoso desvivir nos suceden cosas peculiares: por ejemplo, podemos mantener durante a?os un objeto claramente descolocado (un collar en una esquina del escritorio, un tintero en la encimera de la cocina), pero si un d¨ªa se nos ocurre guardarlo en el lugar apropiado, nunca m¨¢s lo volveremos a encontrar. El orden no forma parte de nuestro karma.
Cuando me desespero mucho, procuro acordarme de los personajes c¨¦lebres a los que les pasaba lo mismo. Son famosas las fotos del despacho de Einstein o del taller de Francis Bacon, por ejemplo. Unas leoneras tan cochambrosas que hasta a m¨ª me asustan. Hay estudios que sugieren que la gente creativa tiende a ser desordenada, y los psic¨®logos norteamericanos Vohs, Reddel y Rahinel llegaron a asegurar en un trabajo de 2013 que los entornos desor?denados fomentaban la creatividad. Todo esto resulta tranquilizador, y lo ser¨ªa a¨²n m¨¢s si consiguiera encontrar otra investigaci¨®n parecida que se public¨® har¨¢ cosa de un a?o y que guard¨¦ no s¨¦ d¨®nde: llevo veinte minutos buscando el recorte infructuosamente. Si es verdad que el caos est¨¢ relacionado con la creatividad, yo deber¨ªa ser capaz de escribir una obra maestra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.