Carta a Asunci¨®n
Nos da lecciones sin ser consciente ni pretenderlo, predica con el ejemplo sin saberlo, sin una brizna de soberbia
Tengo la inmensa suerte de trabajar junto a Asunci¨®n Balaguer. Para quien no la conozca (mal hac¨¦is, os perd¨¦is una joya), es la viuda de Paco Rabal. As¨ª se describe, as¨ª la ubica el mundo.
Cada semana me recibe con una sonrisa inmensa, a horas intempestivas, en maquillaje, o ataviada con su disfraz de Domi en plat¨®. Yo llego somnolienta y ojerosa, con la confusi¨®n colg¨¢ndome de la barbilla, y me encuentro de frente con la risue?a silueta de una actriz incansable de 90 a?os.
No hay d¨ªa en que haya escuchado una sola queja de su boca sabia. Jam¨¢s la he escuchado lamentarse del calor implacable de los focos y la interminable espera de pie, los cambios de ¨²ltima hora, los retomes, las dudas y los errores, los viajes a La Rioja (m¨¢s de cuatro horas en una furgoneta tan confortable como a una furgoneta le permite ser su mismidad). Jam¨¢s. Si se cansa, canta. Es deliciosa.
Salta con agilidad pasmosa de la silla cada vez que el ayudante del director brama ¡°?Motor!¡±, con un entusiasmo tan vivaz que es imposible no contagiarse. Nos mira con una ternura que nos desarma. Ama su profesi¨®n con la tenacidad suav¨ªsima del genio. Nos regala deslices hilarantes, y sigue pidiendo disculpas como si tuviese que hacerlo. Su respeto es casi hiriente. Yo le pedir¨ªa perd¨®n a ella por cada una de sus disculpas mil veces.
Tengo suerte de presenciar a una profesional lanzar cada r¨¦plica con un peso y una verdad inconmensurables. Cada vez que suelta una frase, 90 a?os de sapiencia y de afecto danzan a su alrededor creando una sinfon¨ªa incre¨ªble. Nos da lecciones sin ser consciente ni pretenderlo, predica con el ejemplo sin saberlo, sin una brizna de soberbia. Tengo la suerte inmensa de aprender cada d¨ªa que un d¨ªa no disfrutado es un d¨ªa perdido, con una honestidad que abofetea en la cara a cualquier libro de autoayuda. Con la contundencia de la verdad vivida. Esta es la manera que se me ocurre de agradec¨¦rselo, un poco cobarde, pero honesta a morir. Gracias, Asunci¨®n Balaguer, por la generosidad eterna de tu trabajo.
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