Las ni?as del Serengueti: cr¨®nica de un maltrato
La mitad de las mujeres de Tanzania ha sufrido violencia f¨ªsica o sexual. Algunas tribus practican la mutilaci¨®n genital y las obligan a casarse en edad muy temprana
Cuando sus padres decidieron que hab¨ªa llegado el momento de mutilarla, Musamba era una ni?a de 11 a?os. Musamba, entonces, no terminaba de entender en qu¨¦ consist¨ªa el ritual ni sus razones, pero escuchaba a los mayores y se sent¨ªa feliz, orgullosa.
¨DLas mujeres me explicaron que ser¨ªa una fiesta grande, y que mis amigas y yo ¨ªbamos a recibir muchos regalos y mucho dinero para comprar zapatos y vestidos.
El padre de Musamba gast¨® todos sus ahorros. Sus vecinos beb¨ªan y bailaban. En esos d¨ªas Musamba todav¨ªa no sab¨ªa que su vida ya estaba decidida. Se casar¨ªa temprano, tendr¨ªa muchos hijos, trabajar¨ªa muy duro. Y no exist¨ªan otros futuros posibles.
En muchos pa¨ªses de ?frica (30), Asia y Oriente Medio la mutilaci¨®n genital femenina ha marcado la entrada en la edad adulta de entre 100 y 150 millones de mujeres vivas. En Tanzania, existen 120 grupos ¨¦tnicos diferentes y al menos 20 practican este ritual. Seccionan los cl¨ªtoris de sus ni?as, dicen, para reducir su deseo sexual y convertirlas en esposas fieles. Hace tan solo unos d¨ªas, el Parlamento de la Uni¨®n Africana decidi¨® prohibirla para intentar acabar con esta pr¨¢ctica discriminatoria y ancestral.
"En Tanzania la mutilaci¨®n genital femenina es una infracci¨®n muy grave contra los derechos de las mujeres, pero no es la ¨²nica. La mutilaci¨®n es un ejemplo muy claro de la desigualdad y la violencia que sufrimos", dice Rhobi Samwelly.
Rhobi Samwelly es alta, enorme, con el pelo trenzado muy oscuro. Desde el a?o 2014 dirige la Safe House de Mugumu, en el distrito del Serengueti, un refugio para las ni?as que huyen de la mutilaci¨®n genital y otras formas de violencia.
A pesar de que la violencia de g¨¦nero es un fen¨®meno global ¨Duna de cada tres mujeres de todo el mundo, el 34% la han sufrido¨D, los mayores niveles de desigualdad entre hombres y mujeres se dan en el ?frica subsahariana, de acuerdo con la ONG ONE, N¨ªger, Somalia, Mal¨ª y la Rep¨²blica Centroafricana son los pa¨ªses m¨¢s desiguales.
"A veces nos encontramos con ni?as que han sido violadas por sus padres o por alg¨²n familiar. Muchas han recibido palizas brutales. Llegan a la Safe House con las caras inflamadas, o con hematomas en los ojos. Una de ellas ten¨ªa una herida de machete, muy profunda, en la pierna izquierda: su padre la atac¨® mientras intentaba escapar", detalla Samwelly.
La violencia de g¨¦nero est¨¢ generalizada: muchos tanzanos consideran que golpear a sus parejas, privarles de necesidades b¨¢sicas como ropa y alimentos, e insultar, gritar o amenazarles son "comportamientos aceptables" dentro del entorno dom¨¦stico. En el 2010, casi la mitad (el 45%) de las mujeres tanzanas de entre 15 y 49 a?os hab¨ªan sido golpeadas o hab¨ªan sufrido violencia sexual.
"S¨®lo ten¨ªamos capacidad para albergar a 40 ni?as. Pero el primer a?o aceptamos a 136. ?Puedes imagin¨¢rtelo? Las ni?as llegaban y nos ped¨ªan auxilio. No pod¨ªamos dejarlas solas". Rhobi y su equipo proporcionaron comida, educaci¨®n y apoyo psicol¨®gico a todas las ni?as. Recogieron sus datos y visitaron a sus familiares. Comenzaron una campa?a contra la violencia de g¨¦nero. Despu¨¦s de escucharles, la mayor¨ªa de los padres prometieron que no mutilar¨¢n ni pegar¨ªan a sus hijas; y firmaron en un documento oficial delante de la polic¨ªa.
Poco tiempo despu¨¦s de su mutilaci¨®n, los padres de Musamba la casaron con un hombre de 30 a?os. "Entonces ni siquiera ten¨ªa pechos. No sab¨ªa qu¨¦ significaba estar casada", recuerda.
Musamba estaba asustada. Intent¨® convencer a su mam¨¢; fue in¨²til. El hombre hab¨ªa entregado 11 vacas a sus padres y el acuerdo ya estaba cerrado. En casi toda ?frica, los hombres deben entregar dinero o animales a las familias de sus mujeres: el casamiento de una hija es una fuente de ingresos muy importante para los hogares pobres. Cuanta m¨¢s necesidad, mayor es la tentaci¨®n de casar a las ni?as y cobrar sus dotes.
El 20% de las mujeres de Tanzania han mantenido relaciones sexuales contra su voluntad. La mayor¨ªa fueron violadas por sus parejas o ex parejas
"La primera noche en la caba?a de mi marido la pas¨¦ llorando. No pod¨ªa parar de llorar. Al d¨ªa siguiente intent¨¦ escapar. Fui a la casa de mis padres y ellos me rechazaron. Mis hermanos mayores me pegaron muy fuerte y despu¨¦s me llevaron de vuelta", contin¨²a Musamba.
De acuerdo con el Fondo de Poblaci¨®n de Naciones Unidas, en 2010, el 37% de las mujeres de Tanzania de entre 20 y 24 a?os se hab¨ªan casado antes de cumplir los 18. Si las tasas actuales se mantienen, entre los a?os 2011 y 2020 m¨¢s de 140 millones de ni?as menores de 18 contraer¨¢n matrimonio en todo el mundo: 39.000 todos los d¨ªas.
Musamba dej¨® la escuela: deb¨ªa trabajar para su marido, para su suegra y para los hermanos de su marido. Musamba tra¨ªa agua, cuidaba el ganado, cultivaba, cocinaba.
"Pero lo peor eran las noches. Durante alg¨²n tiempo dorm¨ª en la habitaci¨®n de mi suegra. Cuando pasaron seis meses ella me dijo: 'lleva esta comida a tu marido'. Era muy tarde, pero yo ten¨ªa que obedecer. Si no, pod¨ªan pegarme. Cuando llegu¨¦ a la habitaci¨®n de mi marido, ¨¦l cerr¨® la puerta y tuvimos sexo: me viol¨®. S¨®lo sent¨ªa dolor. Fue mi primera vez".
¨D?Estabas enfadada con tus padres y con tus hermanos?
¨DS¨ª. Estaba muy enfadada. Cada vez que regresaba a casa, me pegaban. Yo quer¨ªa escapar, pero no ten¨ªa ad¨®nde ir. Y lloraba mucho.
Seg¨²n una encuesta del Gobierno, el 20% de las mujeres de Tanzania han mantenido relaciones sexuales contra su voluntad. La mayor¨ªa (el 69%) fueron violadas por sus parejas o ex parejas. S¨®lo el 3% fueron forzadas por desconocidos. En 2014, un equipo del BMC International Health and Human Rights realiz¨® un estudio en una zona rural en el sureste de Tanzania: casi todos los encuestados consideraron que una violaci¨®n es un delito inaceptable si se lleva a cabo por un desconocido. Pero si un hombre obliga a su mujer a mantener relaciones sexuales, dijeron, ¨¦stas no pueden considerarse actos ilegales, pues una mujer casada "deber¨ªa estar preparada para satisfacer los deseos sexuales de su marido en todo momento". "Cuando una mujer acepta el matrimonio da autoridad a su marido para utilizarla", se?alaron.
El gobierno de Tanzania prohibi¨® la mutilaci¨®n genital femenina en 1998. Desde entonces es un delito castigado con hasta 13 a?os de c¨¢rcel. Sin embargo, el porcentaje de mujeres mutiladas disminuye muy despacio ¨Dpas¨® del 18% en 1996 al 15% en 2010¨D. Y, seg¨²n Human Rights Watch, no est¨¢ claro si estas cifras pueden atribuirse a una reducci¨®n real de la pr¨¢ctica o a la ocultaci¨®n de la misma.
"Las mujeres que practican las mutilaciones reciben seis euros por cada ni?a. Y la mayor parte de este dinero termina en los bolsillos de los l¨ªderes de las comunidades. Ellos eligen las mujeres, eligen las fechas, todo. Lo hacen porque es un negocio muy rentable. E involucran a los polic¨ªas y a los pol¨ªticos locales. No existe una voluntad pol¨ªtica real para acabar con la mutilaci¨®n genital femenina y la violencia contra las mujeres", denuncia Rhobi Samwelly.
"El sistema judicial de Tanzania no protege a las mujeres", a?ade el abogado de la Safe House, Wambura Kisika. Las leyes son ambiguas o insuficientes. Por ejemplo, para iniciar una investigaci¨®n sobre una mutilaci¨®n, la v¨ªctima debe presentar primero una denuncia, y esto ocurre muy pocas veces.
En Mugumu y en los alrededores s¨®lo dos hombres entraron en la c¨¢rcel durante los ¨²ltimos dos a?os. "Muchas v¨ªctimas no denuncian los matrimonios forzados y los abusos sexuales porque no conocen sus derechos, porque no conf¨ªan en el sistema judicial o porque temen represalias. No existe una legislaci¨®n clara, la polic¨ªa act¨²a a menudo de forma negligente o discriminatoria contra las mujeres, y la corrupci¨®n est¨¢ generalizada", advierte HRW. La Ley para el matrimonio de Tanzania no reconoce la violaci¨®n conyugal como delito. Tampoco define qu¨¦ es un "castigo corporal" y excluye las formas de violencia no f¨ªsicas.
Su marido le gritaba, le pegaba a menudo. En una ocasi¨®n Musamba dej¨® abierta la cerca para el ganado y perdi¨® dos animales. El le rompi¨® un brazo
Musamba tuvo tres beb¨¦s; su marido le prohibi¨® ir a un hospital ¨Dprobablemente para que los m¨¦dicos no reparasen en las marcas de sus palizas¨D y dos de ellos nacieron en casa. "Ten¨ªa tanto miedo de su reacci¨®n que la ¨²ltima vez di a luz yo sola, en mi habitaci¨®n", explica ella. "No me ayud¨® nadie. ?l no supo nada hasta que regres¨® a casa".
Su marido le gritaba, le pegaba a menudo. En una ocasi¨®n Musamba dej¨® abierta la cerca para el ganado y perdi¨® dos animales; ¨¦l le rompi¨® un brazo. Aquella noche Musamba no pod¨ªa resistir el dolor; escap¨® y acudi¨® a un centro de salud. Los m¨¦dicos decidieron denunciar lo que hab¨ªa ocurrido y el marido de Musamba estuvo en la c¨¢rcel hasta que coste¨® su tratamiento.
Nada cambiaba. En esos d¨ªas, ¨¦l comenz¨® a pegarla con m¨¢s frecuencia, con m¨¢s fiereza. Una tarde Musamba recibi¨® una paliza tan fuerte que se desmay¨®. Despert¨® horas m¨¢s tarde en su habitaci¨®n: no pod¨ªa moverse, ni siquiera pod¨ªa hablar, y respiraba y ve¨ªa con dificultad. Hab¨ªa perdido varios dientes. Ten¨ªa el rostro tremendamente inflamado.
"Musamba denunci¨® a su marido en una comisar¨ªa", relata Wambura Kisika. La polic¨ªa la llev¨® hasta la Safe House y se qued¨® dentro alg¨²n tiempo. Ahora, nuestro equipo legal intenta ayudarla. Su marido est¨¢ en la c¨¢rcel pero podr¨ªa salir en cualquier momento. A pesar de las heridas de Musamba, el juez dice que no existen pruebas suficientes para procesar a su marido. Quiz¨¢s ni siquiera acepte su divorcio. Probablemente permanecer¨¢ en la c¨¢rcel nueve meses, pagar¨¢ una fianza y quedar¨¢ libre.
Musamba busc¨® trabajos para ganarse la vida: porte¨® materiales de construcci¨®n, recogi¨® tabaco; despu¨¦s alquil¨® una casa con sus ahorros.
¨D?C¨®mo imaginas tu vida dentro de cinco o seis a?os?
¨DMe gustar¨ªa conseguir un trabajo estable y ganar dinero para mis hijos. En cualquier caso, me gustar¨ªa seguir con ellos, y poder cuidarlos.
Musamba, ahora, tiene 21 a?os, el pelo corto, un vestido largo. En la habitaci¨®n hay una mesa de madera muy baja, dos sillas, el piso de tierra, paredes resquebrajadas. Musamba est¨¢ sentada en un taburete y acaricia a su hija m¨¢s peque?a: dos a?os, camisita con flores.
La madre dice que piensa mucho en los ¨²ltimos a?os.
¨D?Por qu¨¦ crees que suceden cosas as¨ª?
¨DPorque las mujeres todav¨ªa no tenemos derechos.
Encoge sus hombros, como quien no entiende por qu¨¦ tiene que explicar obviedades. Afuera, el calor es insoportable.
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