Cantando la que se nos viene encima
Los pinzones australianos transmiten a sus huevos las condiciones en que van a nacer, y ello mejora sus opciones en la vida
La gente se pregunta para qu¨¦ sirve cantar una nana. ?Le hace a su beb¨¦ sentirse mejor? ?Le prepara para un futuro confuso? No tenemos la menor evidencia de que haya algo as¨ª en el ser humano, pero la ec¨®loga australiana Mylene Mariette acaba de demostrarlo en una especie de aves. Y esos p¨¢jaros tienen mucho m¨¢s m¨¦rito a¨²n, porque transmiten la informaci¨®n sobre el entorno no ya a sus beb¨¦s, sino a sus meros huevos: a los embriones que todav¨ªa no han eclosionado, pero que ya tienen el suficiente cerebro para escuchar un mensaje vital.
O¨ªr lo que pasa ah¨ª fuera no es un privilegio de los adultos, ni de los nacidos. Basta tener algo parecido a una c¨®clea y un trozo de cerebro apto para extraer informaci¨®n del sonido, y los embriones de muchas especies animales poseen ambas cosas. Los zo¨®logos saben esto desde hace mucho, pero nunca han logrado demostrar que sirva para algo. Eso es lo que ha conseguido ahora Mariette en una especie australiana de ave, el pinz¨®n cebra (zebra finch), o diamante mandar¨ªn (Taeniopygia guttata para los amantes del lat¨ªn). Presenta sus resultados en Science.
Mariette, de la Universidad Deakin en Waurn Ponds, Australia, y su colaboradora Katherine Buchanan, demuestran que los padres pinzones les comunican a sus embriones ¨Ccantando, literalmente¡ª si las temperaturas habituales son excepcionalmente altas, lo que en su entorno significa superar los 26 grados. La se?al canora afecta al desarrollo de los embriones, de un modo que mejora su adaptaci¨®n, y su probabilidad de ¨¦xito vital y reproductivo. Tambi¨¦n sus preferencias t¨¦rmicas durante la vida adulta.
¡°La vida siempre encuentra su camino¡±, dec¨ªa el matem¨¢tico agorero de Parque Jur¨¢sico, y este cantar a los huevos del diamante mandar¨ªn revela una de las mil formas en que las especies se est¨¢n adaptando al cambio clim¨¢tico. Ellas no van a las cumbres del clima de Kioto o de Par¨ªs, pero tampoco lo necesitan: poseen una inteligencia evolutiva que lleva afin¨¢ndose 500 millones de a?os.
Las cient¨ªficas formularon la hip¨®tesis de que los cantos de los pinzones padres pod¨ªan ayudar a sus huevos a prevenirse para el entorno en el que iban a nacer, y dise?aron un experimento cr¨ªtico para confirmar o refutar su idea. Grabaron los ¡°cantos de incubaci¨®n¡± de 61 hembras y 61 machos recolectados del campo. Observaron que esos padres no se molestaban en cantar durante las fases iniciales de la incubaci¨®n ¨Ccuando el embri¨®n no tiene o¨ªdos ni cerebro auditivo¡ª, sino solo hacia el final del desarrollo del huevo, y solo si la temperatura superaba los 26 grados.
O¨ªr lo que pasa ah¨ª fuera no es un privilegio de los adultos, ni siquiera de los nacidos
Esto daba un indicio, pero la mera observaci¨®n de la naturaleza no suele ofrecer una prueba s¨®lida: para eso hay que manipularla, enga?arla y obtener unos datos que no tengan m¨¢s interpretaci¨®n que la hip¨®tesis inicial. Mariette y Buchanan recogieron huevos y los sometieron a las combinaciones posibles de cantos grabados previamente y temperaturas alcanzadas ¨Cesta vez¡ª artificialmente.
Los pinzonitos nacidos de un huevo que hab¨ªa escuchado la canci¨®n del calentamiento, por as¨ª llamarla, pesaban menos que los dem¨¢s. Su menor tama?o implica un menor estr¨¦s oxidativo sobre sus mol¨¦culas vitales, lo que al final mejora su supervivencia y su ¨¦xito reproductivo en ambientes calurosos.
Y el peso no lo es todo: los pinzonitos nacidos de huevos que hab¨ªan escuchado la canci¨®n del verano tienen unos h¨¢bitos adaptados al nuevo ambiente, como nidificar en zonas de alta temperatura, y transmiten esos h¨¢bitos a su descendencia, aunque las cient¨ªficas australianas no saben todav¨ªa c¨®mo. Puede que lo hagan cantando, o mediante la mucho m¨¢s rompedora tecnolog¨ªa de la epigen¨¦tica, por la que ciertos genes pueden quedar activos o inactivos durante generaciones, sin que ello suponga ning¨²n cambio de secuencia (gatacca¡).
Nada de esto implica que deba usted cantarle a su bombo, o al de su pareja. Y si lo hace, procure estudiar solfeo antes.
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