La naturaleza al l¨ªmite
M?S CALIENTE que las cavernas que esconden los cristales gigantes de Naica. M¨¢s irrespirable que los g¨¦iseres de Yellowstone o del Tat¨ªo. Pero en este desierto salado a 120 metros por debajo del nivel del mar, la Tierra ha sacado la mejor de sus paletas para crear un inimitable paisaje de formas minerales. Es el infierno del Dallol, en Etiop¨ªa.
En la superficie del continente africano, la geolog¨ªa est¨¢ escribiendo una enorme Y. Lo hace porque la corteza oce¨¢nica emerge a la superficie abriendo tit¨¢nicas grietas que se ensanchan a velocidades imperceptibles y que cuando se inundan se convierten en mares. Dos de esas grietas comenzaron a formarse hace 30 millones de a?os, y hoy son el mar Rojo y el golfo de Ad¨¦n. La tercera, el pie de la Y, comenz¨® algo antes, aunque puede que se aborte. Aun as¨ª, ya ha dejado una inmensa marca que sube desde Tanzania a trav¨¦s de Kenia y Etiop¨ªa. Es lo que se denomina el Valle del Rift (valle de la grieta). En el punto de uni¨®n de esas tres grietas se encuentra un desierto de sal, la llamada depresi¨®n del Danakil, una extensi¨®n de m¨¢s de 100 kil¨®metros cuadrados que a primera vista parece una interminable alfombra de sal, pero que esconde fascinantes fen¨®menos minerales y ¨Cquiz¨¢¨C tambi¨¦n las respuestas a preguntas cruciales sobre la naturaleza de la vida.
pulsa en la fotoFormaciones hidrotermales en lo m¨¢s alto del Dallo, una mezcla de agua caliente, magma y minerales. El aire huele a azufre y al amanecer la temperatura sobrepasa ya los 30 grados.Olivier Grunewald
En realidad, el Danakil no est¨¢ cubierto por una alfombra, sino por un manto de sal de dos kil¨®metros de espesor depositado durante las sucesivas ocasiones en que el mar Rojo ha invadido esta depresi¨®n en los ¨²ltimos 200.000 a?os. Bajo ese estrato salino existe un magma caliente que trata de alcanzar la superficie. El yacimiento de sal, pl¨¢stico e impermeable, aguanta las embestidas magm¨¢ticas, pero se quebr¨® finalmente dejando salir los l¨ªquidos, vapores y gases atrapados en su interior. Al cerro creado por el empuje del magma y moldeado por la mineralizaci¨®n se le conoce como el Dallol, un lugar que los afar, los pobladores de la regi¨®n, consideran la morada de un esp¨ªritu maligno.
Al Dallol se sube por una cuesta color chocolate. Al amanecer, la temperatura ya supera los 30 grados. El paisaje es ¨¢rido. No hay rastro de vida. El ambiente que se respira es inquietante, por el olor a azufre que percibes y por la presencia de los soldados et¨ªopes que nos escoltan en esta insegura frontera con Eritrea.
Los afar, pobladores de la regi¨®n, creen que el cerro del Dallol es la morada de un esp¨ªritu maligno.
El Dallol es un campo hidrotermal ¨²nico. Por doquier hay fuentes termales donde el agua surge a borbotones a la temperatura de ebullici¨®n. Esa agua es en realidad una salmuera supersaturada en cloruro s¨®dico. Cuando brota, toda esa sal que sobra cristaliza formando pilares que inicialmente son de un blanco brillante y puro. La acidez de las aguas es brutal, casi 500 veces m¨¢s ¨¢cida que el lim¨®n. Tras la sal, cuando la temperatura del agua baja unas decenas de grados, condensa el azufre que pinta de amarillo fl¨²or los pilares inactivos. Las aguas ¨¢cidas se embalsan gracias a represas construidas por la cristalizaci¨®n de la propia sal. El hierro, en contacto con el ox¨ªgeno de la atm¨®sfera, se oxida bajando el pH hasta el valor m¨¢s bajo medido en un medio natural, casi 10.000 veces m¨¢s ¨¢cido que el lim¨®n. Las sucesivas mineralizaciones debidas a la oxidaci¨®n ti?en las aguas de colores c¨¢lidos, desde el verde lima al verde jade, desde el naranja al rojo, los ocres y chocolates. Caminas sobre una costra de sal que sabes hueca y quebradiza. Notas que bajo los pies hay algo que amenaza con salir a la superficie. El intimidador borboteo que se oye y se siente bajo el suelo ardiente por el que escapan los gases y vapores hace que te pienses cada nuevo paso que das. Ese vapor de agua salada construye estructuras de fina costra que parecen huevos de sal. Cuando las fuentes termales surgen bajo el agua embalsada, la salmuera cristaliza formando una tuber¨ªa por la que llega hasta la superficie. All¨ª precipita una costra circular alrededor del surtidor creando hermosas estructuras en forma de seta que parecen nen¨²fares flotando sobre aguas multicolores.
Si a todo esto lo quieren llamar arte, subrayemos que es arte ef¨ªmero. Todo es fugaz en el Dallol, como corresponde a la extraordinaria geodin¨¢mica de la zona. Todo es cambiante. Las zonas que ayer estaban tranquilas hoy tienen una inquietante actividad. Las fumarolas que ayer humeaban al oeste hoy lo hacen al este. Las flores de sal que luc¨ªan blancas hoy est¨¢n amarillas, y pasado ma?ana, rojas. Y desaparecer¨¢n para germinar en otros lugares. A un par de kil¨®metros de aqu¨ª ha aparecido un incipiente campo de fumarolas y fuentes termales. Lo ha hecho junto a una laguna llamada ¡°negra¡± cuya composici¨®n es una disoluci¨®n saturada de una sal de magnesio. Nos llev¨® toda una tarde muestrear esa laguna, porque caer en ella era una muerte segura. El agua est¨¢ a 70 grados cent¨ªgrados y su concentraci¨®n es tan alta que tiene la consistencia de un gel, del que debe ser imposible salir. A unos kil¨®metros al sureste se ha formado otra laguna, llamada ¡°amarilla¡±, mortalmente bella, decorada con nen¨²fares de sal y rodeada de cad¨¢veres de aves enga?adas por el diablo del Dallol que despiden un hedor repugnante.
QUEREMOS CONOCER HASTA QU? PUNTO ESTE INFIERNO Est¨¢ yermo, o si ha sido colonizado por una vida microbiana.
Los militares que nos escoltan han recibido la orden de abandonar el campamento. La frontera est¨¢ llena de bandidos que andan al acecho y el ca?¨®n de sal que nos provee de la irrisoria pero ¨²nica sombra que hay en los alrededores es un lugar dif¨ªcil de defender por los j¨®venes soldados que nos custodian. Bajamos apresuradamente del Dallol para recoger los laboratorios y nuestros b¨¢rtulos. Un cami¨®n militar traslada el campamento a un lugar abierto, con visibilidad de 360 grados, desde donde vemos incluso las tranquilizadoras luces del poblado de Ahmed Ela. Aqu¨ª, cada ma?ana nos despertamos contemplando el paso de las caravanas de camellos que los cristianos tigray conducen hacia el salar, donde los afar ¨Cmusulmanes¨C cortan los bloques de sal que cargar¨¢n de vuelta hasta Berhale. Cada ma?ana es id¨¦ntica para ellos desde hace siglos. Es su fuente de riqueza. Un trabajo dur¨ªsimo, anacr¨®nico, que realizan con herramientas ancestrales sin la m¨ªnima protecci¨®n del sol y de la sal. Un desprop¨®sito que hoy solo est¨¢ justificado por la belleza y la ¨¦pica. Al verlos pasar tienes la certeza de que no solo lo mineral es inestable en el Dallol. El pasado de esta gente dura, elegante y orgullosa dependi¨® de su habilidad para extraer la riqueza de esa sal que cargan, pero su futuro est¨¢ supeditado a su capacidad para controlar la extracci¨®n de otras sales de otros metales que han puesto este desierto en el punto de mira de grandes compa?¨ªas mineras.
M¨¢s all¨¢ de la belleza, que por s¨ª sola justifica el estudio y la conservaci¨®n de este museo mineral, el Dallol es importante por dos razones. La primera es conocer hasta qu¨¦ punto este infierno est¨¢ yermo o, si por el contrario, ha sido colonizado por una vida microbiana que cada d¨ªa sabemos m¨¢s universal. Buscar se?ales de esa existencia en estas condiciones extremas de acidez, salinidad y temperatura es la principal tarea de Purificaci¨®n L¨®pez-Garc¨ªa y de su equipo de microbi¨®logos del franc¨¦s Centro Nacional para la Investigaci¨®n Cient¨ªfica (CNRS) y de la Universidad de Par¨ªs Sur. Determinar los l¨ªmites f¨ªsico-qu¨ªmicos de la vida en la Tierra nos permitir¨ªa extender el tipo de ambientes en los que buscar vida en otros planetas y nos ayudar¨ªa a conocer mejor los primeros estadios de la vida en este, cuando su superficie debi¨® ser menos hospitalaria que ahora. Por otro lado, se sospecha que en estos ambientes qu¨ªmicos extremos existen estructuras minerales autoorganizadas que pueden haber jugado un papel crucial en la Tierra primitiva, cuando a¨²n no hab¨ªa aparecido la vida sobre un planeta que andaba jugando a crear las mol¨¦culas org¨¢nicas que la permitir¨ªan. Esa b¨²squeda, desde los extremadamente alcalinos lagos de las tierras mas¨¢is de Kenia hasta estos lagos ultra¨¢cidos del territorio afar, es la tarea de mi equipo de cristal¨®grafos y ge¨®logos del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). Trabajamos al alim¨®n, entre Par¨ªs y Granada, al amparo de sendos proyectos del European Research Council, con la esperanza puesta en que esta tierra de Lucy, la australopiteco que alumbr¨® el origen del hombre, desvele tambi¨¦n secretos sobre el origen de la vida.
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