Despu¨¦s de R¨ªo, qu¨¦

Los Juegos de R¨ªo han sido un espect¨¢culo deportivo magn¨ªfico. Las 17 medallas logradas por Espa?a, siete de ellas de oro, nueve logradas por mujeres, son un buen resultado, incluso mejor del esperado. Los deportistas espa?oles nunca hab¨ªan subido tantas veces a lo m¨¢s alto en la cita m¨¢s importante, salvo en Barcelona 92, una fecha imborrable en el deporte espa?ol.

Pero cuando la llama del pebetero se apaga es hora de pensar en Tokio 2020, en el pr¨®ximo ciclo ol¨ªmpico, y en si nuestras estructuras y pol¨ªticas deportivas son las m¨¢s adecuadas. La primera impresi¨®n es que se orientan demasiado a los resultados. Del programa ADO, que naci¨® al calor de Barcelona y premia a los deportistas por los logros conseguidos, a las inversiones en centros de tecnificaci¨®n y alto rendimiento, la pol¨ªtica deportiva espa?ola ha tendido a cuidar a los talentos detectados m¨¢s que ayudar a que florezcan nuevos.

Las federaciones, muchas de ellas asfixiadas por la crisis econ¨®mica, no han cuidado el deporte de base como miman a sus estrellas. Estas, adem¨¢s, son en muchos casos el resultado de talentos individuales y empe?os personales y de patrocinadores que van y vienen, al calor de las zozobras de la coyuntura econ¨®mica.

Esta realidad contrasta con algunos pa¨ªses del entorno que, como Francia o Italia, gozan de mayor cultura polideportiva ¡ªen Espa?a todo pivota en torno al f¨²tbol¡ª y tambi¨¦n de mayores inversiones. O Reino Unido, que ha hecho de la producci¨®n de medallas una industria que floreci¨® en Londres 2012 y sigue manteniendo una producci¨®n m¨¢s que notable. En R¨ªo, sin ir m¨¢s lejos, ha logrado superar al gigante chino en n¨²mero de oros, 27 frente a 26.

Los deportistas espa?oles han demostrado en los Juegos de R¨ªo que son iguales que los mejores, e incluso un poco mejores. Los dirigentes deportivos deben demostrar ahora, con un plan y un trabajo coherentes, que pueden estar a la altura de las ambiciones de sus exitosos campeones.