As¨ª muri¨® ¡®Lucy¡¯, la australopiteca
Un grupo de investigadores realiza un an¨¢lisis de los huesos del f¨®sil y concluye que falleci¨® al caer de un ¨¢rbol desde una altura de m¨¢s de diez metros
Lucy no lo sab¨ªa, pero hace 3,2 millones de a?os, en su mundo y en su cuerpo se estaba produciendo una revoluci¨®n. La representante m¨¢s famosa de su especie, Australopithecus afarensis, ya caminaba erguida, elevando la mirada para otear la sabana que empezaba a ganar terreno. En lo que hoy es la regi¨®n de Afar, en Etiop¨ªa, los cambios medioambientales hab¨ªan hecho retroceder los bosques tropicales en los que hab¨ªan habitado sus ancestros y las necesidades de supervivencia estaban cambiando. La nueva forma de locomoci¨®n de aquel hom¨ªnido, de algo m¨¢s de un metro de alto y con un cerebro poco mayor que el de un chimpanc¨¦, dej¨® libres sus manos que, probablemente, ya utilizaba para agarrar herramientas.
Esas habilidades llevar¨ªan a los descendientes de la peque?a Lucy a conquistar el mundo, pero ella tuvo que pagar el precio de los pioneros. Un completo an¨¢lisis de sus huesos, que se publica en la revista Nature esta semana, sugiere que se mat¨® al caerse de un ¨¢rbol. Despu¨¦s de someter a tomograf¨ªa computerizada el f¨®sil, completo en un 40%, estudiaron los lugares y las formas de fractura de los huesos, tratando de determinar si se partieron justo antes de la muerte o si lo hicieron durante los millones de a?os que pasaron hasta que Donald Johanson los encontr¨® el 24 de noviembre de 1971.
El equipo de cient¨ªficos estima que Lucy cay¨® de pie e incluso se aventura a afirmar que estir¨® los brazos para agarrarse en un intento desesperado por frenar su ca¨ªda
El equipo de cient¨ªficos, liderado por el paleoantrop¨®logo de la Universidad de Texas en Austin (EE. UU.) John Kappelman, estima que Lucy cay¨® de pie e incluso se aventura a afirmar que estir¨® los brazos en un intento desesperado por frenar su ca¨ªda. Stephen Pearce, un cirujano ortop¨¦dico de la Cl¨ªnica Austin de Huesos y Articulaciones, confirm¨® que la fractura del h¨²mero de Lucy era consistente con las que se observan en ca¨ªdas similares en las que las v¨ªctimas a¨²n conscientes tratan de frenar el impacto.
El art¨ªculo tambi¨¦n aporta informaci¨®n sobre el modo de vida de los australopitecos. Los restos f¨®siles de estos ancestros humanos muestran que ya caminaban erguidos, pero se sigue discutiendo si continuaban pasando parte de su vida en los ¨¢rboles. El an¨¢lisis de Kappelman y sus colegas calcula que cuando se estrell¨® contra el suelo, Lucy viajaba a unos 60 kil¨®metros por hora. Para alcanzar esa velocidad debi¨® de caer desde una altura de m¨¢s de diez metros, algo que lleva a los cient¨ªficos a especular con la probabilidad de que subiese a los ¨¢rboles en busca de comida o para refugiarse durante la noche. Este tipo de uso de los ¨¢rboles ser¨ªa parecido al de los chimpanc¨¦s, que se duermen a alturas de entre 7 y 23 metros, fuera del alcance de sus depredadores.
Esta vida h¨ªbrida entre las ramas y el suelo es en el fondo la historia de todos los seres vivos, que heredaron un cuerpo moldeado por las necesidades de un entorno y ya est¨¢n recibiendo nuevas presiones para adaptarse a nuevos cambios. El descenso de los ¨¢rboles, que permiti¨® a los humanos conquistar el planeta cientos de miles de a?os m¨¢s tarde, ofreci¨® ventajas a Lucy en el nuevo mundo que estaba creando el cambio clim¨¢tico. Sin embargo, la versatilidad tiene un coste. Es probable que aquellos hom¨ªnidos perdiesen habilidad para trepar y comenzasen a sufrir ca¨ªdas con mayor frecuencia. Uno de esos fallos acab¨® con Lucy por los suelos y cre¨® como beneficio colateral uno de los mejores libros en los que leer c¨®mo empezamos a ser humanos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.