Urbanizaci¨®n, igualdad y redistribuci¨®n
Con el debilitamiento del Estado de bienestar, las ciudades intentan paliar las necesidades urgentes que nadie m¨¢s atiende
La pobreza urbana ocupa un papel preponderante en la reflexi¨®n global alrededor de H¨¢bitat III, la conferencia que Naciones Unidas organiza cada 20 a?os sobre vivienda y urbanismo sostenible.
Pero la infravivienda y la pobreza en las ciudades no son un fen¨®meno ni nuevo ni reciente. En la evoluci¨®n de la urbanizaci¨®n, la pobreza ha sido una caracter¨ªstica constante. Hasta la aparici¨®n de las pol¨ªticas de redistribuci¨®n de la renta de principio del siglo XX, buena parte de la poblaci¨®n mundial no ten¨ªa ni derechos pol¨ªticos ni econ¨®micos ni participaci¨®n democr¨¢tica y la mayor¨ªa de la poblaci¨®n viv¨ªa en condiciones de pobreza y precariedad.
Desde esta perspectiva hist¨®rica podemos afirmar que el verdadero triunfo en la lucha contra la desigualdad y la pobreza se ha conseguido con pol¨ªticas de redistribuci¨®n de renta estructuradas eficazmente a trav¨¦s del Estado-naci¨®n donde se han dado las condiciones pol¨ªticas para articularlo y sostenerlo.
En este contexto, las ciudades han dado un gran salto cualitativo en su nivel de cohesi¨®n y bienestar all¨ª donde el Estado de bienestar ha sido posible. Las pol¨ªticas de transferencia de rentas a las familias han inyectado recursos importantes a los m¨¢s pobres y con ello se han disminuido en buena manera las grandes desigualdades sociales y la ciudad ha podido ser una factor¨ªa de convivencia e integraci¨®n.
Cuando este ¨¦xito se acompa?a de un fortalecimiento de la Administraci¨®n local, capacitada para invertir en espacio p¨²blico de calidad en un buen ordenamiento urbano y en equipamientos p¨²blicos accesibles a todos, la operaci¨®n se redondea con un buen nivel de equidad para la gran mayor¨ªa. La ciudadan¨ªa, a su vez, ha respondido con generosidad a los retos de la diversidad cultural, las migraciones y las transformaciones sociales asociadas
Sin embargo, a finales de la d¨¦cada de los setenta se inici¨® un profundo proceso de revisi¨®n a la baja del Estado de bienestar. Con el triunfo del neoliberalismo y las pol¨ªticas de reducci¨®n del tama?o del Estado, las ciudades han visto c¨®mo en t¨¦rminos relativos las transferencias a las familias con menos recursos disminu¨ªan, al igual que sus salarios y pensiones de desempleo tras la crisis de 2008. Las pol¨ªticas de austeridad indiscriminada han agudizado a¨²n m¨¢s la situaci¨®n.
Ante este panorama, las ciudades han retomado el papel de administraci¨®n escoba, intentando paliar las necesidades urgentes y graves que nadie m¨¢s atiende.
La prosperidad y bienestar de la sociedad son bienes muy apreciados que se ponen en riesgo ante esta clase de coyunturas con efectos graves y en algunas ocasiones imprevistos y contradictorios: emergencia de partidos de extrema derecha, actitudes hostiles y radicalizadas contra las migraciones, el Brexit y otros.
En este marco las ciudades se ven abocadas a un bucle profundamente negativo, ya que tienen que afrontar m¨¢s gasto social que, por mayor que sea, no tiene punto de comparaci¨®n con el nivel de transferencias familiares del Estado de bienestar.
Este gasto municipal pone en cuesti¨®n la realizaci¨®n de las inversiones urbanas necesarias en defensa de los bienes comunes para todos y en equipamientos p¨²blicos accesibles.
Finalmente, el bucle negativo puede acabar poniendo en entredicho la calidad de la gesti¨®n local cuando realmente el problema se ha originado en las opciones macroecon¨®micas, monetarias y fiscales, llevando a una sistem¨¢tica reducci¨®n del Estado de bienestar.
En pa¨ªses sin Estado de bienestar el destino de la gesti¨®n municipal es incluso m¨¢s precaria. En tales circunstancias, la solidaridad y el cuidado a los m¨¢s pobres se deja en manos de redes familiares, de distintas formas de caridad y filantrop¨ªa y de la beneficencia municipal. M¨¦todos que, a¨²n siendo bienintencionados, no alcanzan nunca el nivel de solidaridad, justicia y eficacia del Estado de bienestar.
El plan de acci¨®n para recuperar la buena senda del Estado de bienestar deber¨ªa enfocarse en su fortalecimiento y no en su decapitaci¨®n. Es la garant¨ªa de una sociedad justa y receptiva a los retos de la modernidad, como la migraci¨®n, el envejecimiento, el cambio clim¨¢tico, la igualdad de g¨¦nero, el derecho a la sexualidad sin discriminaci¨®n y otros que ir¨¢n emergiendo y que a¨²n hoy no imaginamos. En segundo lugar, deber¨¢ continuar el fortalecimiento de la Administraci¨®n local, actor clave en la obtenci¨®n de una sociedad participativa, abierta y con el suficiente ¨¢nimo como para encajar los cambios que solo empezamos a intuir.
Joan Clos es secretario general de H¨¢bitat III y secretario general adjunto de la ONU / Director ejecutivo de ONU-H¨¢bitat.
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