La alimentaci¨®n, un derecho humano
Los pa¨ªses que han incluido en sus pol¨ªticas las necesidades de los m¨¢s vulnerables han logrado mayores impactos en la lucha contra el hambre
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que los lectores de este espacio conocen bien, marcan un cambio notable en la agenda de desarrollo internacional. Por primera vez hay un programa para la acci¨®n que se dirige al conjunto de los pa¨ªses: a todos ellos. Y con un giro hacia la importancia de definir y adoptar pol¨ªticas que se adapten al contexto y prioridades de cada pa¨ªs.
El balance de lo conseguido por los Estados bajo los anteriores Objetivos de Desarrollo del Milenio nos muestra que es posible avanzar en la erradicaci¨®n del hambre. Pero tambi¨¦n deja claro que hay que acelerar los esfuerzos y afrontar nuevos retos. Si seguimos actuando como hasta ahora, las estimaciones indican que para el a?o 2030, el n¨²mero de personas con hambre cr¨®nica solo bajar¨¢ de los cerca de 800 millones de actuales a unos 650 millones. Y, por otro lado, la poblaci¨®n con sobrepeso y obesidad se multiplicar¨¢ por 2,5 veces aproxim¨¢ndose a los 3.300 millones. Casi nada.
El hambre y la malnutrici¨®n son problemas pol¨ªticos. Y por tanto, su soluci¨®n pasa por abordar esa naturaleza pol¨ªtica. Para ello tenemos que situarnos en perspectiva de los ¨²ltimos 10.000 a?os, cuando la agricultura y la ganader¨ªa dieron inicio a una transformaci¨®n profunda de las condiciones en las que evolucion¨® la humanidad, de nuestro entorno y de las capacidades para intervenir en el mismo.
Hemos transformado nuestros modos de vida a tal velocidad que nuestra biolog¨ªa no responde al mismo ritmo
En este enorme lapso de tiempo no solo hemos desarrollado una capacidad de intervenir sobre el planeta que ha generado el cambio clim¨¢tico o la transformaci¨®n de grandes extensiones. Tambi¨¦n hemos transformado nuestros modos de vida a tal velocidad que nuestra biolog¨ªa no responde al mismo ritmo que esos cambios y muchos mecanismos biol¨®gicos desarrollados como defensa ante situaciones adversas generan patolog¨ªas masivas. Y, adem¨¢s, en tantos milenios hemos desarrollado y cambiado los modos de organizar nuestras sociedades, los mecanismos para disfrutar y asignar los recursos del planeta.
Hoy, por primera vez hemos llegado a la conclusi¨®n de la finitud del planeta y hemos asumido la necesidad de redefinir colectivamente el modo en que disfrutamos de ¨¦l. Ese esfuerzo colectivo requiere de un nuevo pacto social.
La buena noticia es que tenemos un modelo de acuerdo muy a mano: los derechos humanos. La declaraci¨®n universal de derechos humanos (1948) es mucho m¨¢s que una declaraci¨®n ¨¦tica: es una propuesta de un programa de desarrollo equitativo para toda la humanidad.
El derecho a la alimentaci¨®n se funda en los art¨ªculos 3 y 25 de esa declaraci¨®n, que respectivamente establecen el derecho de toda persona a la a la vida, a la libertad y a la seguridad as¨ª como a un nivel de vida adecuado que le asegure la salud y el bienestar. Y, en especial, la alimentaci¨®n, el vestido, la vivienda, la asistencia m¨¦dica y los servicios sociales necesarios.
En 1966 la Asamblea General de las Naciones Unidas adopt¨® adem¨¢s el Pacto Internacional de Derechos Econ¨®micos, Sociales y Culturales, el cual ya ha sido ratificado por 164 pa¨ªses. En su art¨ªculo 11, los Estados partes reconocen el derecho de cada persona a un nivel de vida adecuado, incluyendo la alimentaci¨®n. Reconocen como derecho fundamental el estar protegido contra el hambre y se comprometen a proteger y tomar medidas, individualmente y mediante la cooperaci¨®n internacional, hacer efectivos esos derechos.
En 1999, el Comit¨¦ de Derechos Econ¨®micos, Sociales y Culturales, provey¨® de una detallada interpretaci¨®n sobre el contenido del derecho a una alimentaci¨®n adecuada, aclarando que: "El derecho a la alimentaci¨®n adecuada se ejerce cuando todo hombre, mujer o ni?o, ya sea solo o en com¨²n con otros, tiene acceso f¨ªsico y econ¨®mico, en todo momento, a la alimentaci¨®n adecuada o a medios para obtenerla".
Tambi¨¦n hace notar que, aunque el derecho a la alimentaci¨®n adecuada tendr¨¢ que alcanzarse progresivamente, los Estados tienen la obligaci¨®n b¨¢sica de adoptar las medidas necesarias para mitigar y aliviar el hambre, incluso en caso de desastre natural o de otra ¨ªndole. Por tanto, un enfoque de derechos humanos implica una protecci¨®n legal y, consecuentemente, establecer unas normas claras que definan ese derecho y su aplicaci¨®n. Pero tambi¨¦n, los mecanismos de recurso que permitan a las personas hacer valer sus derechos.
Un segundo elemento de es enfoque de derechos humanos es la enorme importancia del c¨®mo. Porque implica la adopci¨®n de una serie de principios y criterios que orienten las pol¨ªticas y la acci¨®n de las diferentes partes. Hablamos de principios como dar prioridad a los m¨¢s vulnerables, equidad de g¨¦nero, participaci¨®n, rendici¨®n de cuentas, no discriminaci¨®n, transparencia, empoderamiento, respeto de la dignidad e imperio de la ley.
Si el Estado no tiene capacidad para que hacerlo efectivo, el derecho a la alimentaci¨®n queda como un enunciado vac¨ªo
La dimensi¨®n legal necesita ser respaldada por las correspondientes capacidades para que se haga efectiva, de otro modo el derecho a la alimentaci¨®n queda como un enunciado vac¨ªo. En 2004, los pa¨ªses miembros de FAO, aprobaron las Directrices Voluntarias en apoyo de la realizaci¨®n progresiva del derecho a la alimentaci¨®n adecuada en el contexto de la seguridad alimentaria nacional.
Esas directrices ofrecen un amplio men¨² de pol¨ªticas que orientan a los pa¨ªses y a los actores no gubernamentales a dise?ar y llevar a cabo soluciones acordes a su contexto y fortalecer la coherencia de las diferentes ¨¢reas implicadas: producci¨®n agr¨ªcola, inocuidad de los alimentos, mercados, nutrici¨®n, agua, salud, protecci¨®n social, empleo decente, acceso a los recursos¡
FAO trabaja en alianza con las partes interesadas para fortalecer marcos de pol¨ªticas inclusivas que tengan en cuenta a los m¨¢s vulnerables, mejorar las capacidades para llevar a cabo esas pol¨ªticas y que alcancen un mayor impacto involucrando. Tambi¨¦n se busca alinear la acci¨®n de todos esos actores ¡ªincluidos los productores, los consumidores, el sector privado, la sociedad civil y los parlamentarios¡ª en ¨¢reas tan diversas como la gobernanza responsable de la tenencia de la tierra, la inversi¨®n responsable en agricultura, la adaptaci¨®n al cambio clim¨¢tico o la transici¨®n a sistemas alimentarios sostenibles que tienen en cuenta la nutrici¨®n.
La experiencia de la ¨²ltima d¨¦cada muestra que los pa¨ªses que han dise?ado pol¨ªticas que incorporan las visiones y necesidades de los m¨¢s vulnerables, que establecen mecanismos de informaci¨®n y reclamo que empoderan a la poblaci¨®n y contribuyen a hacer m¨¢s efectivos los programas, han logrado mayores impactos.
Reconocer y asegurar el derecho a la alimentaci¨®n adecuada no es una panacea, pero puede ayudar a fortalecer la coherencia de las pol¨ªticas, hallar puntos de encuentro para una acci¨®n com¨²n que respete la diversidad de intereses y, en definitiva, hacer posible un mundo con hambre cero.
Juan Carlos Garc¨ªa y Cebolla es responsable del equipo del Derecho a la Alimentaci¨®n de la FAO.
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