Nova Conquista, el triunfo de la libertad
En Brasil, un grupo de campesinos v¨ªctimas de esclavitud, fund¨® una comuna donde rehacer sus vidas
En la casa de Edna y su marido, Jos¨¦ Rodrigues de Sousa, el d¨ªa arranca a las cinco de la ma?ana para dar la bienvenida al amanecer desayunando en el patio. "La tierra, si la trabajas, te da todo lo necesario para no pasar hambre", comenta Rodrigues mientras muestra orgulloso las papayas maduras en el ¨¢rbol que da sombra al huerto en la parte trasera de su casa. Aunque no siempre fue as¨ª, al menos para ¨¦l y su familia.
Este matrimonio de casi 60 a?os vive en el asentamiento de campesinos llamado Nova Conquista, un lugar que naci¨® de una lucha despu¨¦s de que muchos de sus moradores fueran rescatados de trabajos esclavos y otros fueran explotados por una miseria. El lugar est¨¢ ubicado en uno de los lugares m¨¢s inh¨®spitos de Brasil, en el sert¨®n del estado de Piau¨ª (nordeste), una especie de desierto de tierras rojizas y vegetaci¨®n espinosa. Sin embargo, sus habitantes nacieron en la zona y saben que hay situaciones m¨¢s duras y dif¨ªciles que las condiciones clim¨¢ticas de su tierra.
Rodrigues tuvo que migrar con 19 a?os a otras partes del pa¨ªs donde sufri¨® diferentes grados de explotaci¨®n laboral. A su caso se suman otros, como el de Francisco Rodrigues dos Santos, de 42 a?os, que vive cuatro casas m¨¢s all¨¢ y al que a¨²n le resulta dif¨ªcil contar lo que vivi¨® cuando sali¨® de Piau¨ª. En 2003, un reclutador de trabajadores le ofreci¨® unas "condiciones maravillosas" por ir a trabajar a Par¨¢. "Me dio un dinero para el pasaje y para dejar algo a mi familia para el primer mes. Nunca pens¨¦ que me estaba vendiendo por 60 reales (menos de 20 euros)".
Francisco emprend¨ªa as¨ª el peor viaje de su vida. Y no es el ¨²nico. En Piau¨ª, tierra de campesinos, los piauienses se han convertido en mano de obra barata en todo el pa¨ªs para haciendas de ca?a de az¨²car, cafetales, deforestaci¨®n del Amazonas, construcciones e, incluso, hidroel¨¦ctricas o minas. La migraci¨®n forzosa y el trabajo esclavo asociada a ella es el pan nuestro de cada d¨ªa en el nordeste. "Estuve viajando durante tres d¨ªas sin saber hacia d¨®nde me llevaban", recuerda Francisco, que nunca supo el lugar exacto en el que fue maltratado.
En aquel lugar solo hab¨ªa sufrimiento. Por la ma?ana, nos daban un caf¨¦ negro con harina de mandioca y el resto del tiempo arroz con frijoles. Cuando hab¨ªa Francisco, v¨ªctima de esclavitud
Brasil aboli¨® la esclavitud en 1888, despu¨¦s de haber sido durante 350 a?os el mayor territorio de occidente donde esta forma de explotaci¨®n era habitual. Se calcula que el pa¨ªs recibi¨®, en ese tiempo, 4,5 millones de esclavos tra¨ªdos de ?frica. Sin embargo, lejos de formar parte de un pasado vergonzoso, Francisco recuerda que la esclavitud sigue siendo un problema actual. "Lo primero que pierdes nada m¨¢s salir de tu tierra es el nombre. Yo dej¨¦ de llamarme Francisco para ser Piau¨ª¡±. Este es el primer paso de los explotadores para deshumanizar al que ser¨¢ convertido casi en un animal de carga. "Al quitarte el nombre, dejas de ser t¨²", afirma, y de paso "si alg¨²n familiar fuera a buscarnos nunca nos encontrar¨ªa".
En Nova Conquista la chicharra canta con todas sus fuerzas a mediod¨ªa. Francisco contin¨²a su relato refugiado en la sombra de su casa, que es exactamente igual a la del resto de habitantes del asentamiento campesino. Un total de 39 familias viven en estas tierras donde han construido sus hogares unos frente a otros formando una larga calle.
"Cuando llegamos, me di cuenta de que est¨¢bamos en medio de la selva. Nos dieron una lona negra para que mont¨¢ramos una barraca para dormir. All¨ª solo hab¨ªa una caseta donde viv¨ªa el cantinero, que en realidad era nuestro vigilante", explica sobre el sitio en el que fue esclavizado. "En aquel lugar solo hab¨ªa sufrimiento. Por la ma?ana, nos daban un caf¨¦ negro con harina de mandioca y el resto del tiempo arroz con frijoles. Cuando hab¨ªa. Sac¨¢bamos el agua para beber, para cocinar y para lavarnos, de donde beb¨ªan los animales", lamenta frot¨¢ndose las manos. Durante seis meses, Francisco no pudo contactar ni una sola vez con su familia.
"Nos amenazaban con matarnos"
M¨¢s all¨¢ de las condiciones de supervivencia, lo peor era el miedo. El vecino y amigo de Francisco, Elenilson da Concei??o, de 31 a?os, sufri¨® a los mismos explotadores. Ni huir ni denunciar era posible, el vigilante les dec¨ªa: 'Vamos a por vosotros, os borramos del mundo y nadie m¨¢s vuelve a tener noticias vuestras", recuerda Elenilson con amargura.
Su grupo lleg¨® a la selva de noche. "Nos dejaron en medio del monte y cuando volvieron al d¨ªa siguiente montaron una barraca¡±. No para que los trabajadores durmieran, sino que era una tienda. ¡°Cualquier cosa que necesit¨¢bamos la ten¨ªamos que comprar, hasta el jab¨®n para lavar la ropa. Cuando ped¨ª la cuenta a los tres meses, no hab¨ªa cubierto ni para pagar el billete de autob¨²s¡±, asegura Elenilson. Sufrieron lo que se conoce como servidumbre por deudas y que obliga al trabajador a permanecer en su puesto hasta que salde una deuda imposible que crece cada d¨ªa.
En 1995, Brasil reconoci¨® ante las Naciones Unidas el trabajo esclavo contempor¨¢neo en su territorio
Francisco y Elenilson fueron liberados por sus propios captores ¡ªcon menos de 100 euros por seis meses de trabajo¡ª cuando se vieron acorralados durante una operaci¨®n de la Polic¨ªa Federal, en la que fueron detenidos los esclavistas. Fue entonces cuando una ONG al servicio de los trabajadores rurales, la Comiss?o Pastoral da Terra (CPT), les explic¨® lo que era el trabajo esclavo. Hasta entonces, tanto Francisco como Elenilson pensaban que lo que hab¨ªan vivido era normal. La organizaci¨®n les propuso denunciar y pelear por sus derechos. "Nos dieron unos 2.000 reales (casi 570 euros) de indemnizaci¨®n", subraya Francisco, que destaca por encima de todo la dignidad que le fue devuelta con este acto.
Los campesinos de Nova Conquista no son un caso aislado. En 1995, Brasil reconoci¨® ante las Naciones Unidas el trabajo esclavo contempor¨¢neo en su territorio. Desde entonces, se ha avanzado mucho en cuestiones legislativas y cerca de 50.000 personas han sido liberadas. Sin embargo, las ONG consideran que esto es solo la punta del iceberg.
"En 2015, fueron rescatados m¨¢s de 1.100 trabajadores, pero eso no quiere decir que fueran todos los que estaban siendo explotados. El problema es que cuando se hacen los controles se siguen encontrando, y sabemos que no se est¨¢n haciendo todos los necesarios porque hay unos 2.600 inspectores de trabajo y se necesitan 5.000 m¨¢s", explica Nat¨¢lia Suzuki, coordinadora de la campa?a Escravo, nem pensar! de la ONG Reporter Brasil.
El problema, adem¨¢s, est¨¢ muy arraigado por la normalizaci¨®n de la explotaci¨®n del obrero, especialmente de los m¨¢s pobres. "Uno de nuestros trabajos es concienciar a trav¨¦s de la formaci¨®n de profesores, que luego se lo explican a los alumnos para desnaturalizar algo que no deber¨ªa ser visto como normal", afirma Suzuki en las oficinas de la ONG, que trabaja en m¨¢s de 10 estados y en lo que va de 2016 han asistido a m¨¢s de 40.000 personas. Ellos atienden a la base de esta cadena que no acaba nunca: los j¨®venes y posibles v¨ªctimas futuras.
La salvaci¨®n de la tierra
Es la hora del almuerzo en el asentamiento de agricultores y no se ve ni un alma en medio del secarral. En la casa del se?or Rodrigues, Edna sirve arroz con frijoles y un guiso hecho con la gallina que mat¨® por la ma?ana. Su yerno, uno de los l¨ªderes de la comunidad, Francisco Jos¨¦ de Santos Oliveira (conocido como Chiquinho) suelta el machete que usa en el campo en el suelo para empezar a comer. ?l es uno de los que encabez¨®, con la ayuda de la Comiss?o Pastoral da Terra, la lucha para conseguir una tierra para los que fueron rescatados en la selva y para otros campesinos de la zona que durante toda su vida se vieron obligados a trabajar en condiciones de explotaci¨®n, como es su caso.
"La CPT nos pregunt¨® qu¨¦ necesit¨¢bamos para no volver a migrar y todos respondimos lo mismo: tierra¡±, explica. As¨ª fue como en 2004, empezaron a buscar una finca disponible. ¡°Despu¨¦s de tres a?os encontramos una hacienda abandonada. La ocupamos y comenzamos a cultivarla durante un a?o y medio hasta que el INCRA (Instituto Nacional de Colonizaci¨®n y Reforma Agraria) nos la aprob¨®", rememora Chiquinho mientras come bajo el cobertizo de sus suegros. "Fue nuestro mayor triunfo. Hasta entonces, pens¨¢bamos que nada iba a salir bien", agrega.
La ocupaci¨®n de tierras en Brasil, una vez que es aprobada por el organismo gubernamental INCRA, se regulariza con la compra del latifundio por parte del Estado, que luego se lo cede a los campesinos de diferentes maneras: algunos tienen que pagar algo simb¨®lico o la reciben de forma gratuita, que fue el caso de Nova Conquista. Desde entonces, han conseguido mucho con la ayuda estatal. "Aprobaron un presupuesto para la construcci¨®n de las casas, luego la carretera, un pozo y el tendido el¨¦ctrico". As¨ª se ilumina durante las noches la ¨²nica calle que aglutina las viviendas.
Chiquinho, que hace honor a su apodo, es directo y reivindicativo. "La CPT nos ense?¨® todo lo que nunca nos ense?aron sobre la dignidad; el reparto de las tierras, que nosotros cre¨ªamos que hab¨ªa sido una decisi¨®n de Dios; y cu¨¢les son nuestros derechos", explica antes de volver a cargar la cuchara. "Nuestra lucha se ha hecho famosa porque somos el primer asentamiento creado por campesinos que fueron rescatados de trabajo esclavo. Y por eso, en 2010, nos dieron el Premio Nacional de Derechos Humanos", recuerda orgulloso este hombre que solo ten¨ªa 24 a?os cuando se convirti¨® en l¨ªder de su comunidad. Desde entonces, no solo ha puesto en marcha Nova Conquista, sino que adem¨¢s ha estudiado Filolog¨ªa Portuguesa alentado por el sue?o de ser profesor.
"La Comiss?o Pastoral da Terra nos ense?¨® todo lo que nunca nos ense?aron sobre la dignidad; el reparto de las tierras y cu¨¢les son nuestros derechos Chiquinho, l¨ªder de Nova Conquista y ex esclavo
Sin embargo, a¨²n falta mucho por hacer. "Nuestra producci¨®n depende de la lluvia y cada vez llueve menos. Necesitamos que se apruebe el proyecto del campo con riego y algo de maquinaria, como un tractor para arar", afirma refiri¨¦ndose a las tierras comunitarias. El terreno est¨¢ divido en parcelas que cada uno trabaja solo o con el apoyo de los vecinos, donde siembran mandioca, arroz, ma¨ªz y frijoles. Si sobra algo despu¨¦s de atender las necesidades dom¨¦sticas, se vende para dar un empuj¨®n a la econom¨ªa familiar. Este a?o, la falta de lluvia ha dejado al vecino de Rodrigues sin cosecha. "Vamos a recoger la m¨ªa juntos y as¨ª tenemos todos", explica Rodrigues muy serio. El objetivo es seguir siendo libres y eso implica ayudarse y mantenerse unidos para que ninguno tenga que volver a abandonar su regi¨®n.
Actualmente, uno de los mayores avances logrado en los ¨²ltimos 20 a?os contra el trabajo esclavo en Brasil est¨¢ en peligro. En 2003, se modific¨® el art¨ªculo 149 del C¨®digo Penal para incluir cuatro supuestos fundamentales en la definici¨®n del trabajo esclavo. "La bancada ruralista en el Congreso y apoyada por el gobierno de Temer quiere sacar del art¨ªculo 149 las jornadas exhaustivas y las condiciones degradantes, lo que impedir¨ªa castigar situaciones como que los trabajadores se vean obligados a dormir en la pocilga de los cerdos, como se han dado casos", lamenta Natalia Suzuki de Reporter Brasil.
Mientras el engranaje contra la esclavitud sigue funcionando en Brasil, el asentamiento Nova Conquista contin¨²a con su rutina diaria. Comienza a oscurecer en la comunidad y la mayor¨ªa de los adultos se prepara para ir a la escuela. Un cielo estrellado acompa?a al grupo que se sienta en torno a Chiquinho en un galp¨®n comunitario, donde se imparten clases de alfabetizaci¨®n para mayores como un paso m¨¢s en el camino que emprendieron hace tiempo contra la esclavitud. El profesor es Chiquinho, que ve as¨ª cumplido otro de sus sue?os: ser maestro en la tierra donde todos han alcanzado por fin la libertad.
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