Lo b¨¢sico
La estructura industrial de un pa¨ªs depende de la apuesta que hagan sus poderes p¨²blicos por la investigaci¨®n y el desarrollo
Las crisis econ¨®micas suelen tener dos efectos inmediatos sobre la ciencia. El primero, muy conocido por cr¨ªtica y p¨²blico, son los recortes, porque la ciencia es uno de esos sectores que Gobiernos como los que padecemos y padecimos consideran las mar¨ªas de la econom¨ªa, que adornan y dan esplendor en tiempos de bonanza, pero son incapaces de contribuir a las grandes tendencias del empleo y el crecimiento, y son por tanto invisibles para la lupa cerril de la macroeconom¨ªa. Este es un error en el que no incurren (o incurren menos) las primeras potencias cient¨ªficas, que no solo saben que la ciencia es una actividad estrat¨¦gica que requiere continuidad, sino tambi¨¦n que la estructura industrial de un pa¨ªs depende de la apuesta que hagan sus poderes p¨²blicos por la investigaci¨®n y el desarrollo. Pero, como estas cosas tardan m¨¢s de una legislatura en dar sus frutos, resultan un blanco ideal para la miop¨ªa pol¨ªtica.
Y el segundo efecto es empezar a exigir m¨¢s resultados aplicables a corto plazo, y menos ciencia b¨¢sica sobre unas cuestiones tan fundamentales y abstrusas que maldito el ministro que las entienda. M¨¢s investigaci¨®n aplicada y menos b¨¢sica. M¨¢s ingenier¨ªa y menos filosof¨ªa, se oir¨¢ estos a?os por los despachos. Los genios, que se vayan a Harvard. Otro error.
Una an¨¦cdota viral dice algo as¨ª: ¡°Se?or Faraday, ?y para qu¨¦ sirve todo esto?¡±, pregunt¨® el primer ministro brit¨¢nico William Gladstone. ¡°No lo s¨¦, se?or¡±, respondi¨® Faraday, ¡°pero alg¨²n d¨ªa cobrar¨¢ usted impuestos por ello¡±. Cito de memoria, pero seguramente la an¨¦cdota es ap¨®crifa, as¨ª que tengo tanto derecho a invent¨¢rmela como cualquier otro. Michael Faraday, sin formaci¨®n acad¨¦mica pero considerado el mejor experimentalista de la historia, y el gran f¨ªsico y matem¨¢tico James Clerck Maxwell abrieron un continente a la ciencia al descubrir, en la d¨¦cada de 1880, que la electricidad y el magnetismo no son dos fuerzas, sino dos formas de mirar a la misma fuerza, la fuerza electromagn¨¦tica. Y que la luz era una de sus manifestaciones.
Fue esa percepci¨®n fundamental de la f¨ªsica b¨¢sica la que desencaden¨® la revoluci¨®n el¨¦ctrica que transform¨® el mundo en las d¨¦cadas siguientes. Las cuatro ecuaciones simples y elegantes que Maxwell escribi¨® en una cuartilla son el fundamento de los grandes sectores industriales de la primera mitad del siglo XX. El primer ministro Gladstone no lleg¨® a cobrar impuestos por ello, pero sus herederos de todo el planeta se han puesto las botas. As¨ª es como avanzan el conocimiento y la industria, no recortando a ciegas y exigiendo resultados a trancas y barrancas.
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