Nosotros, europeos
La UE se ha construido con disputas y acuerdos sobre barreras aduaneras, mercados y unificaciones monetarias
La escena est¨¢ captada en el documental Guadalquivir. Ha pasado el invierno. Se deshiela la nieve y un lobo fam¨¦lico encuentra al azar un ciervo muerto. Mientras desgarra a dentelladas los costados, otros dos lobos, reci¨¦n llegados, lo observan desde un mont¨ªculo; uno de estos desciende, y el lobo que lleg¨® primero lo deja compartir mordiscos. Entonces el tercer lobo baja junto a ellos, pero, justo cuando va a hincar los dientes, el primer lobo se revuelve y le asesta un zarpazo a las fauces. El lobo desafortunado huye con el rabo entre piernas (quiz¨¢s pensando en la posibilidad de hacerse l¨ªder populista).
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Los humanos, que compartimos una amplia herencia evolutiva con cualquier mam¨ªfero, deducimos la l¨®gica de los lobos: el que lleg¨® primero dej¨® al segundo compartir su comida porque as¨ª ser¨ªan dos contra uno; de lo contrario, habr¨ªa estado ¨¦l solo contra un ataque de los otros dos. Ahora bien, hemos progresado como especie intercambiando de nuestro trabajo y asoci¨¢ndonos, no disput¨¢ndonos a garrotazos las presas que depare un injusto azar. Tomemos un ejemplo.
Un pa¨ªs, Urbania, produce tractores. Otro, Agraria, tiene f¨¦rtiles campos. Urbania vende tractores a cr¨¦dito a Agraria, a cambio de una cuota futura de las cosechas. Si los campos dan un a?o menos cosecha de la esperada, los campesinos de Agraria tendr¨¢n que decidir: o comen menos para poder pagar la cuota de su deuda; o bien, si no pueden pagar esta cuota, entonces tendr¨¢n que ceder la propiedad de una fracci¨®n de los campos, seg¨²n estipulado en la venta a cr¨¦dito del tractor. Agraria tambi¨¦n puede impagar la deuda, pero nadie se fiar¨¢ despu¨¦s de vender algo a cr¨¦dito al pa¨ªs, sea m¨¢quinas o equipos m¨¦dicos. Estas disyuntivas son diferentes de las de ¨¦pocas anteriores a la Revoluci¨®n Industrial; en econom¨ªas agr¨ªcolas, si un pueblo es rico en vi?as y otro en cebada, comerciar¨¢n vino y cerveza seg¨²n los costes y los gustos, la demanda y la oferta. Pero intercambiando cosechas anuales no se acumular¨¢n grandes deudas entre los dos pueblos, ni excedentes de capital.
Claro que hoy en d¨ªa se intercambian a cr¨¦dito muchos tipos de m¨¢quinas y bienes. Hoy no debemos tractores, sino hipotecas o bonos corporativos. Las bruscas secuencias de crecimiento-crisis, modernizaci¨®n-ajuste, est¨¢n en juego mundialmente ya desde mediados del siglo XIX: los centros de capital necesitaban mercados para su producci¨®n; los pa¨ªses menos avanzados, pagar a cr¨¦dito las m¨¢quinas con las que desarrollar infraestructuras y sacar valor a sus recursos. El gran cambio de la estructura internacional surge durante la segunda mitad del siglo XX: tras el destructivo fracaso de las guerras entre imperios nacionales, se evoluciona al imperio de las multinacionales. Quedaron abolidas las relaciones geogr¨¢ficas exclusivas de comercio bilateral metr¨®poli-colonias: las reemplazaron multinacionales con posiciones en m¨²ltiples mercados y capital procedente de distintos pa¨ªses, las cuales reportan de un modo est¨¢ndar y peri¨®dico sus dividendos. Pax Occidental.
?Por qu¨¦ existe la Comisi¨®n Europea en este orden mundial? De entrada, porque seis pa¨ªses decidieron agrupar sus mercados y su producci¨®n, en el impulso europe¨ªsta y el nunca m¨¢s de la postguerra: porque hay una comunidad de intereses en acordar normas en la misma direcci¨®n y unir fuerzas y empe?os. Los funcionarios de la Comisi¨®n elaboran esas directivas durante a?os, recopilan informaci¨®n y opiniones, las discuten con el Parlamento y al fin las llevan a la mesa de los pa¨ªses miembros, donde, antes o despu¨¦s, con crisis o sin ellas, se van alcanzando consensos para aprobarlas. No suena tan mal. ?Por qu¨¦ va tan mal?
Lo que m¨¢s incapacita para avanzar despu¨¦s de las crisis, igual que tras las guerras, es que el lenguaje que se crea durante ellas
Podr¨ªa relacionarse el malestar social de fondo con la sensaci¨®n de estafa que ha dejado la crisis y cierto desasosiego ante los cambios sociales. La primera raz¨®n, la crisis, hay que insistir en que forma parte de ciclos globales cuyos mecanismos deber¨ªamos debatir para aprender lecciones, en el marco europeo o espa?ol, en vez de tomar rumbo al pasado con discusiones sobre la independencia o la casta, un tanto decimon¨®nicas. En cuanto al desasosiego social, quiz¨¢s el sobrecalentamiento medi¨¢tico de la actualidad nos ha generado cierta ansiedad, una falta de direcci¨®n, que casa mal con la paciencia y la constancia que hace falta desplegar ante situaciones dif¨ªciles.
Las banderas de la Uni¨®n Europea que se ve¨ªan en Trafalgar Square tras el Brexit mov¨ªan a la tristeza; del otro lado, los ganadores nadie sab¨ªa bien lo que celebraban, si algo. ?Qu¨¦ se dirimi¨® en el refer¨¦ndum? Al parecer, algunos culpaban a la Comisi¨®n Europea de que sus vidas no hubieran sido mejores; otros disfrutaban del trepidante Londres del boom inmobiliario y la City (cuyo negocio se dispar¨® con la creaci¨®n del euro); una ma?ana los llam¨® a votar un pol¨ªtico s¨ª o no, y¡. Ignoran todos que la historia de Europa es la historia de disputas y acuerdos sobre barreras aduaneras, mercados, unificaciones monetarias o c¨®digos ferroviarios; y que esa historia gira en torno al poder exportador de Europa Central y las resistencias de grupos de inter¨¦s nacionales a la integraci¨®n (como si, volviendo al ejemplo, los fabricantes de tractores locales de Agraria, sin escala para competir con los de Urbania, promovieran la indignaci¨®n social en contra del acuerdo de ambos pa¨ªses). No se trata de recuperar una soberan¨ªa nacional que perdimos hace muchas d¨¦cadas, sino de recobrarla como soberan¨ªa compartida.
Lo que m¨¢s incapacita para avanzar despu¨¦s de las crisis, igual que tras las guerras, es que el lenguaje que se crea durante ellas, desde un bando y otro, se queda incrustado en la mente, incluso m¨¢s tiempo del que el bando vencedor perdure. Hitler orden¨® el exterminio de los jud¨ªos europeos y as¨ª, aun hoy, el lenguaje com¨²n lo recuerda, primando la historia ¡ªmitos, pueblos¡ª sobre la geograf¨ªa ¡ªviajes, r¨ªos¡ª que nos une; cuando igual podr¨ªa afirmarse: el r¨¦gimen nazi llev¨® a cabo el exterminio de los Europeos jud¨ªos. El silencio que todav¨ªa emana de aquel terror colectivo insoportable nos impide, en cierto modo, admirar la grandeza de quienes lo contaron: el extraordinario poso cultural de los europeos jud¨ªos que no se escudaron en el olvido sino que hicieron el sobrehumano esfuerzo de escribirlo, contarlo, revivirlo p¨¢gina a p¨¢gina, para que no llegara tras el triunfo del terror el del silencio, para que fuera as¨ª posible que cientos de millones de europeos concluy¨¦ramos de una vez por todas: nunca m¨¢s.
Por lo dem¨¢s, probablemente sea innecesario que una ¨¦pica de Europa sustituya la vieja ¨¦pica de las naciones y, sin embargo, no hay duda de que existe un ¡°nosotros, europeos¡± que deviene de una geograf¨ªa y una historia compartida. De alguna manera, llevamos escribiendo juntos mucho tiempo continuaciones de ese sujeto colectivo, sin emplearlo, y no solo en las leyes comunitarias. Seguro que quedan palabras m¨¢s transparentes, historias m¨¢s sencillas que escribir en ese libro de los acontecimientos que, como en el poema de Wyslawa Szymborska, siempre est¨¢ abierto por una p¨¢gina de la mitad.
Emilio Trigueros es qu¨ªmico industrial y especialista en mercados energ¨¦ticos.
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