En abierto
El MIT tiene la Red inundada de clases gratuitas de gran calidad, impartidas por algunos de los mejores profesores del mundo
Algunos lectores recordar¨¢n las matrices, aquellos rectangulitos con filas y columnas de n¨²meros que se pod¨ªan sumar y multiplicar unos con otros. Muchos menos recordar¨¢n para qu¨¦ serv¨ªan, si es que lo supieron alguna vez. Hoy est¨¢n al alcance de cualquier interesado, estudiante o profesor, tecn¨®logo o humanista, porque uno de los mejores profesores del ramo, Gilbert Strang, grab¨® el curso completo de matrices que imparti¨® en 2005 en el MIT (Massachusetts Institute of Technology, en Boston), clase a clase, tiza a tiza, con los titubeos y errores que son la servidumbre del directo y con la voluntad de transparencia, apertura y gratuidad que caracteriza a esa universidad estadounidense desde hace d¨¦cadas, y de la que el propio Strang fue pionero. Lo ¨²nico que hay que saber es ingl¨¦s. Por lo dem¨¢s, las posibilidades fecundas de esas herramientas valios¨ªsimas para la computaci¨®n y la vida se despliegan all¨ª ante los ojos incr¨¦dulos de cualquier usuario de YouTube, y de repente todo se entiende como en un v¨ªdeo abierto.
Las matrices son solo un ejemplo. El MIT tiene la Red inundada de clases gratuitas de similar calidad, impartidas por algunos de los mejores profesores del mundo. Aqu¨ª hacemos muy poco de eso, no s¨¦ muy bien por qu¨¦. Tenemos una universidad privada, la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), que fue de las primeras en ofrecer cursos online, pero comparar eso con el programa de educaci¨®n en abierto del MIT (OpenCourseWare) produce melancol¨ªa. Y envidia.
Mi envidia creci¨® al conocer el martes, en las p¨¢ginas de este diario, a Rafael Reif, venezolano de Maracaibo y actual presidente del MIT. ¡°No buscamos a los ni?os populares, sino a los diferentes¡±, dice. ¡°Valoramos la inteligencia, la pasi¨®n y la curiosidad¡±, dice. ¡°Me gustar¨ªa acoger a m¨¢s, y por eso tenemos aprendizaje en l¨ªnea¡±, dice. ¡°La universidad tiene que educar para comprender la naturaleza humana¡±, dice. Tambi¨¦n clama por cambiar una ense?anza tradicional en las escuelas que, ahora mismo, aniquila la imaginaci¨®n de los ni?os.
Es evidente que no todas las universidades pueden ser el MIT, por la sencilla raz¨®n de que los estudiantes ¡°diferentes¡± son por definici¨®n una minor¨ªa. La mayor¨ªa de las universidades tendr¨¢n que estar dise?adas para la mayor¨ªa de la gente. Pero seguro que podemos aprender mucho del MIT y de su voluntad de ense?anza clara, de profesorado excelente, de liderazgo intelectual. Y de abrir todo ello a cualquier ciudadano del mundo, viva en la banlieu de Par¨ªs o en el centro de Freetown. Aprendamos pues.
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