¡®Fauvismo¡¯
Uno sale de ver los cuadros de los ¡®fauves¡¯ con la sensaci¨®n de habitar un mundo que podr¨ªa ser m¨¢s brillante, m¨¢s colorido y vital

En la Fundaci¨®n Mapfre de Madrid cuelgan desde hace una semana un centenar y medio de obras de los principales pintores del movimiento fauve, ese que hizo del color el armaz¨®n y el alma de sus creaciones. Hasta entonces las l¨ªneas y los vol¨²menes articulaban la obra pict¨®rica, fuera cual fuera el estilo al que se adscribiera, pero el fauvismo (fierismo en espa?ol, si bien la palabra tiene un sentido simb¨®lico: el que alude a la fiereza con la que los fauvistas irrumpieron en el arte parisiense de los primeros a?os del siglo XX) rompi¨® con la tradici¨®n haciendo del color el centro y el motivo principal de sus cuadros y dibujos. Fue un movimiento muy ef¨ªmero (apenas dur¨® dos a?os) pero revolucion¨® la pintura y el arte europeos provocando unas consecuencias que se extienden hasta hoy.
Pensaba uno mirando la exposici¨®n de Los fauves. La pasi¨®n por el color hasta qu¨¦ punto estamos equivocados al considerar que el mundo es un gran paisaje compuesto de colores y de formas perfectamente diferenciables y disociables. Viendo los cuadros de los fauvistas (Matisse, Derain, Camoin, Manguin, De Vlamink, Puy), uno percibe que el color se basta y sobra para dar forma a la realidad, que no necesita de m¨¢s apoyos para representar el mundo y sus mil im¨¢genes. En eso no se diferencia mucho de la m¨²sica, que no necesita de concreciones para trasladar a la imaginaci¨®n de quienes la escuchamos paisajes y emociones, lugares y fantas¨ªas.
El resultado es que uno sale de ver los cuadros de los fauves con la sensaci¨®n de habitar un mundo que podr¨ªa ser m¨¢s brillante, m¨¢s colorido y vital a poco que nos lo propusi¨¦ramos. Pero para ello necesitamos del concurso de los dem¨¢s, de todas esas personas que nos rodean en nuestra vida diaria, tanto en la esfera privada como en la p¨²blica, y de las que tambi¨¦n depende que nuestra mirada no tenga que tropezar con tantos colores fr¨ªos, as¨¦pticos, desmoralizadores. Espa?a, por ejemplo, desde hace ya alg¨²n tiempo es un pa¨ªs parduzco, sin apenas colorido ni viveza, tras varios a?os sumido en una crisis econ¨®mica que ha devenido en pol¨ªtica y cultural. Cualquier comparaci¨®n con otras ¨¦pocas que uno conoci¨® y vivi¨® mueve a la decepci¨®n y al lamento, dos actitudes que uno advierte en demasiados espa?oles de unos a?os para ac¨¢. S¨¦ que es dif¨ªcil imaginarlo siquiera mirando a los personajes que rigen nuestros destinos (y que los seguir¨¢n rigiendo), pero lo que este pa¨ªs necesita tanto como reducir el d¨¦ficit o cumplir con los objetivos de Europa es m¨¢s color, m¨¢s fiereza, m¨¢s alegr¨ªa y pasi¨®n. Aunque duren lo que duran las cosas nuevas, que dijo Braque del arte fauve, en el que milit¨®.
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