Fortuny, los pliegues de la melancol¨ªa
EL GENIO NACE, no se hace, pero para desarrollarse necesita de una atm¨®sfera o de circunstancias que le sean favorables. Al contrario de la belleza, que se puede heredar aunque a veces dure poco, la genialidad no suele transmitirse f¨¢cilmente de padres a hijos, por m¨¢s que se hayan empe?ado en ello muchos clanes familiares a lo largo de la historia. Empe?arse a ultranza en el genio heredado parece condenado fatalmente a la decrepitud. Sin embargo, siempre hay excepciones para confirmar la regla, y los Fortuny y los Madrazo, dos familias de artistas que se acabar¨ªan mezclando, son un ejemplo estupendo de pervivencia. En realidad el eje vertebral de esta nutrida saga de pintores ser¨ªan los Madrazo, pues de Fortuny tan solo hay dos, pero de Madrazo siete, y su origen como artistas se remonta al siglo XVIII, entre Santander ¨Cen donde naci¨® Jos¨¦ Madrazo y Agudo, pintor de c¨¢mara de Fernando VII¨C y la regi¨®n polaca de Silesia ¨Cde donde proced¨ªa su esposa, Isabel Kuntz Valentini, a su vez hija del pintor Tadeusz Kuntz¨C. Y esa mezcla de culturas quiz¨¢ ser¨ªa el motivo de que, a lo largo del siglo XIX, el espectro de los Madrazo se extendiera por media Europa, cosechando amistades, relaciones, ¨¦xitos y honores con desigual fortuna, de Madrid a Roma pasando por M¨²nich y Berl¨ªn, y de Granada a Par¨ªs para terminar en Venecia. Es en este contexto ilustre, cosmopolita y est¨¦tico donde nace, y tambi¨¦n se hace, Mariano Fortuny y Madrazo, el enigm¨¢tico e hipersensible mago de Venecia que ser¨ªa adem¨¢s quien acabar¨ªa cerrando el prol¨ªfico clan con un espectacular broche de oro.
Fortuny y Madrazo se dedic¨® con ah¨ªnco a la pintura, siguiendo de cerca a todos sus antepasados, pero no lleg¨® a ser un genio de los pinceles. Como pintor fue digno y nada m¨¢s, no destac¨® demasiado, incluso fue bastante aburrido, dada la ¨¦poca en que vivi¨®, aunque como grabador tiene bastante m¨¢s inter¨¦s. Su olimpo ser¨ªa de otro talante, m¨¢s et¨¦reo y superficial y, a la larga, parad¨®jicamente mucho m¨¢s duradero y moderno. Fuera de Espa?a es posible que ya nadie se acuerde de qui¨¦nes eran los Madrazo, ese nombre curioso que ostentan calles de Madrid y Barcelona. Tambi¨¦n a escala internacional y a nivel popular, poca gente debe conocer al otrora famos¨ªsimo y cotizado Mariano Fortuny i Marsal, m¨¢s all¨¢ de algunos buenos connaisseurs y conservadores y directores de museo. Pero al Fortuny de las telas y vestidos se le conoce en todo el mundo, incluso al margen de su nombre, por alguna de sus magn¨ªficas realizaciones o por las fotograf¨ªas de actrices y modelos que lucieron, o siguen luciendo, con glamur sus hermosos trajes plisados de suave seda japonesa y colores argentados que se ajustan con delicadeza al cuerpo femenino y lo dejan, a su vez, libre, creando sinuosidades sin hacer caso de las tallas. Vestidos t¨²nica, de una o dos piezas, sin decoraci¨®n alguna m¨¢s all¨¢ de una simple cinta ancha, con alg¨²n toque dorado ligeramente estarcido, para realzar busto y caderas, y del juego de luz y sombra de centenares de peque?as aristas que, como una tierra arada, recorren toda la superficie de la tela en sentido vertical adapt¨¢ndose m¨®rbidamente a la orograf¨ªa femenina.
pulsa en la fotoFortuny en 1900.Archivo Museo Fortuny
Fortuny y Madrazo fue el pr¨ªncipe de la luz, invent¨® un sinf¨ªn de patentes relacionadas con ella y se esmer¨® en captarla en todas las disciplinas art¨ªsticas posibles, con todo su esplendor y magnificencia. Por eso no se qued¨® solo en el ¨¢mbito de la pintura. Fue el primero en dedicarse a la incandescencia indirecta para iluminar de manera fluida y continuada interiores palaciegos, techos con frescos sublimes, tiendas, salones, boudoirs y escenarios. Fiel seguidor de Richard Wagner y su idea de un arte total, intervino decisivamente en escenograf¨ªas y atrezos de ¨®pera, ballet y teatro. Cre¨® una c¨²pula, que llevar¨ªa su nombre, precursora de los cicloramas, esos cielos iluminados sin ¨¢ngulos que son, ya desde hace mucho tiempo, fundamentales en la escenograf¨ªa moderna. Ide¨® diferentes tipos de l¨¢mparas, de pie, techo y sobremesa, en tela o metal, que a¨²n se producen en la actualidad y decoran interiores exquisitos en todo el mundo. Tambi¨¦n, evidentemente, relacionada con la luz fue su dedicaci¨®n a la fotograf¨ªa. Pero, sobre todo, su mayor y m¨¢s celebrada ocupaci¨®n fueron los tejidos y la indumentaria en los que la luz tampoco era un factor ausente, sino todo lo contrario, pues Fortuny trabaj¨® siempre con sedas y terciopelos para captarla mejor.
Fue el pr¨ªncipe de la luz, invent¨® un sinf¨ªn de patentes relacionadas con ella y se esmer¨® en captarla en todas las disciplinas art¨ªsticas.
Mariano Fortuny y Madrazo naci¨® en Granada en 1871, bajo la estela de la Alhambra, hijo del pintor orientalista y grabador catal¨¢n Mariano Fortuny i Marsal y de Cecilia de Madrazo y Garreta, hija de Federico de Madrazo Kuntz y hermana de los tambi¨¦n pintores Ricardo y Raimundo. Muy pronto la familia se traslad¨® a Roma, y all¨ª Fortuny i Marsal instal¨® su fabuloso estudio, repleto de antig¨¹edades, tapices y tejidos, que tanta influencia ejercer¨ªa en pintores y coleccionistas coet¨¢neos. Este espl¨¦ndido taller romano dur¨® poco, ya que en 1874 falleci¨® su art¨ªfice, cuando el peque?o Fortuny y Madrazo ten¨ªa solo tres a?os. Entonces Cecilia con sus dos hijos, Mariano y Mar¨ªa Luisa, decidi¨® trasladarse a Par¨ªs y tuvo que desmantelar el fabuloso estudio de su marido y vender en subastas buena parte del contenido, entre el que figuraba la colecci¨®n de tejidos orientales y renacentistas que ella tambi¨¦n hab¨ªa ayudado a recopilar. No se vendieron todos, lo que, junto con la propia afici¨®n y grandes conocimientos en la materia que ten¨ªa Cecilia, favoreci¨® que ella creara otra colecci¨®n. Fue sin duda esta iniciativa la que familiariz¨® al peque?o Fortuny con las granadas de oro y terciopelo, de origen italiano y tambi¨¦n valenciano, los p¨¢jaros y claveles otomanos y los arabescos y graf¨ªas andalus¨ªes.
En 1889, Cecilia y sus hijos dejan Par¨ªs y se instalan en Venecia, en el palazzo Martinengo, y recrean all¨¢ su personal universo bajo la sombra m¨ªtica del malogrado Fortuny padre, viviendo en una atm¨®sfera suspendida en el tiempo, pero tambi¨¦n recibiendo numerosas visitas de celebridades del mundo de la cultura, ya fueran italianos, franceses o espa?oles. Desde all¨ª, Fortuny y Madrazo despliega sus habilidades con l¨ªnea directa en Par¨ªs y empieza a darse a conocer, primero como pintor, participando en alguna de las primeras ediciones de la Bienal veneciana, de la que ya ser¨¢, a partir de entonces, un artista habitual. Tambi¨¦n expone en los salones de M¨²nich y, sobre todo, de Par¨ªs. En uno de sus viajes a la capital francesa, en 1897, conoce a Henriette Negrin y el flechazo es fulminante. Mantiene en secreto relaciones con ella, pues Henriette estaba casada, pero en 1902 ella decide divorciarse para irse a vivir con Mariano a Venecia y ambos se instalan en otro palazzo, el Pesaro degli Orfei, porque ni Cecilia ni Mar¨ªa Luisa aceptan bien esa relaci¨®n.
La influencia de Henriette ser¨¢ tambi¨¦n fundamental en la vida de Fortuny, tanto desde un punto de vista afectivo como creativo y empresarial, especialmente en todo lo que se refiere al mundo textil, que al fin y al cabo ser¨¢ el m¨¢s importante y decisivo para el autor. Henriette se implica y trabaja personalmente con sus propias manos en los estampados de las telas, con sistemas inventados por su compa?ero. Y seguramente se debe en parte a ella la creaci¨®n del mayor ¨¦xito de Fortuny, la t¨²nica Delphos, que aparece hacia 1907 y marca una revoluci¨®n absoluta en la indumentaria femenina de todo el siglo XX, porque, habiendo sido pensada y producida al margen de la moda, mantendr¨¢ su actualidad hasta hoy. Es algo parecido, aunque diferente, de lo que estaba barajando desde Par¨ªs Paul Poiret, amigo de Mariano y Henriette, y desde Viena Gustav Klimt, su amiga la modista Emilie Fl?ge y el arquitecto Josef Hoffmann y sus seguidores.
Henriette ser¨¢ fundamental en su vida. Seguramente se debe en parte a ella la creaci¨®n del mayor ¨¦xito del artista: la t¨²nica Delphos.
Desde Venecia, la pareja consolida una industria artesanal que, desde finales de la primera d¨¦cada del siglo XX, vende a todo el mundo, y ser¨¢ en Estados Unidos, pa¨ªs moderno donde los hubiere, donde tendr¨¢n mejor clientela. Una empresa emergente que durante los a?os treinta empez¨® a sufrir problemas por la imposibilidad de importar seda de Jap¨®n y algod¨®n de Inglaterra como consecuencia del proteccionismo de Mussolini con la industria italiana. En la d¨¦cada siguiente, la f¨¢brica Fortuny entra en bancarrota, a pesar de los esfuerzos sobrehumanos de Henriette para salir adelante. En 1949 muere en Venecia Mariano Fortuny y Madrazo y deja parte de la herencia al Estado espa?ol, que renuncia a su legado, que consist¨ªa en el palazzo Pesaro degli Orfei con su interior abarrotado de telas, trajes y muestrarios. En 1956, Henriette lo leg¨® entonces al Ayuntamiento de Venecia, y en la actualidad es el Museo Fortuny, orgullo de propios y extra?os.
En 1980, el Mus¨¦e des Tissus de Lyon ¨Cinstituci¨®n que en estos momentos, incomprensiblemente, est¨¢ a punto de ser desmantelada por el Estado franc¨¦s¨C organiza una gran exposici¨®n sobre Mariano Fortuny y Madrazo, una iniciativa que marca el reconocimiento universal a su figura. Ese mismo a?o, el historiador y futuro galerista Guillermo de Osma publica su primer libro sobre el mago de Venecia; posteriormente, y como principal especialista en Fortuny, edit¨® algunos m¨¢s. El volumen que acaba de aparecer de la mano de la editorial Nerea representa la culminaci¨®n de su trabajo. Una historia fascinante, muy bien documentada y explicada, con un tempo de novela, profusamente ilustrada, que es lo esencial si hablamos de tejidos y moda, y con un melanc¨®lico final muy adecuado a esa otra Venecia ¨Cal margen de Casanova, Canaletto y el carnaval¨C crepuscular del fin de siglo, te?ida de azul, plata y oro viejo, que, como Fortuny y Madrazo, supieron captar a la perfecci¨®n Thomas Mann y Luchino Visconti.
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