Cuando la humillaci¨®n sirve de combustible
La campa?a de Donald Trump ha definido un enemigo claro para las clases empobrecidas
No hay nada m¨¢s eficaz para movilizar a alguien que se sienta humillado que inventarle un enemigo. Da igual que sus contornos sean vagos; tampoco es necesario que haya tenido una responsabilidad directa en la suerte de cuantos se encuentran tocados por la desgracia. A los blancos empobrecidos de Estados Unidos (y a otros muchos de pelaje bien variado) les ha bastado con que Donald Trump les dijera que la culpa es del establishment para levantarlos de su postraci¨®n y que corrieran a santificarlo como el aut¨¦ntico salvador de todos sus males.
Cultivar la humillaci¨®n, saber detectarla a tiempo, alimentarla con una catarata de improperios, eso que tan bien resume el dicho de ¡°echar le?a al fuego¡± es lo que ha hecho Trump durante toda la campa?a. Para conseguirlo no ha necesitado un gran equipo. En una de las magn¨ªficas piezas publicadas en este diario sobre el apasionante combate que se ha librado por la Casa Blanca, Marc Bassets contaba que en Reading, Pensilvania, resultaba revelador comparar las sedes de los dos candidatos, situadas frente a frente en la misma calle.
Los dem¨®cratas ten¨ªan un piso con varias oficinas, m¨¢s de 10 personas contratadas para organizar el tinglado y un mont¨®n de voluntarios para ayudar en lo que hiciera falta. Los republicanos, en cambio, ten¨ªan tan solo un local a pie de calle y hab¨ªan fichado a un ¨²nico tipo para organizar a un min¨²sculo grupo de af¨ªnes. Para regar la rabia con gasolina y encender una cerilla para provocar el incendio no hacen falta muchos medios.
Hillary Clinton, a la vieja manera, procur¨® construir equipos para trabajar con datos y argumentos y, a partir de ah¨ª, ir convenciendo a los electores utilizando cuantos canales fueran oportunos, de las nuevas tecnolog¨ªas al cl¨¢sico recurso de trajinarse el pa¨ªs tocando puerta a puerta. A Trump le ha bastado simplemente con tener a Trump. Construido el enemigo, de lo que se trataba era de acribillarlo con lo que se le viniera a la cabeza. Lo ¨²nico importante ha sido que el mensaje (cierto, falso, exc¨¦ntrico, ingenioso, burdo, exagerado, falt¨®n: daba igual) llegara a los que lo ten¨ªan que escuchar. Y para eso con la televisi¨®n y Twitter resultaba suficiente.
Clinton ha trabajado con 800 personas durante la campa?a. A Trump no le han hecho falta m¨¢s de 350. ¡°El talento de todos los grandes l¨ªderes populares ha consistido en todas las ¨¦pocas en concentrar la atenci¨®n de las masas en un ¨²nico enemigo¡±, escribi¨® Adolf Hitler. Y Trump ha obedecido la recomendaci¨®n y la ha aplicado con bastante talento. Convirti¨® r¨¢pidamente a Hillary Clinton en el peor de todos los males y en parte fundamental de la cuadrilla de responsables de tu humillaci¨®n. Para hacer esa llamada directa a las emociones no hace falta complicarse mucho la vida. Solo es necesario encender la ira en los corazones rotos y quemar el bosque. Las llamas se han levantado de forma estruendosa durante la campa?a. Sea quien sea el que gane, el da?o est¨¢ hecho: cuando se apaguen empezar¨¢ el desaf¨ªo de salir de la oscuridad.
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