La llamada del desierto de Saint-Exup¨¦ry
CAZADOR de estrellas y vigilante del firmamento, Antoine de Saint-Exup¨¦ry, autor de la universal obra El Principito, traducida a 270 lenguas, dec¨ªa que ¡°no hay que aprender a escribir, sino a ver¡±, que la literatura no es m¨¢s que una consecuencia de haber visto y, sobre todo, vivido. El lion¨¦s, lejos de considerarse un novelista, forj¨® esa mirada tanto por aire ¨Csurc¨® los cielos en la ¨¦poca de los pioneros del correo a¨¦reo y la navegaci¨®n nocturna¨C como por tierra, en el desierto. A los mandos de una versi¨®n civil del Breguet 14, biplano franc¨¦s que se utiliz¨® con ¨¦xito durante la I Guerra Mundial, un avi¨®n solo apto para intr¨¦pidos por su elevada tasa de accidentalidad, descubri¨® la verdadera escala del hombre. A partir de entonces, llam¨® ¡°hormigueros¡± a las ciudades.
En 1927, despu¨¦s de haber recorrido durante medio a?o las l¨ªneas Toulouse-Casablanca y luego Casablanca-Dakar, lo destinaron a Cabo Juby, en el protectorado espa?ol de Marruecos, junto al S¨¢hara. Fue nombrado jefe de escala en Villa Bens, actual Tarfaya, donde hac¨ªan un alto para descansar los aviadores encargados de transportar el correo de Francia a Senegal, obligados a repostar con regularidad su biplano. Las tribus locales extorsionaban a los pilotos que ten¨ªan la mala suerte de aterrizar de emergencia en tierra hostil y ped¨ªan suculentas sumas por su rescate. All¨ª, el padre de El Principito aprendi¨® el valor de la camarader¨ªa y prob¨® el ¡°sabor de la eternidad¡±. ¡°La tierra nos ense?a m¨¢s sobre nosotros mismos que todos los libros, porque ella se nos resiste¡±, se lee en el inicio de su obra autobiogr¨¢fica Tierra de hombres. La naturaleza del desierto, donde pas¨® 18 meses en reclusi¨®n casi monacal, fue su laboratorio metaf¨ªsico, el lugar donde naci¨® como escritor con Correo del Sur. Aburrido y presa del insomnio, acometi¨® la redacci¨®n del manuscrito sobre una puerta sostenida por dos bidones de gasolina durante las ¡°noches disidentes¡± que pasaba en vela.
pulsa en la fotoEntrada a Tan-Tan, una de las puertas del desierto. ferr¨¢n mateo
La curiosidad por este periodo importante en la vida de Saint-Exup¨¦ry ¨C¡°comandante de los p¨¢jaros¡±, como lo apodaron las tribus n¨®madas¨C me llev¨® a visitar este lugar rec¨®ndito, en busca de los restos del antiguo fort¨ªn espa?ol. Tarfaya es el punto m¨¢s cercano de ?frica a Canarias, justo a espaldas del archipi¨¦lago. Part¨ª en carretera desde T¨¢nger, otra localizaci¨®n emblem¨¢tica en la d¨¦cada de 1920, con su estatus de zona internacional. Viaj¨¦, pues, desde el verde rife?o que mira de frente a Europa hasta el dorado del S¨¢hara, en ese punto en que las dunas se detienen a contemplar las olas del Atl¨¢ntico. Sobre el mapa, el recorrido traza una pendiente hacia el sur que se acelera de Larache a El Yadida, cae en vertical hasta Mirleft y luego en Tan-Tan se suaviza hasta el punto de destino: Tarfaya, una de las pistas de aterrizaje m¨¢s desoladas del planeta.
Para pulsar las sensaciones de ese ?caro moderno que fue Saint-Exup¨¦ry, lo ideal habr¨ªa sido recorrer el mismo itinerario no por carretera, sino a vista de p¨¢jaro. Salvar a bordo de un biplano los 1.400 kil¨®metros de playas de arena fina que, a partir del parque nacional de Khenifiss, se transforman fugazmente en salinas y acantilados de perfil dentado de incluso treinta metros de altura, hasta la aparici¨®n de las primeras dunas de Tarfaya.
Es probable que la concepci¨®n de ¡®el principito¡¯ surgiera en tarfaya, aunque fue escrito despu¨¦s, en estados unidos.
La perfecci¨®n en la escritura, dec¨ªa el autor franc¨¦s, se alcanza cuando no hay elementos que suprimir y solo queda lo esencial. A medida que nos vamos acercando al extremo sur de Marruecos, este criterio se traslada al paisaje y se percibe desde el asfalto. Dejado atr¨¢s Akhfenir y la reserva ornitol¨®gica, siguiendo el trazado alquitranado de la N-1, la tierra deja de disimular su sed, el silencio se adensa y los arenales engullen porciones enteras de carretera, que los camellos, en busca de tallos verdes, cruzan con su acreditada parsimonia. Solo quedan tres ejes de coordenadas: oc¨¦ano, desierto y cielo.
El ¡°hormiguero¡± actual de Tarfaya poco tiene que ver con el paisaje que acogi¨® a Saint-Exup¨¦ry: un aislado fort¨ªn espa?ol, un hangar de modestas proporciones, tiendas dispersas de tribus n¨®madas¡ Ahora, las obras de ampliaci¨®n del puerto, la construcci¨®n de la central e¨®lica m¨¢s grande de ?frica o los viajes organizados al desierto insuflan vida a la zona. Su fisonom¨ªa se ha desfigurado. El conjunto de edificios de un blanco casi n¨ªveo que se alzaban anta?o en primera l¨ªnea de mar pas¨® a soberan¨ªa marroqu¨ª en 1958, y hoy Tarfaya es una ciudad gen¨¦rica, un abigarrado enjambre de casas de autoconstrucci¨®n de aspecto humilde que salpican un callejero irregular. El legado arquitect¨®nico europeo ha subsistido a duras penas, con peor o mejor suerte. Desde el espig¨®n que se adentra en el oc¨¦ano se divisan los muros extenuados de Casamar: edificada por un ingeniero escoc¨¦s en 1886 sobre un pe?asco en la bah¨ªa de Tarfaya (con piedras transportadas, seg¨²n dicen, por dromedarios desde Smara) para albergar un puesto comercial, sus ruinas ejercen una fuerte atracci¨®n por su singular enclave, en el mism¨ªsimo oc¨¦ano junto al desierto, y evocan ese pasado en el que Tarfaya fue un significativo centro de comercio mundial y de correo postal.
Se puede acceder al esqueleto de Casamar en las ¨²ltimas horas de la tarde, cuando la marea retrocede y los partidos de f¨²tbol entre j¨®venes locales transforman la arena de la playa, mojada y lisa, en un improvisado terreno de juego. Cerca de all¨ª, desde 2004, se levanta el Museo Saint-Exup¨¦ry, que homenajea las gestas de la A¨¦ropostale y recuerda el papel que ejerci¨® Saint-Ex como mediador en las negociaciones con espa?oles y tribus aut¨®ctonas en su ¨¢rabe precario. En el paseo mar¨ªtimo, un monumento algo desangelado rinde tributo al piloto-escritor: se trata de un peque?o biplano verde con el morro elevado, como a punto de emprender el vuelo. Un poco m¨¢s all¨¢, a¨²n se tienen en pie los restos del antiguo barrio espa?ol, vapuleado por la arena y castigado por el abandono. Del cine apenas se intuye la fachada. La pel¨ªcula ahora es otra.
Es probable que la concepci¨®n de El Principito surgiera all¨ª, en medio de las dunas y la persistente luz del desierto, antes de escribirlo, 15 a?os despu¨¦s, en Estados Unidos. Como explica Montse Morata en Aviones de papel, la reciente biograf¨ªa en espa?ol sobre Saint-Exup¨¦ry, este hab¨ªa rechazado un puesto c¨®modo y prometedor como representante de la compa?¨ªa a¨¦rea en Madrid para gestionar las relaciones con el Gobierno espa?ol. Lo que anhelaba era escapar de la mediocridad y del ruido, volar. ¡°No te puedes imaginar la calma, la soledad que uno encuentra a 4.000 metros de altura¡±, le dijo a su madre en una de las cartas que conforman su extensa relaci¨®n epistolar. Al cabo de pocos meses, en otra misiva desde Cabo Juby, escribe: ¡°Aqu¨ª mi funci¨®n es la de domesticar. Me gusta, es una palabra bonita¡±. Se refer¨ªa a los animales, entre ellos un ant¨ªlope y un feneco, el peque?o zorro del S¨¢hara, pero tambi¨¦n a que ejerc¨ªa de apaciguador entre sus cong¨¦neres, pues le tocaba aplacar ¨¢nimos y mediar en los conflictos que surg¨ªan.
Los aviones de la empresa pasaban solo un d¨ªa por semana y una vez al mes llegaban provisiones de Canarias. Aburrido, se dio a la tarea de aprender ¨¢rabe; el resto del tiempo languidec¨ªa entre los paseos hasta Casamar, partidas de ajedrez y de cartas con los soldados espa?oles, lecturas de manuales t¨¦cnicos y cient¨ªficos o visitas a los jefes de las tribus, reconfortados por su trato asequible. A?os m¨¢s tarde, en Carta a un reh¨¦n, que naci¨® de un pr¨®logo a una obra de su amigo L¨¦on Werth, a quien dedic¨® El Principito, sintetiz¨® su paso por el desierto: ¡°Viv¨ª en el S¨¢hara. So?¨¦, tambi¨¦n yo, despu¨¦s de tantos otros, con su magia. Cualquiera que haya conocido la vida en el S¨¢hara, donde aparentemente todo es mera soledad y desamparo, llora aquellos a?os, a pesar de todo, como los m¨¢s hermosos que le ha tocado vivir¡±.
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