Sembrar el futuro en cada hogar
Rep¨²blica Dominicana busca cambiar comportamientos en la sociedad desde la primera infancia
Cuando las dos mujeres con polo azul cruzan entre el material de construcci¨®n que se acumula en el peque?o jard¨ªn y saltan el foso excavado ante la casa para prevenir las inundaciones, Marieta las est¨¢ esperando. Como cada 15 d¨ªas, vienen a verla a ella y a su hija Francesca, de 4 meses, y Marieta, de 17 a?os, les abre las puertas de su peque?a casa de hormig¨®n con techo de aluminio en La Altagracia, en Boca Chica, a menos de 40 kil¨®metros de Santo Domingo, la capital de Rep¨²blica Dominicana. Las visitantes son una animadora y una experta en estimulaci¨®n temprana. Y vienen a ponerle deberes en su propio hogar. Pero Marieta no se resiste. Al rev¨¦s, les da la bienvenida.
Las dos mujeres del polo azul son trabajadoras del Inaipi (Instituto Nacional de Atenci¨®n Integral a la Primera Infancia), un acr¨®nimo m¨¢s entre la intrincada e inabarcable mara?a de siglas, organismos e instituciones que conforman la administraci¨®n dominicana. M¨¢s all¨¢ de tecnicismos y nomenclatura, Inaipi es una instituci¨®n gubernamental que desde 2014 trata de cubrir una brecha: la de la atenci¨®n a los ni?os en edad preescolar. "La primera infancia era un sector invisible", comenta Lourdes Sosa, de Unicef Rep¨²blica Dominicana. Organizaciones como esta llevaban a?os trabajando con sectores de la sociedad civil y del sector p¨²blico para que el servicio a los dominicanos de entre dos y cinco a?os dejara de ser algo asistencialista o en manos de ONG.
"Que haya un organismo p¨²blico para prestar un servicio as¨ª ya es un ¨¦xito", defiende Alexandra Santelises, directora del Inaipi hasta que dej¨® el cargo hace un par de semanas para ocupar otro puesto. Un servicio que no se limita gestionar una red de guarder¨ªas o jardines de infancia al uso. Por supuesto que los centros dan un servicio de educaci¨®n inicial, y tambi¨¦n de estimulaci¨®n temprana a los m¨¢s peque?os. Pero "la clave de todo es el acompa?amiento en el hogar", en palabras de Natalie Dupont, coordinadora de uno de estos centros en la comunidad de Altagracia, en Boca Chica, el primero del pa¨ªs en empezar a funcionar.?
No en vano, el programa se llama "de base familiar y comunitaria". Dupont resume la filosof¨ªa del proyecto: "No se puede mirar a los ni?os como algo independiente. Hay que tener en cuenta todo: de d¨®nde vienen, c¨®mo es su familia... Solo as¨ª se les puede dar una atenci¨®n que marque la diferencia". La ambici¨®n, por tanto, no es solo estimular a los peque?os, sino mejorar tambi¨¦n los h¨¢bitos, la mentalidad y hasta la convivencia en sus casas.
Cuando la animadora llega a casa de Marieta, llevan pelotas y juguetes para trabajar con la peque?a Francesca. Pero antes quieren comprobar si su madre ha hecho la tarea que le dejaron. "?Fuiste al centro de salud a ponerle las vacunas?", le preguntan. La joven muestra orgullosa la cartilla de vacunaci¨®n mientras la experta en estimulaci¨®n temprana juega con su beb¨¦. Pero enseguida piden la participaci¨®n de la madre. Que sea ella la que toque y juegue con la ni?a. Antes de irse, una hora despu¨¦s de llegar, dejan nuevos deberes para la siguiente visita, en 15 d¨ªas: retirar unos hierros y alambres que hay en el sal¨®n y que pueden ser un riesgo para Francesca.
Las trabajadoras del centro visitan todas las casas de la comunidad con ni?os peque?os una vez cada dos semanas, para aconsejar y acompa?ar a los padres en la crianza. Luego, a partir de los dos a?os, los ni?os van al centro. "Al principio muchos pensaban que esto era dejar al ni?o aqu¨ª y venir a recogerlo por la tarde", recuerda Dupont. Pero no es as¨ª. Los padres y madres tienen que participar en las tareas de estimulaci¨®n igual que en la casa. Y tambi¨¦n acudir a talleres mensuales en los que se tratan distintos temas educativos y familiares.
¡°Con todo esto los padres empiezan a ver a sus hijos peque?os como personas con derechos¡±
"Es quiz¨¢ uno de los retos m¨¢s importantes", comenta la coordinadora. "En una sociedad un tanto acostumbrada al asistencialismo, la pregunta era: '?qu¨¦ me van a dar por ir all¨ª?'. Al ver que ten¨ªan que estar, que venir, y que lo que d¨¢bamos eran herramientas para que ellos mejoraran, muchos se resistieron". Por eso hubo que hacer una gran labor de sensibilizaci¨®n. Mostrar experiencias en otros pa¨ªses, y convencer. Porque desgraciadamente los verdaderos resultados, insiste Santelises, se ver¨¢n dentro de 10 o 15 a?os, cuando los primeros ni?os beneficiarios terminen su educaci¨®n.
Pero algunos ya son palpables. No solo por la satisfacci¨®n de los profesores de primaria, que notan qu¨¦ ni?os han estado en un centro del Inaipi antes y cu¨¢les no. Tambi¨¦n por la de los padres, madres y cuidadores. Cristina Resalgo, orgullosa abuela que lleva a sus nietas al centro, est¨¢ maravillada. "Es una gran ayuda: aqu¨ª enseguida les ense?an a pedir permiso y perd¨®n, a lavarse las manos, a comer bien...", observa. "La animadora me ha ayudado a gestionar los celos de mi hija mayor respecto a la peque?a", comenta Mar¨ªa del Rosario S¨¢nchez, madre de Eliana (de 3 a?os) y de Carla, de algo m¨¢s de uno. "Y tambi¨¦n en qu¨¦ darles de comer, en c¨®mo gestionar problemas con mi marido, en qu¨¦ temas se pueden discutir delante de los ni?os y cu¨¢les no...".
Es el enfoque "integral" en el que insisten todos los trabajadores y responsables del programa. Va desde el acompa?amiento durante el embarazo a talleres de nutrici¨®n, desde la mejor forma de corregir a los hijos ¡ªculturalmente est¨¢ extendido el castigo violento¡ª hasta la importancia de acudir a los servicios de salud, de mejorar las relaciones de pareja a convencerse de que los ni?os peque?os necesitan atenci¨®n. "Una de las cosas m¨¢s relevantes es que con todo esto los padres empiezan a ver a sus hijos peque?os como personas con derechos", sostiene Rosa Elcarte, representante de Unicef en el pa¨ªs.
Al salir de casa de Marieta, las animadoras caminan unos 10 minutos por caminos de gravilla para llegar a la de Rosa, una vivienda de dos plantas con cemento visto a¨²n a medio construir. En esta ocasi¨®n es su hijo, Ezequiel, de tres a?os, quien sale corriendo a saludar a las reci¨¦n llegadas. Rosa y su marido tambi¨¦n hicieron la tarea, que era sacar a pasear y jugar en familia con el ni?o en sus momentos de descanso, en lugar de dejarlo viendo la tele. "Hay de todo, pero la mayor¨ªa de las familias ve r¨¢pidamente que todo esto les ayuda, y no solo no rechazan las visitas y la implicaci¨®n que se les pide, sino que lo reciben con los brazos abiertos", asegura Dupont.
Ezequiel asegura que se ha lavado los dientes tres veces al d¨ªa, y despu¨¦s de reconocer palabras en unas tarjetas, juega al tel¨¦fono estropeado con su madre y la animadora. "Nosotros tambi¨¦n lo hacemos cuando estamos solos en casa, y esos juegos se han convertido un momento importante", reconoce su madre.
¡°No se puede mirar a los ni?os como algo independiente. Hay que tener en cuenta todo: de d¨®nde vienen, c¨®mo
es su familia...¡±
Las animadoras que visitan los hogares y el resto del personal se reclutan, en la medida de lo posible, dentro de la propia comunidad, y reciben formaci¨®n dise?ada por el Inaipi y agencias como Unicef y con atenci¨®n a estudios de disciplinas como la neurociencia. "Es uno de los retos, porque a medida que el programa se extienda habr¨¢ que buscar una formaci¨®n espec¨ªfica en primera infancia", reflexiona Santelises. Por ahora, se busca gente que tenga al menos bachillerato. En estos dos a?os han conseguido alcanzar a m¨¢s de 57.000 ni?os en todo el pa¨ªs, mientras que hasta 2012 el Gobierno solo lleg¨® a atender a unos 7.800 ni?os de estas edades: el servicio se limitaba a aquellos en situaciones de gran vulnerabilidad.
Al tiempo que se forma m¨¢s personal, se busca abrir m¨¢s centros con la complicidad de todo tipo de instituciones. Est¨¢n los gestionados directamente por el Estado, los cogestionados con alguna ONG o asociaci¨®n, y los que ya exist¨ªan de alg¨²n modo y ahora se est¨¢n integrando en el programa general. El reto es aumentar?¡ªo al menos mantener¡ª la dotaci¨®n presupuestaria y la viabilidad del proyecto entre el continuo choque y solapamiento de organismos, direcciones generales y gabinetes pol¨ªticos del pa¨ªs. Para llegar a alcanzar a los m¨¢s de 500.000 ni?os de estas edades que hay en Rep¨²blica Dominicana, "Conocemos la satisfacci¨®n de los usuarios, pero ahora falta que ellos tambi¨¦n asuman como un derecho este servicio y lo hagan suyo, porque ser¨¢ la ¨²nica manera de extenderlo y mantenerlo", opina Santelises.
Porque de momento hay presupuesto e implicaci¨®n pol¨ªtica, pero todo eso tiene que mantenerse para que el programa perdure. No hay datos para defender su efectividad, solo impresiones. "Lo que se propone con esto no son solo mejoras en la atenci¨®n y en la educaci¨®n. Sino cambios de comportamiento en toda la comunidad", se?ala Elcarte. Por eso, el verdadero efecto solo se ver¨¢ al conocer a la pr¨®xima generaci¨®n de dominicanos adultos. Cristina Resalgo, la hoy orgullosa abuela que cri¨® ocho hijos, suspira. "Ojal¨¢ esto hubiera existido antes".
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