Europa contra las cuerdas
No es descartable que la Uni¨®n termine operando como plataforma de Alemania
El 8 de noviembre, mientras se gestaba la victoria de Donald Trump, en simb¨®lico contrapunto ten¨ªa lugar en Bruselas una conferencia conmemorativa del 80? aniversario del nacimiento de V¨¢clav Havel, quien encarn¨® la pol¨ªtica con acuerdo a valores, vivir la verdad. En la mejor tradici¨®n haveliana, sin ignorar los cuestionamientos existenciales ¡ªqui¨¦nes somos, qui¨¦nes queremos ser¡ª que sobre nosotros pesan, debemos abordar el papel de Europa en la actual coyuntura internacional.
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El orden institucional liberal nacido tras la II Guerra Mundial ha entretelado, para el mundo, un periodo de paz y prosperidad sin precedentes. Y resulta dif¨ªcil negar que Estados Unidos haya pilotado esta empresa de ¨¦xito. Pero Europa no solo ha sido inspiraci¨®n y actor destacado: en ning¨²n otro lugar como en su suelo han arraigado tan hondo sus ideales y principios.
As¨ª, procede recordar los hitos, siquiera los m¨¢s recientes, del compromiso europeo: la Uni¨®n Europea ha sido actor preponderante del Acuerdo sobre el Clima alcanzado en Par¨ªs en junio pasado, tras haber mantenido en soledad internacional durante a?os la bandera del cambio clim¨¢tico; desempe?¨® un papel fundamental de inspiraci¨®n, aliento y acompa?amiento en la negociaci¨®n y el acuerdo nuclear con Ir¨¢n; y a muchos sorprendi¨® la respuesta unitaria de los Estados miembro a la anexi¨®n ilegal de Crimea por Rusia. Pero la UE ha dejado tambi¨¦n al descubierto sus carencias para liderar. Los ejemplos tambi¨¦n abundan: la precedente conferencia del clima de Copenhague de 2009; la intervenci¨®n en Libia; o la debacle actual de la crisis migratoria. Europa sobresale cuando juega en equipo transatl¨¢ntico, asumiendo el liderazgo americano. El problema es que en los pr¨®ximos a?os partido y alineaci¨®n est¨¢n menos que claros.
Y la Europa de la construcci¨®n com¨²n, la UE hoy, ha probado ¡ªen el pasado¡ª su valor como polo de atracci¨®n en el orden mundial, im¨¢n de naciones e individuos, la m¨¢s eficaz maquinaria de difusi¨®n de paz, prosperidad y esperanza. Lleva raz¨®n Federica Mogherini cuando asevera, a la luz de la victoria de Trump, que la UE debe erigirse en ¡°poder indispensable¡±. Este llamamiento rezuma convicci¨®n, pero realidad y ret¨®rica operan en planos muy distantes. Cierto es que emerge un vac¨ªo de liderazgo en el orden mundial liberal y con ello la oportunidad ¡ªy la necesidad¡ª de que un nuevo actor lo ocupe. Podr¨ªa, deber¨ªa ser el momento de Europa. Pero, en este periodo, la UE carece de la firmeza y la visi¨®n que la cr¨ªtica situaci¨®n requiere.
Con Havel hay que distinguir entre optimismo y esperanza: los europeos contamos con los recursos para brillar desde los valores y principios que nos fundan
Hu¨¦rfana de equipo trasatl¨¢ntico al que contribuir, ?en qu¨¦ devendr¨¢ la UE? Peligra y no es descartable que termine operando como plataforma de su inherente poder hegem¨®nico: Alemania. Menudean los elementos que apuntan a ese escenario: as¨ª, afirmar que en Bruselas, hoy, no se avanza sin el visto bueno de Berl¨ªn no pasa de perogrullada, cuando las instituciones se contorsionan para acomodar la decisi¨®n unilateral de bienvenida a los refugiados de la canciller Merkel y el posterior acuerdo migratorio con Turqu¨ªa. Presentes las muestras de solidaridad de una supremac¨ªa benigna, no dejar¨ªa de ser ir¨®nico que el dominio de un Estado se alzara en cierre de nuestro proyecto com¨²n, mientras el dif¨ªcil encaje del poder duro en la cultura alemana de hoy lastra cualquier proyecci¨®n internacional.
Por inc¨®modo que resulte, en el inquietante mundo hobbesiano que se dibuja ante nosotros, la aproximaci¨®n blanda al poder tiene su lugar, pero siempre que est¨¦ respaldada por un entendimiento cl¨¢sico del mismo. Y en ello reside uno de los focos de valor a?adido de la Uni¨®n y sus miembros. Solo si fu¨¦ramos capaces de abordar en la pr¨¢ctica, con traducci¨®n presupuestaria, la tantas veces esbozada defensa europea, resultar¨ªa viable una plataforma de representaci¨®n global de los intereses europeos.
No es este un escenario optimista. Pero con Havel hay que distinguir entre optimismo y esperanza: los europeos contamos con los recursos para pesar en la escena internacional, para brillar desde los valores y principios que nos fundan. Aunque no mostremos capacidad ni inclinaci¨®n para pasar de la potencia a la acci¨®n. Y solo si empezamos por reconocer que la Uni¨®n est¨¢ contra las cuerdas, podremos enfrentarnos al desaf¨ªo de contribuir en primera l¨ªnea a conformar un futuro mejor para nuestros conciudadanos y para el mundo, basado en instituciones y derecho. Este, creo, ser¨ªa hoy el mensaje de Havel.
Ana Palacio, exministra de Asuntos Exteriores y ex vicepresidenta primera del Banco Mundial, es miembro del Consejo de Estado.
? Project Syndicate, 2016.
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