Buenas ense?anzas para la ley de educaci¨®n
La formaci¨®n de los ciudadanos debe basarse en el respeto del derecho de cada uno a buscar su verdad
Albert Camus pens¨® en dos personas cuando le comunicaron que iba a recibir el Premio Nobel: primero, en su madre, una sirvienta espa?ola, y despu¨¦s, en su maestro en la escuela de Argel, el se?or Germain. El galard¨®n, le escribi¨®, ¡°me ofrece la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para m¨ª y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el coraz¨®n generoso que usted puso contin¨²an siempre vivos¡±. El se?or Germain le contest¨®: ¡°Mi peque?o Albert, (¡) si fuera posible abrazar¨ªa muy fuerte al gran mocet¨®n en que te has convertido¡±. Y al terminar la carta, el maestro resumi¨® en pocas l¨ªneas cu¨¢l hab¨ªa sido su tarea: ¡°Creo haber respetado, durante toda mi carrera, lo m¨¢s sagrado que hay en el ni?o, el derecho a buscar su verdad¡±.
El se?or Germain pensaba que un maestro debe hacer todo lo posible por no manifestar sus ideas y no pesar sobre las j¨®venes inteligencias de sus alumnos. ¡°Cuando se trataba de Dios (est¨¢ en el programa)¡±, escribi¨®, ¡°yo dec¨ªa que algunos creen, otros no. Y que en la plenitud de sus derechos, cada uno hace lo que quiere. De la misma manera, en el cap¨ªtulo de las religiones, me limitaba a se?alar las que existen, y que profesaban todos aquellos que lo deseaban. A decir verdad, a?ad¨ªa que hay personas que no practican ninguna religi¨®n¡±. La hermosa carta de monsieur Germain ser¨ªa un buen prefacio para una futura ley de educaci¨®n, si como asegura el nuevo ministro del ramo, ??igo M¨¦ndez de Vigo, esta vez s¨ª se har¨¢ todo lo posible por llegar a un texto consensuado entre todas las fuerzas parlamentarias.
Ser¨ªa importante que ese consenso no girara solo en torno a los conocimientos t¨¦cnicos que deben adquirir los alumnos, ni a su formaci¨®n como ciudadanos, ni tan siquiera en torno a la asignatura de religi¨®n. El maestro del peque?o Camus lo expres¨® muy bien: se trata de respetar el derecho de cada uno a buscar su verdad y de utilizar la educaci¨®n como un instrumento poderoso que se les proporciona a los individuos en su infancia para hacer ese camino. Pero son despu¨¦s esos ni?os y ni?as los que deber¨¢n decidir c¨®mo usan ese instrumento, sin excluir de sus decisiones el debate moral.
¡°Cuando se trataba de Dios, yo dec¨ªa que algunos creen, otros no¡±, explic¨® el maestro de Albert Camus
No se trata, pues, de ahormar a unos j¨®venes a las necesidades de una sociedad, sino de educarlos para que tomen sus decisiones y para que lo hagan sin desembarazarse de la obligaci¨®n, o incluso la carga propia de la condici¨®n humana, que supone el problema moral. La educaci¨®n deber¨ªa hacernos comprender que leer, dominar la t¨¦cnica o sobresalir en el manejo de Internet no nos hace mejores ciudadanos ni mejores personas. Finlandia, el pa¨ªs que ofrece la mejor educaci¨®n del mundo, seg¨²n multitud de estudios y de expertos, tiene un alto porcentaje de votantes ultraconservadores y xen¨®fobos. Se puede recibir una educaci¨®n exquisita y utilizarla para ser intolerante o cruel, o para lo contrario. Lo que deber¨ªamos aprender en la escuela es justamente que una cosa u otra depender¨¢ de nuestra propia decisi¨®n, individual, y que no est¨¢ prefijada.
El joven alumno del se?or Germain agradeci¨® siempre a su maestro que la escuela le ense?ara que hay plagas y hay v¨ªctimas y que en la medida de lo posible hay que negarse a estar del lado de la plaga. Porque, como dec¨ªa Tony Judt, que se sinti¨® alumno ¡°imaginado¡± de Germain, por mucho que nos digan hoy que la globalizaci¨®n es un paliativo universal, la verdad es que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jam¨¢s. Esa es una buena ense?anza hoy d¨ªa para cualquier nueva ley de educaci¨®n, en Espa?a o en Finlandia.
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