El viento
El viento que volvi¨® locos a los espa?oles mientras Miguel de Unamuno prosegu¨ªa con sus estudios son los que uno cree advertir soplar desde hace tiempo en todo el planeta

En el mediometraje Los Montes, de Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ªn Sarmiento, un cineasta desconocido en Espa?a por haber hecho casi toda su carrera en Francia, una de las mujeres que asisten al velatorio del ¨²ltimo hombre del pueblo, cuyo final se advierte ya irreversible, cuenta una de las cosas m¨¢s po¨¦ticas que uno ha escuchado nunca: el viento no mueve los ¨¢rboles, son los ¨¢rboles los que al moverse crean el viento.
No s¨¦ qu¨¦ ¨¢rboles crear¨¢n el viento de Fuerteventura, lo cierto es que se trata de un viento seco y abrasador como Miguel de Unamuno pudo comprobar en sus meses de destierro en la des¨¦rtica isla canaria que Manuel Mench¨®n ha recreado en una pel¨ªcula, La isla del viento, que se acaba de estrenar. El actor Jos¨¦ Luis G¨®mez presta su interpretaci¨®n en ella al escritor y fil¨®sofo bilba¨ªno, un personaje tan poco le¨ªdo como mal comprendido por los espa?oles. A la luz de su mentalidad su pensamiento no encaja ni con las ideolog¨ªas dominantes en su tiempo ni con las de ahora. ?l, conservador a machamartillo, cat¨®lico, apost¨®lico y romano, era a la vez un heterodoxo, un hereje, un revolucionario at¨ªpico. Su grito de excomuni¨®n ¡ª¡°?vencer¨¦is pero no convencer¨¦is!¡±¡ª a los falangistas que, con Mill¨¢n Astray a la cabeza, patearon la sagrada Universidad salmantina, templo de la inteligencia, forma parte ya de la historia espa?ola, tanto por su significado como por su oportunidad. Solo Unamuno, que hab¨ªa apoyado la sublevaci¨®n militar cuando se produjo, pod¨ªa permitirse decir una frase as¨ª.
Pero el que protagoniza la pel¨ªcula de Manuel Mench¨®n, un filme fallido pero lleno de buenas ideas, no es Miguel de Unamuno sino el viento. La circunstancia de su destierro, que habr¨ªa dicho Ortega y Gasset, otro fil¨®sofo conservador. A lo largo de toda la pel¨ªcula, el viento se mezcla con el estado de ¨¢nimo del fil¨®sofo, que ve c¨®mo su pensamiento se modifica ante su violencia como le ocurre a la isla en la que est¨¢ extra?ado. Es lo que estaba ocurriendo a la vez en Espa?a, que ve¨ªa soplar sobre ella vientos de guerra, la que terminar¨ªa estallando algunos a?os despu¨¦s. Esos vientos, el viento seco y abrasador de Fuerteventura, el ¨¢spero y lleno de amenazas que volvi¨® locos a los espa?oles mientras Miguel de Unamuno prosegu¨ªa con sus estudios y con sus viajes de vuelta de su destierro, son los que uno cree advertir soplar desde hace tiempo en todo el planeta, de Afganist¨¢n a Estados Unidos, de Rusia a Oriente Pr¨®ximo y a Europa. Ojal¨¢ sea una impresi¨®n equivocada, porque los vientos que soplan no son precisamente los que tienen la respuesta a nuestras preguntas, ¨¦sos a los que canta el ¨²ltimo Premio Nobel de Literatura.
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