Pacto de Estado y violencia machista
Hace a?os escrib¨ª que la violencia contra las mujeres es terrorismo machista, aunque as¨ª se la denomine en pocas ocasiones. La RAE, de la que soy poco partidaria por su defensa a ultranza del lenguaje sexista y su composici¨®n hist¨®ricamente masculina, define al terrorismo como ¡°sucesi¨®n de actos de violencia ejecutados para infundir terror¡±. Y eso es lo que hacen los asesinos machistas.
El machismo es dominaci¨®n sobre las mujeres, que se ejerce de muy diversas maneras, de forma cotidiana y continua. Cuando las mujeres se rebelan, las matan. La violencia est¨¢ generalizada, y no consiste solo en agresiones f¨ªsicas ni siempre termina en asesinato. La violencia, f¨ªsica y ps¨ªquica, es diaria, ha existido siempre, aunque se hablara de ella de diversas maneras: ¡°crimen pasional¡±, ¡°la mat¨¦ porque era m¨ªa¡±, ¡°algo habr¨¢ hecho¡±, ¡°mi marido me pega lo normal¡± y un largo etc¨¦tera. Las cifras de mujeres asesinadas producen escalofr¨ªos y de la otra violencia, la cotidiana y silenciosa, no hay estad¨ªsticas, pero son terribles y no decrecen.
La Ley 1/2004 de medidas de protecci¨®n integral contra la violencia de g¨¦nero, la primera ley del Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero, aprobada por unanimidad, fue decisiva para sacar del silencio la violencia contra las mujeres y para que se adoptaran muchas medidas que permitieron atajarla, sin que, sin embargo, hayan dejado de asesinarlas. La conciencia social ha aumentado mucho y su condena tambi¨¦n, pero las muertes no cesan.
De este pacto de Estado, que es absolutamente necesario, me inquieta que nos haga creer que cuando se consigan todas sus propuestas, se va a poner fin realmente a la violencia machista
Conscientes de ello hemos reclamado, con vehemencia, un pacto de Estado contra la violencia machista, que, por fin, ha vuelto a ser el primer acuerdo un¨¢nime alcanzado tras la constituci¨®n del nuevo Gobierno. Con ¨¦l se pretende erradicar, de forma efectiva, esta violencia con muchas propuestas, desde la creaci¨®n de una subcomisi¨®n en el Congreso que revise la legislaci¨®n actual, hasta formular nuevas medidas, que ser¨¢n revisadas peri¨®dicamente, implicando a todas las administraciones, a todas las v¨ªctimas, a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, adecuando la legislaci¨®n a los acuerdos europeos, sobre todo al Convenio de Estambul, incluyendo un plan de protecci¨®n y reparaci¨®n para los/as menores v¨ªctimas de violencia, mejorando el trabajo de los Juzgados especializados, acompa?ado todo ello de una imprescindible mayor dotaci¨®n presupuestaria, muy mermada en los ¨²ltimos a?os. En la declaraci¨®n institucional que sigui¨® al acuerdo parlamentario se califica la violencia machista como ¡°una tragedia social¡± contra la que hay que luchar ¡°hasta su total erradicaci¨®n¡±.
Hasta aqu¨ª lo ocurrido. Ahora, mi duda. De este pacto de Estado, que es absolutamente necesario, me inquieta que nos haga creer que cuando se consigan todas sus propuestas, se va a poner fin realmente a la violencia machista.
El pacto de Estado es una condici¨®n necesaria, pero no suficiente, para su erradicaci¨®n, porque contra lo que hay que estar es contra las causas que provocan la desigualdad entre hombres y mujeres, que es la ra¨ªz del problema, los ¡°valores¡± de la sociedad patriarcal que no superamos. John Irving ha escrito que ¡°los derechos de gais, lesbianas y transexuales est¨¢n avanzando m¨¢s r¨¢pido que los de las mujeres, entre otras cosas, porque ¡°no hemos revisado ni la teor¨ªa de los derechos humanos, para que se rompa con el modelo patriarcal, ni el esquema de las relaciones laborales, que continua respondiendo a la divisi¨®n hombre proveedor/mujer cuidadora¡±. La estructura patriarcal se asienta, escribe Ana de Miguel, en la machacona creencia de que como ¡°ya hay igualdad¡± cualquier acci¨®n que realicen las mujeres es fruto de la libre elecci¨®n y no es cierto. La libertad de elecci¨®n no existe para millones de mujeres.
No somos ni libres ni iguales, aunque las Constituciones de todo el mundo proclamen lo contrario. Seguimos sin hacer real la paridad en ning¨²n ¨¢mbito de la vida, la brecha salarial aumenta, el desempleo femenino y la precarizaci¨®n laboral van creciendo. La corresponsabilidad y la conciliaci¨®n parecen ciencia ficci¨®n y la feminizaci¨®n de la pobreza se incrementa. Los derechos sexuales y reproductivos, su libertad de ejercicio, siempre est¨¢n en peligro. En la cultura tenemos hist¨®ricamente un papel subordinado. En el mundo empresarial-financiero apenas existimos. El lenguaje tambi¨¦n nos excluye y, sobre todo, no educamos en igualdad ni en la familia ni en la escuela.
Solo el feminismo, como lucha inagotable, nos permitir¨¢ la igualdad necesaria.
La primera vindicaci¨®n de las mujeres fue, precisamente, la de promover la educaci¨®n igualitaria entre los sexos. Las mujeres no son, por naturaleza, inferiores a los hombres, lo son porque no han recibido la misma educaci¨®n. No hay m¨¢s que mirar atentamente para comprobar los estereotipos de los que vivimos rodeados.
¡°El d¨ªa en que la mujer pueda amar con su fuerza y no con su debilidad, no para huir de s¨ª misma sino para encontrarse, no para renunciar sino para afirmarse, entonces el amor ser¨¢ una fuente de vida y no un mortal peligro¡±, escribi¨® Simone de Beauvoir hace a?os y de eso se trata, de alcanzar la igualdad real y efectiva para que no usen ni abusen de las mujeres, y mientras, claro que es necesario un pacto de Estado contra la violencia machista, pero su consecuci¨®n no debe ocultarnos nunca las razones estructurales y profundas de esta violencia a la que el patriarcado somete a las mujeres. Solo el feminismo, como lucha inagotable (Kader Attia), nos permitir¨¢ la igualdad necesaria.
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