?Qu¨¦ es peor, comer por estr¨¦s o por placer?
Un nuevo estudio revela cu¨¢l de las dos motivaciones nos impulsa a comer m¨¢s y cu¨¢l a hacerlo peor
"Estoy tan estresado que no paro de comer". Probablemente ha dicho o escuchado una sentencia similar en alg¨²n momento. Tanto la sabidur¨ªa popular como parte de la literatura cient¨ªfica han vinculado recurrentemente las siuaciones de especial nerviosismo a un mayor apetito, e incluso al riesgo de enfermedades como la obesidad y la diabetes. Pero sentimos tirar por tierra la excusa: un reciente estudio publicado en Biological Psychology desmiente la relaci¨®n entre el estr¨¦s y los atracones.?
¡°Para empezar, hemos diferenciado hambre por necesidad y?hambre por placer¡±, explica la responsable del estudio, Julia Reichenberger, de la Universidad de Salzburgo (Suiza). El primer concepto definir¨ªa la ¡°ingesta de alimento homeost¨¢ticamente¡±, es decir, la alarma con la que nuestro cuerpo nos avisa de que necesita alimentos; el segundo se refiere al hambre ¡°impulsado por hedonismo, por el sabor de la comida¡±. Cuando los participantes "estaban m¨¢s estresados, disminu¨ªa su hambre por placer, mientras que la misma situaci¨®n no influ¨ªa en el hambre por necesidad¡±, asegura.
Los investigadores controlaron, durante 10 d¨ªas, las respuestas de 59 voluntarios divididos en tres grupos: los que tradicionalmente controlaban su dieta, los que com¨ªan dej¨¢ndose llevar por el olor o la apariencia de un plato y los llamados ¡°comedores emocionales¡±, que eleg¨ªan alimentos en respuesta a sus emociones positivas o negativas. ¡°Enviamos cuestionarios cortos al m¨®vil cinco veces al d¨ªa preguntando por su alimentaci¨®n, su estado emocional y su nivel de estr¨¦s¡±, explica Reichenberger.
'Atracones' de felicidad
No solo el estr¨¦s no es el causante del impulso de comer sino que, seg¨²n los cient¨ªficos suizos, la relaci¨®n entre esta emoci¨®n y la comida es inversamente proporcional. Para Rosa Redolat, catedr¨¢tica de Psicobiolog¨ªa de la Universidad de Valencia y miembro del grupo de investigaci¨®n Estr¨¦s y salud: Vulnerabilidad y resistencia, que las situaciones de nerviosismo generen una menor sensaci¨®n de hambre por necesidad podr¨¢ servir ¡°para dise?ar futuros estudios de intervenci¨®n basados en regulaci¨®n de emociones o afrontamiento del estr¨¦s¡±. La experta alaba adem¨¢s la metodolog¨ªa de este estudio: ¡°La mayor¨ªa est¨¢n hechos en laboratorio, con lo cual se sesgan mucho los resultados, y este no¡±, se?ala.
Adem¨¢s, curiosamente, el trabajo concluye que la mayor disposici¨®n a comer por hedonismo se propiciaba precisamente por lo contrario: las emociones positivas. ¡°Confirma la teor¨ªa del happy eating (comer feliz) que apuntan algunas investigaciones previas¡±, explica la experta. Aunque, como los autores, cree que a¨²n queda camino por recorrer en este campo: ¡°Son necesarios m¨¢s estudios para evaluar mejor esta relaci¨®n. Estudiando, por ejemplo, la diferencia entre semana y fines de semana o con cuestionarios m¨¢s espec¨ªficos. Adem¨¢s de tener en cuenta factores sociales que afectan a cada persona individualmente¡±, sentencia.
Si no comemos m¨¢s, ?comemos peor?
Sin embargo, que no se nos despierte el apetito con los momentos de alteraci¨®n quiz¨¢ no signifique la ruptura definitiva de la relaci¨®n entre el estr¨¦s y la obesidad: son muchas las investigaciones, como esta de la Escuela de Medicina de Harvard (EE UU), que aseguran que las preferencias alimenticias se modifican en situaciones estresantes: ¡°Numerosos estudios muestran que el estr¨¦s f¨ªsico o emocional aumenta la ingesta de alimentos altos en az¨²car, grasas o ambos. Estas sustancias parecen generar un efecto de recompensa que inhibe en el cerebro estos procesos y las emociones que se relacionan con ellos¡±, cuentan los investigadores.
Aunque tambi¨¦n este nexo se pone en entredicho: un estudio del Intituto de Tecnolog¨ªa de los Alimentos (EE UU) argumenta que la culpa de que asaltemos la nevera en momentos de estr¨¦s es de nuestros h¨¢bitos y no de la ansiedad. En su trabajo, realizado con estudiantes universitarios, se dieron cuenta de que los ex¨¢menes no cambiaban las inclinaciones de los participantes: eleg¨ªan el mismo snack, se sintieran estresados o no. "Los h¨¢bitos no cambian en situaciones de alta presi¨®n. Las personas act¨²an dependiendo de estos h¨¢bitos, sean o no saludables", aseguran los autores.
La epidemia del siglo XXI
Seg¨²n la Sociedad Espa?ola para el Estudio de la Ansiedad y el Estr¨¦s (SEAS), el estr¨¦s es ¡°un proceso interactivo en el cual est¨¢n en juego las demandas de la situaci¨®n y los recursos del individuo para afrontarla. Cuanto mayores sean estas demandas y menores sean los recursos del individuo, la sobrecarga ser¨¢ mayor¡±. La OMS lo considera una ¡°epidemia global¡±, no en vano, afecta al 59% de los espa?oles, seg¨²n el INE. Sus consecuencias son diversas: alteraciones respiratorias, digestivas o cardiovasculares, cambios de humor, impotencia o dolor muscular. Puede que no le haga perder el control delante de una bandeja de dulces, pero en cualquier caso, no es un buen compa?ero.
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