Por qu¨¦ los humanos perdieron el hueso del pene
El b¨¢culo es un hueso extraesquel¨¦tico, y ha ayudado a los primates a ganar en el juego del apareamiento
Uno de los productos m¨¢s extra?os y maravillosos de la evoluci¨®n es el hueso del pene, o b¨¢culo. El b¨¢culo es un hueso extraesquel¨¦tico, lo que significa que no est¨¢ conectado con el resto del esqueleto, sino que flota airosamente al final del pene. Dependiendo del animal, su tama?o va desde menos de un mil¨ªmetro hasta casi un metro, y su forma var¨ªa de una espina similar a una aguja a un diente parecido al de un tenedor.
El b¨¢culo de la morsa, que se podr¨ªa confundir f¨¢cilmente con un garrote de 60 cent¨ªmetros, mide aproximadamente una sexta parte de la longitud del cuerpo del animal, mientras que el diminuto hueso del pene del l¨¦mur de cola anillada, de algunos cent¨ªmetros de largo, representa solo una cuarentava parte de la longitud del suyo.
Los b¨¢culos se encuentran en determinadas especies de mam¨ªferos, pero no en todas
Los b¨¢culos se encuentran en determinadas especies de mam¨ªferos, pero no en todas. La mayor¨ªa de los primates macho lo tienen, as¨ª que los humanos somos m¨¢s bien una rareza, ya que carecemos de ¨¦l. En un pu?ado de circunstancias extraordinarias, hay machos de la especie humana que han desarrollado un hueso en el suave tejido del extremo del pene, pero se trata de una anomal¨ªa poco frecuente m¨¢s que de un b¨¢culo.
En un nuevo estudio, publicado en Proceedings of the Royal Society B, mi compa?ero Kit Opie y yo hemos investigado c¨®mo se desarroll¨® el b¨¢culo en los mam¨ªferos analizando su distribuci¨®n entre las diferentes especies en funci¨®n del patr¨®n de herencia (conocido como filogen¨¦tica).
Demostramos que el hueso no se desarroll¨® hasta despu¨¦s de la divisi¨®n de los mam¨ªferos en placentarios y no placentarios hace unos 145 millones de a?os, pero antes de que apareciese el ancestro com¨²n m¨¢s reciente de los primates y los carn¨ªvoros hace unos 95 millones de a?os. Nuestra investigaci¨®n muestra tambi¨¦n que este ancestro com¨²n ten¨ªa b¨¢culo. Esto significa que cualquier especie dentro de estos grupos que no lo tenga, como la humana, tiene que haberlo perdido en el curso de la evoluci¨®n.
El hueso no se desarroll¨® hasta despu¨¦s de la divisi¨®n de los mam¨ªferos en placentarios y no placentarios hace unos 145 millones de a?os
En primer lugar, veamos por qu¨¦ demonios iba a necesitar un animal tener un hueso en el pene. Los cient¨ªficos han elaborado unas cuantas teor¨ªas sobre para qu¨¦ podr¨ªa ser ¨²til el b¨¢culo. En determinadas especies, como por ejemplo los gatos, el cuerpo de la hembra no expulsa los ¨®vulos hasta que se aparea, y algunos investigadores sostienen que el hueso del pene puede ayudar a estimular a las hembras y desencadenar la ovulaci¨®n. Otra teor¨ªa, con un nombre ligeramente picante, es la hip¨®tesis de la fricci¨®n vaginal. B¨¢sicamente dice que el b¨¢culo act¨²a como un calzador que permite al macho vencer la fricci¨®n y deslizarse dentro de la hembra.
Por ¨²ltimo, se ha propuesto que el hueso del pene ayuda a prolongar la ¡°intromisi¨®n¡±, tambi¨¦n conocida como penetraci¨®n vaginal. Lejos de ser tan solo una buena forma de pasar la tarde, esta manera de hacer que la intromisi¨®n dure m¨¢s le sirve al macho para evitar que la hembra se escabulla y se aparee con otro antes de que el esperma haya tenido ocasi¨®n de obrar su magia. Esta teor¨ªa da un significado totalmente nuevo a la expresi¨®n ¡°obstruir la entrada¡±.
Se ha propuesto que el hueso del pene ayuda a prolongar la ¡°intromisi¨®n¡±, tambi¨¦n conocida como penetraci¨®n vaginal
Nosotros hemos descubierto que, en el curso de la evoluci¨®n de los primates, el hecho de tener b¨¢culo siempre ha guardado relaci¨®n con una duraci¨®n mayor de la penetraci¨®n (algo as¨ª como m¨¢s de tres minutos). Adem¨¢s, los machos de las especies de primates en las que la intromisi¨®n dura m¨¢s, suelen tener el hueso del pene bastante m¨¢s largo que los de las especies con intromisiones breves.
Otro descubrimiento interesante ha sido que los machos de las especies que se enfrentan a elevados niveles de competici¨®n sexual por las hembras tienen b¨¢culos m¨¢s largos que los que se enfrentan a niveles m¨¢s bajos.
Pero, ?qu¨¦ pasa con los humanos? Si el hueso del pene es tan importante para competir por una pareja y prolongar la c¨®pula, ?por qu¨¦ no lo tenemos? Pues bien, en pocas palabras, la respuesta es que los seres humanos no pertenecemos del todo a la categor¨ªa de la ¡°intromisi¨®n prolongada¡±. Para los machos humanos, la duraci¨®n media entre la penetraci¨®n y la eyaculaci¨®n es de menos de dos minutos.
En el curso de la evoluci¨®n de los primates, el hecho de tener b¨¢culo siempre ha guardado relaci¨®n con una duraci¨®n mayor de la penetraci¨®n
Sin embargo, los bonobos solo pasan unos 15 segundos copulando cada vez, y de todas maneras, tienen b¨¢culo, aunque sea muy peque?o (unos ocho mil¨ªmetros). Entonces, ?qu¨¦ hace que seamos diferentes? Puede que tenga que ver con nuestras estrategias de apareamiento. Entre los machos humanos (por lo general) la competici¨®n sexual es m¨ªnima, ya que lo habitual es que las hembras se apareen con un solo macho en el mismo periodo. Tal vez la adopci¨®n de esta pauta de apareamiento, unida a la brevedad de nuestra penetraci¨®n, fuese el golpe de gracia para el b¨¢culo.
Los cient¨ªficos no estamos m¨¢s que empezando a descifrar la funci¨®n de este hueso tan ins¨®lito. Lo que parece claro es que los cambios en el b¨¢culo de los primates son consecuencia, al menos en parte, de las estrategias de apareamiento de la especie. La imagen que parece emerger es que, cuando los niveles de competici¨®n sexual son altos, en lo que respecta al hueso del pene, cuanto m¨¢s grande, mejor.
Matilda Brindle es estudiante de doctorado, London NERC Doctoral Training Partnership, University College London.
Cl¨¢sula de divulgaci¨®n: Matilda Brindle recibe financiaci¨®n del London NERC Doctoral Training Partnership (NE/L002485/1).
Este art¨ªculo fue publicado originalmente en ingl¨¦s en la web The Conversation.
Traducci¨®n de News Clips.
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