Cuando el sexo se ve como una obligaci¨®n
Muchas mujeres se quejan de sentir poco deseo, de tener que "mentalizarse" para tener relaciones
Muchas mujeres se quejan de sentir poco deseo sexual, de tener que ¡°mentalizarse¡± para ello, de sentirse muy demandadas por sus parejas masculinas, los cuales parecen ser sexualmente m¨¢s activos.
Se sienten raras y diferentes, como si algo fallara en ellas que las hace no estar a la altura de las expectativas de su pareja y en general, de la sociedad.
Sin embargo, lo que la mayor¨ªa desconoce es que el deseo sexual no funciona igual en hombres y mujeres. Desde que los terapeutas sexuales pioneros y revolucionarios en el campo de la sexualidad humana Masters y Johnson tradujeran la respuesta sexual de los diferentes g¨¦neros en t¨¦rminos cient¨ªficos y demostraran a la humanidad que funcionamos de manera diferente, se ha seguido investigando mucho en este sentido y los ¨²ltimos estudios apuntan hacia una evidente diferencia en la forma en que se activa el deseo en unos y en otras. Hoy sabemos que las mujeres somos m¨¢s auditivas y t¨¢ctiles y los hombres m¨¢s visuales, sabemos que el orgasmo tambi¨¦n tiene una gr¨¢fica distinta, sabemos sobre todo que la sexualidad humana es compleja y en particular la femenina.
Se han hecho m¨²ltiples estudios que determinan que la respuesta sexual femenina no est¨¢ determinada por hormonas, que los niveles de testosterona en sangre no indican presencia o ausencia de deseo en una mujer. Entonces, ?qu¨¦ desencadena el deseo en una mujer?
Seguimos muy secuestradas por las expectativas que el mundo masculino ha impuesto sobre nosotras y sobre c¨®mo debemos ser
Todas las respuestas a esta pregunta apuntan hacia dos lugares genuinamente femeninos: la autoestima y el bienestar emocional. No sentirse c¨®moda con tu propio cuerpo es el camino m¨¢s directo hacia la inhibici¨®n de las necesidades del mismo, incluyendo el sexo.
Por otra parte, la necesidad de un ambiente emocional positivo, de confianza y escucha, propicia el deseo en una mujer mientras que lo contrario lo inhibe. Es com¨²n encontrarnos en terapia de pareja el planteamiento masculino de suavizar un conflicto teniendo una relaci¨®n sexual, mientras que para una mujer es impensable tener sexo mientras el conflicto est¨¦ a¨²n sin resolver.
Cabe pensar que la revoluci¨®n feminista de los a?os 60 y la presunta liberaci¨®n femenina nos dej¨® m¨¢s libres en la cama, pero no estoy tan segura de ello. Escuchando a las mujeres en conversaciones ¨ªntimas o en terapia pareciera que seguimos muy secuestradas por las expectativas que el mundo masculino ha impuesto sobre nosotras y sobre c¨®mo debemos ser: nos masturbamos pero no lo decimos, tenemos que alcanzar el orgasmo con la penetraci¨®n, no hay pr¨¢cticamente porno hecho por mujeres y para mujeres, no pedimos lo que queremos de forma expl¨ªcita en la cama, tenemos sexo por complacer y no por complacernos, seguimos fingiendo el orgasmo.
En un estudio publicado por The Journal of Sexual Archives, tras entrevistar a 481 mujeres sexualmente activas, el 80% reconoci¨® fingir el orgasmo de vez en cuando. Otra investigaci¨®n llevada a cabo por la Universidad de Kansas habla del 68%... en todo caso, siguen siendo porcentajes muy altos para poder hablar de ¡°liberaci¨®n sexual¡±.
Durante el puerperio, nuestra libido est¨¢ al servicio de la cr¨ªa, pero si sigue sucediendo despu¨¦s, se est¨¢ produciendo un desequilibrio
En definitiva y en lo que tiene que ver con las relaciones heterosexuales, no creo que pueda hablarse de una gran evoluci¨®n hacia la autenticidad y la libertad en mujeres de entre 30 y 50 a?os, donde siguen prevaleciendo las expectativas que sobre la mujer tiene una sociedad profundamente patriarcal y machista y el terreno de las s¨¢banas no escapa a ello.
Seguimos confusas sobre cu¨¢l es el equilibrio entre ser una actriz porno que cumpla las expectativas masculinas sobre c¨®mo debe ser una mujer liberada en la cama o la mesurada madre de los hijos de ambos, en cuyo caso determinadas conductas no ser¨ªan digamos que apropiadas.
Y de ah¨ª surge una gran contradicci¨®n en muchas mujeres al llegar la maternidad, y es que cuando se convierten en algo tan movilizador y brutal como ser madres, su sexualidad tiende a verse eclipsada. Esto es algo completamente normal durante el puerperio, en el cual nuestra libido est¨¢ al servicio de la cr¨ªa, pero si esto sigue ocurriendo despu¨¦s de ese periodo entonces se est¨¢ produciendo un desequilibrio de roles, donde la pareja se resiente y la mujer sin saberlo o sabi¨¦ndolo, tambi¨¦n.
La sociedad occidental sacraliza a la madre y ello lleva aparejado una especie de conciencia colectiva sobre c¨®mo ¨¦sta debe comportarse, tambi¨¦n en la cama. Nosotras no escapamos a ello y por supuesto termina convirti¨¦ndose en una contradicci¨®n interna en aquellas mujeres con una m¨ªnima conciencia y voluntad sobre c¨®mo quieren dirigir sus vidas.
Un ambiente emocional positivo, de confianza y escucha, propicia el deseo en la mujer
Sin embargo no hay tal contradicci¨®n si redirigimos nuestra condici¨®n femenina en lo sexual hacia nuestra verdadera esencia. Es decir, en lugar de vivir una sexualidad orientada a las necesidades y demandas de un mundo b¨¢sicamente masculino, planteo conectarnos con nuestra genuina forma de sentir, en cuyo caso tal disociaci¨®n tiende a desaparecer: la maternidad es el sentido m¨¢ximo de la sexualidad femenina, en tanto nos empodera y conecta con el potencial de nuestro cuerpo, en tanto es afecto y piel.
Nos han ense?ado que nuestra sexualidad depende del otro, de lo que el otro sea capaz de ¡°extraer¡± de nosotras: en una encuesta realizada por la revista Women¡¯s Health donde se entrevist¨® a 2.500 mujeres sobre gustos, preferencias y pensamientos en cuestiones de cama, el 19% de ellas asegur¨® que casi siempre aprovechan para estimularse ellas mismas mientras practican sexo y que otro 10% tambi¨¦n quiere hacerlo pero se contiene. De esta misma encuesta se desprende que muchas de las parejas masculinas se lo toman como algo personal, como si estuvieran haciendo ¡°algo mal¡±. S¨ªntoma este de otra creencia generalizada en el sexo, y es que nuestra vivencia de la sexualidad es necesariamente compartida. No se fomenta una educaci¨®n donde se ense?e el autoconocimiento de nuestro cuerpo y sus posibilidades, el autoplacer, la sensualidad que habita en el mundo femenino como eje fundamental sobre el que pivota tambi¨¦n nuestra sexualidad, de la que es parte.
Todas ellas son creencias que no han llegado a cuestionar ni siquiera las mujeres ¡°liberadas¡± mujeres independientes econ¨®micamente, cultas, con una gran cuota de control sobre sus vidas.
Hay m¨¢s energ¨ªa puesta en encajar dentro del estereotipo sexual masculino y sus inalcanzables medidas, en erotizar de forma brutalmente precoz la infancia de las ni?as convirti¨¦ndolas en modelos con tacones y sombra de ojos.
Para muchas mujeres el sexo se ha convertido en un ¡°tengo que¡± en lugar de en un ¡°me apetece¡±, en esa carrera desenfrenada por satisfacer las expectativas de un mundo liderado por hombres y construido a la medida de sus deseos y necesidades. Todav¨ªa.
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