Carolina Herrera, la emperatriz de Manhattan
UNO SE TOPA con ¡°la se?ora¡± de espaldas, a contraluz, en mitad del sal¨®n ba?ado por el sol de mediod¨ªa de su estudio de la S¨¦ptima Avenida, y se le ocurre que podr¨ªa ser una maestra de danza, con esa silueta menuda, erguida y hier¨¢tica; la melena corta; la cabeza alta; las manos (desnudas y masculinas), reposando en las caderas; un atuendo estricto, de un minimalismo militar, y un armonioso balanceo al andar, desenvuelto y cimbreante, a bordo de sus tacones de ocho cent¨ªmetros. Se mueve como si estuviera entrando en el restaurante m¨¢s cool del Uptown. Dicen en el mundo de la moda que nadie lo hace como ella.
¡°Soy una mal¨ªsima cocinera que no sabe ni hervir agua. Fui educada para ser la se?ora de su hogar, Dirigir bien al servicio y tener muchos hijos¡±.
Su voz es autoritaria, profunda y teatral, con un ligero deje venezolano. Su sentido del humor, refinado e irreverente. Como sus trajes de noche. ¡°Pero siempre con buen gusto, no se confunda¡±. Podr¨ªa ser un personaje de Scott Fitzgerald. Una Zelda en sus cabales. Tiene ojos negros de latina y cutis de adolescente. Solo hace una concesi¨®n a la frivolidad con su l¨¢piz de labios rojo ferrari, como el retrato que le hizo Andy Warhol y que cubre una pared de su despacho, rodeado por una gran terraza con cantos rodados y macizos de boj y repleto de libros de amigos desaparecidos (Dal¨ª, Diana Vreeland, Gore Vidal) y viejas fotograf¨ªas. Entre ellas, en la que pos¨® en blanco y negro para el maldito Robert Mapplethorpe, al que conoci¨® en Mustique, en el Caribe, en el entorno de la princesa Margarita (hermana de la reina de Inglaterra), Mick Jagger y el due?o de la isla desde 1958, lord Glenconner. ¡°Bob Mapplethorpe era guapo, encantador y muy educado. Coincidimos en un vuelo privado y nos ca¨ªmos muy bien. Era muy talentoso; rompedor. Me rog¨® que posara para ¨¦l. Era pobre. No ten¨ªa ni asistente. Mi marido le ayud¨® con las luces. Muri¨® muy joven. Como Halston [el gran modista americano] y Steve Rubell [el due?o de la discoteca Studio 54, donde se mezclaban lo m¨¢s salvaje y lo m¨¢s chic de Manhattan]. Los ochenta fueron bellos y terribles¡±.
¨C?C¨®mo se llevaba con esa gente tan diferente a usted?
¨C?ramos amigu¨ªsimos. Y luego cada uno llevaba la vida que quer¨ªa. ?Qu¨¦ aburrimiento si tus amigos son todos iguales! Lo que no aguanto es la envidia y el cotilleo. Lo odio y lo odio. Que cada uno viva como le d¨¦ la gana.
No es f¨¢cil entrevistarla. No es solo una vertiginosa agenda que la mantiene continuamente en danza, es su legendaria impaciencia. Le cuesta centrarse. Pierde el m¨®vil, recuerda y olvida an¨¦cdotas, salta de la ni?ez a la madurez; tiene alergia a entrar en la letra peque?a de su vida. Se zafa. Es una t¨ªmida proyectada al estrellato sin que a¨²n se explique c¨®mo y por qu¨¦. ¡°Soy una persona normal que juega con sus nietos y pasea r¨¢pido por Central Park para que le lata fuerte el coraz¨®n. No me paso el d¨ªa en un avi¨®n, ni de fiesta, ni llevo siempre blusas blancas y jam¨¢s tomo champ¨¢n. Prefiero tequila. En casa soy una mal¨ªsima cocinera que no sabe ni hervir agua, pero la dirijo muy bien. Fui educada para ser la se?ora de su hogar, dirigir al servicio y tener muchos hijos¡¡±.
Es la ¨²ltima exponente de un mundo en extinci¨®n, pero resulta entra?able tras su g¨¦lida envoltura de alta sociedad. Puede ser dura, lo reconoce, pero jam¨¢s levanta la voz. ¡°No es que sea dura¡, es que no me rindo. La moda es un mundo lleno de egolatr¨ªas donde no puedes ceder. Te comen. Pero nunca he dado un grito. Yo trato esta compa?¨ªa como si fuera mi familia. Y consigues m¨¢s diciendo a uno de tus empleados: ¡®No te preocupes, vamos a hacerlo juntos¡¯, que si vas humillando. Aunque tengo la ¨²ltima palabra. Cada prenda que sale de este taller tiene que gustarme a m¨ª. Hago una moda que me agrada para que las mujeres luzcan femeninas, sofisticadas, elegantes, refinadas y con glamour. No trabajo en la industria de la moda; trabajo en la industria de la belleza: Chanel dec¨ªa que la moda pasa y el estilo se queda. Hay casas que solo piensan en cambiar cada temporada; aunque no tenga sentido. Y yo les pregunto: ¡®?Hacia d¨®nde y para qu¨¦?¡±.
¨C?Y qu¨¦ le contestan?
¨CPara hacer que las mujeres parezcan m¨¢s j¨®venes. Y no se dan cuenta de que el primer signo de vejez es intentar parecer m¨¢s joven. Lo que te pones debe ir con tu edad. El primer complemento de belleza de una mujer tendr¨ªa que ser un espejo de cuerpo entero para que vea qu¨¦ le queda bien. Yo s¨¦ qu¨¦ me queda bien. Y prefiero pasar por vieja que por rid¨ªcula.
¨C?Cu¨¢l es el objetivo de sus dise?os?
¨CMujeres bellas, seguras y modernas. No creo que haya ninguna que quiera ser admirada porque la visten como un payaso semidesnudo, como hacen ciertos dise?adores. Las mujeres para las que trabajo quieren ser admiradas por estar lindas, no por ser adefesios.
¡°el primer complemento de una mujer es un espejo de cuerpo entero para que vea qu¨¦ le queda bien. Prefiero pasar por vieja que por rid¨ªcula¡±.
¨C?Y otros por qu¨¦ hacen adefesios?
¨CPara llamar la atenci¨®n de la prensa y las redes sociales, que lo rigen todo. ?Y c¨®mo se hace para que la prensa te siga prestando atenci¨®n? Algunos piensan que hay que hacer algo loco tenga o no tenga sentido. Algunos dise?adores humillan a las mujeres para conseguir el ¨¦xito.
Circula con decisi¨®n por el estudio con la barbilla alta, la mirada perdida y una mueca severa, contra¨ªda, como un mariscal pasando revista a las l¨¢nguidas modelos p¨²beres que desfilan en privado con su colecci¨®n pre fall?2017 para cr¨ªticos y compradores distinguidos. Alisa una pechera, palpa un dobladillo, revisa un ojal, observa la ca¨ªda de una falda de noche de un terciopelo tan ligero y fluido como la seda. Sus estampados favorecen y son eternos. Se realizan en el taller, en el piso 16?, una planta debajo de este estudio, donde est¨¢n clasificados por colecciones. Esta temporada se inspiran en la paleta de colores de Tamara de Lempicka. ¡°En esta casa cada prenda tiene que estar bien terminada. Tiene que ser impecable hacia fuera y perfecta por dentro. Es nuestra se?a de identidad. Lo aprend¨ª de mi madre y mi suegra, a las que vest¨ªan Dior, Balenciaga y Lanvin¡±.
Cuando unas horas m¨¢s tarde uno intenta constatar esa afirmaci¨®n sobre la perfecci¨®n de sus prendas husmeando entre los vestidos de su boutique de la Avenida Madison, esquina con la 75 (un espacio que antes alberg¨® el estudio de Givenchy y est¨¢ a 15 minutos del elegante palacete victoriano de la dise?adora), piezas de pr¨ºt-¨¤-porter con ecos de alta costura que cuestan entre 2.000 y 10.000 euros, no tiene m¨¢s remedio que rendirse: est¨¢n confeccionadas con un primor conventual y, al tiempo, aderezadas con un estilo genuinamente neoyorquino. Sus modelos son b¨¢sicos muy elaborados, c¨®modos, destinados a una mujer activa, a la que aportan confianza, y con una extrema atenci¨®n a los complementos. A ese estilo americano, que comparte con los dise?adores de su generaci¨®n (Calvin Klein o Donna Karan) y de la siguiente (Marc Jacobs, Vera Wang o Tom Ford), ella a?ade un punto de sofisticaci¨®n atemporal. Sus prendas caen bien. Sabe c¨®mo conseguirlo. Veinte a?os antes de convertirse en dise?adora ya era un icono de estilo.
Tiene el r¨¦cord de haber vestido a m¨¢s moradoras de la casa blanca que ning¨²n otro dise?ador, desde Nancy reagan a Michelle Obama.
Se llama Carolina Herrera, acaba de cumplir 78 a?os y es la dise?adora m¨¢s famosa del planeta. Su nombre factura (seg¨²n The New York Times, porque ella dice no saberlo) m¨¢s de 1.000 millones de euros, entre su l¨ªnea top (Carolina Herrera New York, con tiendas propias y puntos de venta solo en EE UU), una segunda cadena m¨¢s asequible (CH, con m¨¢s de 150 locales en todo el mundo), que incluye hombre, mujer y complementos; una treintena de establecimientos de su potente divisi¨®n de novias y, sobre todo, su poderosa gama de perfumes, creados y comercializados desde 1988 por Puig, y que se distribuyen a trav¨¦s de 25.000 espacios en los cinco continentes.
Una proeza para alguien que lleg¨® a la moda por casualidad. Hace 35 a?os. Acababa de cumplir 42. Ten¨ªa en su biograf¨ªa una infancia dorada entre la oligarqu¨ªa militar, terrateniente y petrol¨ªfera caraque?a; un primer matrimonio infeliz; un divorcio escandaloso; un segundo marido, Reinaldo Herrera (un arist¨®crata y periodista venezolano culto y seductor, que hab¨ªa sido amante de la primera mujer de Onassis, y amigo de los Rothschild, los Agnelli y varias familias reales); cuatro hijas y un nieto. De la noche a la ma?ana se convirti¨® en dise?adora. No hab¨ªa pasado por ninguna escuela. Se hab¨ªa casado con 18 a?os. ¡°Pero ten¨ªa ojo e instinto. Y en este negocio eso es m¨¢s importante que saber cortar o pegar un bot¨®n. Yo tengo las ideas y detr¨¢s hay un equipo que procede de las grandes casas. Les explico lo que quiero; les digo c¨®mo quiero las mangas y los hombros, el largo de la falda, la cintura, la mezcla de colores. Hay que tener sentido de la proporci¨®n, del color, de las formas. Y eso no se aprende. Se tiene. La moda es para agradar al ojo. Y yo tengo ojo. S¨¦ lo que sienta bien. Veo estudiantes que se han graduado en las grandes escuelas y no llegan a nada porque son demasiado t¨¦cnicos. No transmiten. No tienen imaginaci¨®n. La moda es un sue?o que se tiene que convertir en realidad. En la vida hay que dejar espacio a la fantas¨ªa¡±.
¡°Me educaron para estar en mi casa. Y estuve conforme con esa existencia hasta que con 42 a?os pegu¨¦ la espant¨¢, como los toreros. En mi vida solo hab¨ªa trabajado seis meses, como relaciones p¨²blicas del modista Emilio Pucci en Caracas. De pronto me entr¨® la necesidad de hacer algo en la moda; era algo que ten¨ªa dentro, como larvado, dormido, y aqu¨ª, en Nueva York, me abrieron las puertas para desarrollarlo. Y aqu¨ª nos vinimos a vivir. Los estadounidenses son gente muy generosa. Si tienes talento, te abren las puertas¡±.
¨C?No era un capricho de se?ora desocupada?
¨CEso pensaban. Dec¨ªan que me iba a aburrir. Y llevo 35 a?os. Y en esto tienes que echarle 12 horas diarias. Es un trabajo dur¨ªsimo. A m¨ª me anim¨® Diana Vreeland [la legendaria editora de Harper¡¯s Bazaar y Vogue]; fue mi mentora. En 1980 le dije que quer¨ªa hacer estampados para telas. Y me contest¨®: ¡°?Qu¨¦ aburrimiento! D¨¦jate de tonter¨ªas. ?Por qu¨¦ no haces una colecci¨®n de moda?¡±. Ah¨ª me entr¨® el gusanillo. La suerte fue que mi marido me apoy¨®. Me repet¨ªa: ¡°Lo puedes hacer y lo tienes que hacer¡±. Tuve suerte con Reinaldo, porque si tu pareja te machaca, no consigues nada; no levantas el vuelo.
¨C?No fue un antojo que le ha salido bien?
¨CYa le he dicho que no. Antes de la primera colecci¨®n, que la presentamos en abril de 1981 en el elegante Metropolitan Club (en la calle 60 Este, junto a Central Park), ya hab¨ªa una compa?¨ªa constituida. Necesitas tener una base industrial y de distribuci¨®n. Yo no sal¨ª a desfilar en 1981 sin tener establecida una empresa. Lo vi muy claro. Y lo hice con mi primer partner, Armando de Armas, que era un editor venezolano, al 50%.
Aquella primera colecci¨®n de Carolina Herrera fue un bombazo social, con Warhol y Bianca Jagger en la front row e Iman sobre la pasarela, aunque cosech¨® malas cr¨ªticas en la prensa especializada. Se vendi¨® bien. Pronto ocup¨® los estantes de Neiman Marcus, Saks y Bergdorf Goodman y, sobre todo, el escaparate de Martha¡¯s, la boutique m¨¢s sofisticada de Park Avenue. Los grandes prescriptores de la dise?adora novata ser¨ªan sus distinguidos clientes, empezando por su vecina Jacqueline Kennedy, a la que vestir¨ªa y reinventar¨ªa hasta su muerte, en 1994. ¡°Soy una dise?adora estadounidense, siempre he trabajado en Estados Unidos. Me encanta Caracas, me encanta Venezuela, pero qu¨¦ le voy a hacer, siempre he trabajado aqu¨ª. Soy una dise?adora estadounidense¡±. Durante 35 a?os lo ha demostrado prestando lo mejor de sus creaciones al crisol de estrellas de Hollywood, ya fueran latinas (Pen¨¦lope Cruz), wasp (Ren¨¦e Zellweger o Taylor Swift), afroamericanas (Lupita Nyong¡¯o) o de origen asi¨¢tico (Lucy Liu).
Dentro del eclecticismo y pragmatismo que ha marcado su carrera, Carolina Herrera tiene tambi¨¦n el r¨¦cord de haber vestido a m¨¢s moradoras de la Casa Blanca que ning¨²n otro dise?ador de la historia. Despu¨¦s de Jackie K. O., pasar¨ªan por su estudio de la S¨¦ptima Avenida Nancy Reagan, Hillary Clinton, Laura Bush y Michelle Obama, que se despidi¨® de la presidencia con un modelo de Carolina Herrera en la portada de Vogue. La se?ora nunca tuvo prejuicios de si eran dem¨®cratas o republicanas. Incluso visti¨® a la primera y a la segunda esposa del presidente electo Donald Trump (Ivana y Marla), y hoy afirma que ¡°ser¨ªa un gran honor hacerlo con la nueva primera dama, Melania Trump¡±, algo a lo que se han negado otros dos grandes modistas americanos, Tom Ford y Marc Jacobs.
En 1988 Carolina daba el mayor salto de su carrera firmando un acuerdo con Puig, la multinacional espa?ola de la perfumer¨ªa y la moda creada en 1914 y una de las seis m¨¢s importantes del mundo, para realizar un perfume que le iba a dar m¨¢xima proyecci¨®n mundial y tras el que llegar¨ªan una veintena m¨¢s de fragancias. En 1995, Puig a¨²n iba m¨¢s lejos en su apuesta por Herrera, al hacerse con el total de acciones de su casa de moda (Carolina Herrera New York, el reactor nuclear de todo el negocio). Puig ten¨ªa el m¨²sculo financiero necesario para producir y distribuir su trabajo por todo el mundo, contar con el marketing y la gesti¨®n adecuados y seguir creciendo. En 2000, mediante la alianza de la empresa catalana con Lonia, la compa?¨ªa textil de los hermanos Dom¨ªnguez, nac¨ªa una segunda marca (CH) con un aura de lujo a precios razonables. Y en 2010, la multinacional italiana De Rigo (una de las tres m¨¢s poderosas del sector) consegu¨ªa la licencia para producir sus gafas, un negocio hoy enormemente rentable para las firmas de moda.
La se?ora se apea de su Mercedes vestida de largo y de negro con lunares blancos en la entrada del Lincoln Center en una terrible noche de lluvia y atascos. Los flases se reflejan en sus pendientes de perlas. Aguardan unos centenares de sol¨ªcitos invitados vestidos de etiqueta pele¨¢ndose por el champ¨¢n. Hay actrices, it girls, modelos, arist¨®cratas y millonarios con apellidos latinos y centroeuropeos. Va a recibir el prestigioso Women¡¯s Leadership Award por sus 35 a?os en la brecha. Un aniversario que tambi¨¦n ha celebrado con la publicaci¨®n de un libro de lujo y fotograf¨ªa. Parece m¨¢s menuda y con el perfil m¨¢s afilado que el d¨ªa anterior. Est¨¢ nerviosa tras su m¨¢scara de anfitriona. ¡°No nac¨ª para ser una persona p¨²blica. Me educaron para ser privada. No me gusta ser la protagonista. Pero qu¨¦ remedio¡¡±, cuchichea. Tiene 78 a?os y niega cualquier posibilidad de retirada. Ni hablar de sucesi¨®n. Ella es Carolina Herrera. ¡°Y no voy a dar ni un paso atr¨¢s¡±. Aunque a su lado uno piensa que quiz¨¢ sea una carga demasiado pesada para esos fr¨¢giles hombros de patricia. Ella no se arredra. Sonr¨ªe a todos. Lanza un breve discurso de agradecimiento que concluye con un vibrante God Bless America! Cuando todo termina, me comenta: ¡°?Le ha gustado? He hablado poquitico porque la gente se aburre y no es cuesti¨®n de amargarles la noche y menos antes de cenar¡±. Echa la cabeza para atr¨¢s y se r¨ªe con ganas. Es la emperatriz de Manhattan.
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