De c¨®mo ¡®M¨ªa¡¯ conoci¨® a su abuela
La gata del autor descubre en Navidad los canelones, Vetusta Morla y un lugar para dormir la siesta
Cuando uno adopta un gato, realiza un ejercicio mental de prevenci¨®n de riesgos felinos. Da igual el proceso. Siempre se quedar¨¢ corto. Aparecer¨¢n eventos hasta entonces no conflictivos que, de repente, bordean el drama. Las Navidades, por ejemplo. O, m¨¢s a¨²n, las primeras Navidades de tu gata en casa de tu madre. Para los que no tengan tiempo de seguir leyendo, un resumen: no surgi¨® el amor, pero casi.
El 23 de diciembre M¨ªa emprendi¨® viaje al norte, a Oviedo. Reci¨¦n esterilizada (y con la necesidad de que la cosieran una segunda vez, ya que le dio por hurgar en los puntos) soport¨® un viaje con atascos y niebla que dur¨® casi siete horas. Solo maullaba cuando o¨ªa su nombre.
Decid¨ª llevarme a M¨ªa de viaje por una raz¨®n muy sencilla y muy est¨²pida: se me part¨ªa el alma al imagin¨¢rmela sola en Nochebuena. Por ello, y a pesar de que a mi madre no le hacen ninguna gracia los animales, all¨¢ nos fuimos. Prepar¨¦ una bolsa con sus juguetes preferidos, la comida y ese gran amigo de los gatos viajeros, el Feliwey.
Nada m¨¢s llegar, al abrir su transport¨ªn, pas¨® ol¨ªmpicamente de mi madre, que hab¨ªa salido a recibirnos, y se fue directamente a mi habitaci¨®n. Supongo que fue el olor. Mi amiga Catalina me hab¨ªa comprado un arenero y dos recipientes para la comida y la bebida que eran del tama?o del gato de Manute Bol, por lo que tuve que robar un recipiente de la vajilla (perd¨®n, mam¨¢).
Lo cierto es que M¨ªa pareci¨® adaptarse bien. La primera noche estaba yo m¨¢s preocupado que ella, a juzgar por las carreras que se peg¨® y por el hecho de que no me hizo caso en ning¨²n momento. Escogi¨® r¨¢pido un sitio en un sill¨®n cerca de la ventana, y all¨ª le coloqu¨¦ su coj¨ªn.
A la ma?ana siguiente llegaba la primera prueba de fuego. En casa de mi madre trabaja una persona un par de horas al d¨ªa. Y s¨ª, lo han adivinado, es al¨¦rgica a los gatos. Esa alergia deriv¨® en una especie de prueba de las puertas de Humor Amarillo, en la que M¨ªa iba pasando de estancia en estancia en funci¨®n de qu¨¦ parte de la casa se estuviera limpiando en ese momento. Y ya se sabe lo poco amigos que son los gatos de las puertas cerradas. Mientras yo me le¨ªa la biograf¨ªa de Bruce Springsteen, ella daba un concierto pegado a la puerta.
En casa de uno, los riesgos est¨¢n m¨¢s o menos controlados. La vitrocer¨¢mica siempre est¨¢ bloqueada, nadie abre las ventanas y no se deja casi nada al azar de la maldad gatuna. Pero claro, en casa de tu madre de 76 a?os que, como es l¨®gico, hace lo que le da la gana, tienes que imponer las normas del gato de una forma muy sutil. Y explicar, por ejemplo, que por muy tranquila que parezca, no es que de repente le vaya a dar una venada y vaya a saltar por la ventana, sino que tiene una cosa que se llama instinto y que por eso al ver un p¨¢jaro, aunque no ha cazado uno en su vida, pierde el control sobre su cuerpo y viaja miles de a?os en el tiempo, hasta sus or¨ªgenes.
Mi madre lo intentaba, pero no le sal¨ªa ser cari?osa con M¨ªa. La llamaba ¡°Gati¡± e intentaba entablar conversaciones con ella (yo tambi¨¦n lo hago a veces, as¨ª que menos risas). Y eso que casi no la vio rascar los sof¨¢s. Cuando eso suced¨ªa, yo miraba a M¨ªa con cara de ¡°para quieta, que esta no es nuestra casa¡± y ella se paraba un segundo, me miraba, y adoptaba esa actitud tan felina: ¡°Me da igual que sea o no nuestra casa, soy una gata y hago lo que me da la gana cuando me da la gana¡±. Eso s¨ª, M¨ªa sab¨ªa que el sill¨®n de mi madre es el sill¨®n de mi madre¡ tal vez por eso en cuanto mi madre se levantaba, corr¨ªa para tenderse en lo alto del respaldo.
Nochevieja fue un drama. Hab¨ªa canelones para la hora de la comida. Cuando llegu¨¦ a casa, M¨ªa estaba iniciando una incursi¨®n en la fuente. Como eran ¨²nicamente para m¨ª, no dije nada (lo siento, mam¨¢). Separ¨¦ la parte en la que hab¨ªa estado investigando y me com¨ª el resto. Estaban exquisitos, por cierto. Por la noche, me fui a cenar a casa de unos amigos. Cuando llam¨¦ para felicitar el a?o, me dijeron que la hab¨ªan tenido que encerrar en el cuarto de ba?o. Se hab¨ªa obsesionado con las uvas y no paraba de intentar llegar a los diferentes lugares a los que las mov¨ªan. Seguramente a ella las uvas en s¨ª le daban igual. Pero que le escondieran algo, eso ya son palabras mayores. Tambi¨¦n meti¨® la zarpa y la lengua en el pat¨¦ de cabracho de la cena, pero como eso lo vio todo el mundo, no hubo manera de salvarlo. (Lo siento, mam¨¢).
Cuando volv¨ª a casa, a las 4:30 de la ma?ana, no sali¨® a recibirme a la puerta de casa. Me extra?¨®. Busqu¨¦ por todos los sitios y no hab¨ªa rastro de ella. Abr¨ª la puerta de la habitaci¨®n de mi madre, por si se hubiera quedado encerrada (no hubiera entendido otro motivo por el que no hubiera salido a recibirme, como siempre hace, que para algo es mi gata). Ni rastro. Abr¨ª la puerta de la habitaci¨®n de mi t¨ªa, que hab¨ªa ido a pasar unos d¨ªas con nosotros. Ni rastro. Y ah¨ª empec¨¦ a preocuparme. ?Y qu¨¦ hace alguien como yo cuando se preocupa? Despertar a su madre, para que lo ayude a buscarla y, sobre todo, para compartir la preocupaci¨®n con alguien con algo de sentido com¨²n. A mi pobre madre casi le da algo. Primero por el susto de que la despierten a esas horas. Despu¨¦s por las hip¨®tesis que se le pasaban por la cabeza (su principal miedo era que se hubiera quedado sin aire en un caj¨®n) y despu¨¦s por el miedo que debe dar tener un hijo tan tonto.
M¨ªa estaba en la habitaci¨®n de mi t¨ªa, que siempre duerme con la radio puesta. Y a M¨ªa le gustan las voces y la m¨²sica. Cuando apareci¨®, en Radio Nacional sonaba Vetusta Morla. Mi t¨ªa es muy moderna. Total que a las 4:45 todos nos fuimos a dormir, empezando bien el a?o.
Con la llegada de 2017, las cosas comenzaron a ir mejor. Aunque, eso s¨ª, mi madre segu¨ªa teniendo la misma conversaci¨®n telef¨®nica con todas las personas que llamaban a casa:
¡°Pedro bien, aqu¨ª est¨¢, pero no te lo pierdas, ?que vino con gata!¡±. Y comenzaba entonces una serie de explicaciones sobre la pedrada que maneja su hijo peque?o.
Mi madre me dijo que hab¨ªa estado tumbada a su lado mientras ella dorm¨ªa la siesta, y percib¨ª algo de ilusi¨®n en sus palabras
Pero una tarde, al volver a casa, M¨ªa me estaba esperando en la puerta, como hace siempre que no est¨¢ escuchando Vetusta Morla en la habitaci¨®n de mi t¨ªa. Al llegar, mi madre me dijo que hab¨ªa estado tumbada a su lado mientras ella dorm¨ªa la siesta, y percib¨ª algo de ilusi¨®n en sus palabras. En los d¨ªas siguientes, por la ma?ana, siempre me dec¨ªa: ¡°?D¨®nde durmi¨® M¨ªa hoy, que no vino a verme?¡±. Ah¨ª estaba naciendo algo parecido no al amor, pero s¨ª al cari?o.
Y lleg¨® el d¨ªa de Reyes. Y, al lado de los regalos familiares apareci¨® un peque?o rascador circular con ojos y una pelotita atada a una cuerda. Era el regalo de mi madre para M¨ªa. ¡°Es que es como mi nieta¡±, dijo.
En el viaje de vuelta, M¨ªa no gurgut¨®. Al llegar a Madrid, reconoci¨® la casa, vio que todo estaba en orden, me lanz¨® una mirada de reproche por haber olvidado su coj¨ªn, y se puso a dormir sobre mi pecho. Creo que echaba de menos a su abuela.
P.S: Mam¨¢, cuando leas esto supongo que ya habr¨¢s recogido el Bel¨¦n y que habr¨¢s notado que, o bien la mula o bien el buey ¨Cno s¨¦ cu¨¢l es cu¨¢l- tienen un buen pegote de celo en torno al cuello. Fue M¨ªa, s¨ª, pero a una nieta se le perdona todo, ?no?
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