El fr¨ªo
Cuando veo por la calle a alguien con un peri¨®dico ya no pienso: "Ah¨ª va un lector", sino "Ah¨ª va un periodista"
Hoy entr¨¦ en un bar a comer, pregunt¨¦ por pura melancol¨ªa si ten¨ªan prensa y tras la respuesta sal¨ª a la calle a buscar peri¨®dicos, no sin antes dejar encargados espaguetis con carne. No era la primera vez que me ocurr¨ªa, pero s¨ª la primera vez que, despu¨¦s de 15 minutos caminando, no encontr¨¦ ning¨²n quiosco. No me preocup¨¦ por el futuro del periodismo porque me hab¨ªa dejado todos los diarios del planeta en el iPad, dentro del hotel. Pero sent¨ª pena, principalmente porque yo como delante de un peri¨®dico de papel de la misma manera que come mi padre y com¨ªa mi abuelo. Y pens¨¦ que no hab¨ªa sido hoy, pero s¨ª habr¨ªa en el futuro ¡ªmi generaci¨®n lo ver¨¢¡ª un d¨ªa en el que saldr¨¦ a la calle y volver¨¦ con las manos vac¨ªas para siempre.
As¨ª que regres¨¦ al bar, ped¨ª algo atrasado que tuviesen por ah¨ª y la due?a sac¨® una revista de 2015 en la que parec¨ªa salir Donald Trump y comprob¨¦ despu¨¦s, chupando un espagueti m¨¢gico, que era Terelu Campos. De vuelta en el hotel escrib¨ª este primer p¨¢rrafo, que me par¨¦ a leer con el consiguiente pitillo y la consiguiente alarma, que me oblig¨® a dar explicaciones penosas en pijama al resto de clientes. Cuando volv¨ª otra vez al folio ya estaba tan aburrido de que me pasasen art¨ªculos fuera que no ten¨ªa fuerza para escribirlos dentro. Pero le¨ª en lo que llevaba de texto una expresi¨®n que me hab¨ªa salido sin pensar: ¡°peri¨®dico de papel¡±. As¨ª que yo ya escribo ¡°peri¨®dico de papel¡± y guardo el ¡°peri¨®dico¡± a secas para el digital; adjetivar siempre es reducir, jerarquizar.
La evoluci¨®n del negocio, su traslado general a la pantalla, me ha llevado a situaciones que hace a?os ser¨ªan surrealistas. Por ejemplo, cuando veo por la calle a alguien con un peri¨®dico ya no pienso autom¨¢ticamente: ¡°Ah¨ª va un lector¡±, sino ¡°Ah¨ª va un periodista¡±. La imagen del diario bajo el brazo me resulta tan llamativa que la explicaci¨®n es que esa persona viene ¡ªo va¡ª a su Redacci¨®n; nunca he preguntado por si me responde que s¨ª. Tan predecible como ver a varios se?ores sentados en la grada de un partido de cadetes, cuando sabes con seguridad que son los padres. Y casi tan nost¨¢lgico como el poder de la prensa de anta?o, cuando su credibilidad alcanzaba ¨¢mbitos extraordinarios. Mi colega Sergio Campos me cuenta que Mourlane Michelena lleg¨® un d¨ªa de invierno al Caf¨¦ Comercial y le dijeron al entrar: ¡°?Ha visto qu¨¦ fr¨ªo, don Pedro?¡±. ¡°S¨ª¡±, contest¨®, ¡°lo he le¨ªdo en el Ya¡±. Hoy don Pedro, si lee eso antes de salir de casa, baja en ba?ador.
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