La codicia por la tierra en Paraguay
Las f¨¦rtiles tierras agr¨ªcolas del pa¨ªs se concentran en manos de unos pocos latifundistas que expulsan impunemente a sus habitantes para producir soja y ganado bovino
Las f¨¦rtiles tierras agr¨ªcolas de Paraguay se concentran en manos de unos pocos latifundistas que expulsan impunemente a sus habitantes para producir soja y ganado bovino, los principales productos de exportaci¨®n del pa¨ªs sudamericano. Un 2,5% de la poblaci¨®n de Paraguay concentra el 85% de sus tierras agr¨ªcolas, lo que lo convierten en uno de los pa¨ªses con m¨¢s latifundios de Am¨¦rica Latina y del mundo.
Entre 2004 y 2014 el precio de una hect¨¢rea de suelo paraguayo de la regi¨®n m¨¢s productiva aument¨® de 200 d¨®lares a 1.200 o m¨¢s. En las zonas m¨¢s f¨¦rtiles y con infraestructuras viales desarrolladas los precios pueden alcanzar los 15.000 d¨®lares por hect¨¢rea.
"?Avancen! ?Avancen! ?Avancen!". As¨ª gritaba el jefe de un batall¨®n de 150 polic¨ªas con escudos, cascos, porras y escopetas desplegado frente a una asamblea de 50 campesinos. Las familias labriegas reunidas con sus ni?os bajo la sombra de un gigantesco mango no tuvieron tiempo de reaccionar: "?Vamos a hablar!", suplicaban sin efecto algunos, mientras ve¨ªan venir los porrazos.
"No escucharon. Empezaron a agarrar a las se?oras, a otro le quebraron la cabeza y nos tuvimos que esconder", cuenta Milc¨ªades A?azco, un labriego paraguayo de 30 a?os que vive con su esposa y sus dos hijos en una peque?a porci¨®n de tierra colorada cubierta de frutales en Guahory, distrito de Tembiapor?, departamento de Caaguaz¨², a 250 kil¨®metros de Asunci¨®n y a solo 80 de la frontera con Brasil.
La comunidad, a la que solo se llega por caminos de tierra, est¨¢ siendo asediada y destruida impunemente desde el pasado septiembre por latifundistas vecinos de origen brasile?o, seg¨²n denuncian sus habitantes, la principal organizaci¨®n civil del campo, la Federaci¨®n Nacional Campesina (FNC), y parlamentarios de los tres principales partidos que han acudido al lugar para intentar frenar los enfrentamientos.
Dos de cada 10 paraguayos ingiere menos calor¨ªas de lo necesario para llevar una vida sana
"Con la connivencia de la fiscal¨ªa del distrito y de la Polic¨ªa Nacional los brasile?os vienen y destruyen nuestros cultivos y nuestras casas. Despu¨¦s vienen los cascos azules a pegarnos y robarnos lo que queda", dice A?azco mientras va se?alando sus 15 heridas de bal¨ªn en las piernas, nalgas, pecho, hombro y las marcas de culatazos en la espalda.
El 3 de enero, tras sabotear la asamblea vecinal, los agentes persiguieron a las familias campesinas en una desigual batalla campal hasta el terreno privado y la modesta vivienda de madera de A?azco, donde una veintena de mujeres y ni?os se refugi¨® junto a algunos hombres.
"Sal¨ª a decirles que esto era propiedad privada y que no iban a entrar. Prohibido. Hay criaturas. Vamos a hablar. Pero ah¨ª volvieron a atacar", narra el campesino. La respuesta de los polic¨ªas fue derribar la resistencia a patadas. Tiraron gases lacrim¨®genos y cuando toda la gente comenz¨® a salir de la casa para no asfixiarse, los persiguieron otra vez y les dispararon con balines de goma. La gente corr¨ªa por las inmensas plantaciones de soja para escapar de las balas.
Al d¨ªa siguiente del desalojo todav¨ªa estaban impresas en la puerta blanca de la casa de los A?azco las marcas marrones de las botas policiales. Las pertenencias de la familia quedaron destruidas: la motocicleta, su antena parab¨®lica y todo el mobiliario. Adem¨¢s, robaron una cartera con 600.000 guaran¨ªes (unos 100 euros) y todos los documentos. A su hijo de 10 a?os le pegaron tan fuerte en la mano que lo tuvieron que llevar a Asunci¨®n para ser atendido de urgencia por una fisura.
"Esposaron, rompieron bocas, cabezas. Nos maltrataron mucho. A todos los que agarraban les daban y les sub¨ªan a la patrullera y se llevaban las motos, todo. Las se?oras les gritaban: '?Aqu¨ª hay criaturas, nos rendimos, no hacemos nada!', pero igual les pegaban", recuerda A?azco.
La Polic¨ªa asegur¨® que intervino por orden de la Fiscal¨ªa que afirma que los campesinos ocupan ilegalmente tierras de los brasile?os. Tambi¨¦n acusa a los labriegos de entrar en las plantaciones de soja de los brasile?os para bloquear el paso de sus m¨¢quinas e impedir que fumiguen con agroqu¨ªmicos.
Solo el 6,3% de la tierra cultivable se dedica a la producci¨®n familiar campesina, una cantidad insuficiente para abastecer de frutas y hortalizas a todo el pa¨ªs
Tierra muy f¨¦rtil, pero muy mal repartida
En Paraguay el 80% del campesinado, aproximadamente un 35% de la poblaci¨®n de unos siete millones de habitantes, no posee tierras. Mientras las vacas ya duplican a la gente, dos de cada 10 paraguayos ingieren menos calor¨ªas de lo necesario para llevar una vida sana. Las tierras m¨¢s f¨¦rtiles han sido deforestadas y ahora son o pasto para vacas o plantaciones de soja transg¨¦nica porque el agronegocio es muy rentable y aporta m¨¢s de un 30% al producto interno bruto del pa¨ªs.
Solo el 6,3% de la tierra cultivable se dedica a la producci¨®n familiar campesina, una cantidad insuficiente para abastecer de frutas y hortalizas a todo el pa¨ªs, que se ha acostumbrado a importar desde Argentina y Brasil alimentos que podr¨ªan ser producidos por su campesinado, seg¨²n datos del Centro de An¨¢lisis y Difusi¨®n de la Econom¨ªa Paraguaya (Cadep), una organizaci¨®n no gubernamental.
Guahory representa un paradigma de la situaci¨®n de muchos rincones de Paraguay. Este lugar, que originalmente era una selva subtropical con monos y jaguares, se ha convertido en una llanura limpia, sin ¨¢rboles, donde solo hay plantaciones de soja cuyo fin no se ve en la l¨ªnea del horizonte. El asentamiento campesino ha quedado en medio de un siniestro mar verde de plantas de soja por donde no suele pasar un alma a menos que sea en un gran tractor para fumigar.
La cr¨ªa de ganado y las plantaciones de soja para exportaci¨®n son la norma en el campo paraguayo, por eso el pa¨ªs sudamericano es el cuarto exportador de soja y el sexto de carne bovina del mundo. Pero esas riquezas est¨¢n en manos de una peque?a minor¨ªa. El 2,5% de la poblaci¨®n es due?a del 85% del suelo productivo de Paraguay, seg¨²n Oxfam.
El caso Guahory
El 2,5% de la poblaci¨®n es due?a del 85% del suelo productivo de Paraguay
La comunidad de Guahory es un oasis de ¨¢rboles frutales y palmeras en medio de ese desierto verde. Pese a que, contraviniendo la ley, la soja de los latifundios llega hasta los caminos sin que haya una barrera de ¨¢rboles que frenen los t¨®xicos de uso obligado para estas producciones, unas mil personas muy j¨®venes, con muchas ni?as y ni?os, viv¨ªan aqu¨ª arando su propia tierra de forma tradicional con agua de pozo y animales de granja.
El asentamiento ubicado en pleno coraz¨®n de la producci¨®n sojera de Paraguay, con m¨¢s de 30 a?os de historia, est¨¢ creado sobre tierras estatales y ha sido invadido en tres ocasiones desde el pasado septiembre por los terratenientes vecinos de origen brasile?o que reclaman la titularidad de las tierras ante la justicia paraguaya.
Seg¨²n denuncian los campesinos, los colonos brasile?os, due?os de cientos de hect¨¢reas de cultivos de soja en la zona, destruyeron con sus propias m¨¢quinas y tractores las cosechas de alimentos de las familias locales.
La Coordinadora de Derechos Humanos de Paraguay (Codehupy) denuncia que los productores de soja aprovechan sus altos ingresos para comprar voluntades f¨¢ciles en la Fiscal¨ªa, la Polic¨ªa y los juzgados locales. El sistema judicial les pone entonces a disposici¨®n a cientos e incluso miles de funcionarios p¨²blicos para desalojar a las familias campesinas.
As¨ª ocurri¨® en septiembre pasado, cuando los labriegos de Guahory fueron desalojados por primera vez por m¨¢s de 1.500 polic¨ªas en un procedimiento que se realiz¨® sin orden judicial, seg¨²n denuncia la Codehupy.
"Las familias campesinas paraguayas pagaron por las tierras y sus tr¨¢mites se encuentran en distintos niveles, los productores brasiguayos habr¨ªan pagado millonarias sumas a la Polic¨ªa para ejecutar el desalojo", asegur¨® la Codehupy en un informe en enero.
El Gobierno paraguayo dice que las tierras son de los brasile?os
Los desalojos tambi¨¦n afectan a los pueblos ind¨ªgenas, que son expulsados continuamente de sus tierras ancestrales
El titular del gubernamental Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert), Justo C¨¢rdenas, explica que "todos los brasile?os que han recibido t¨ªtulos en Guahory, lo hicieron antes de 2004", antes de que cambiara la ley sobre el estatuto agrario y se prohibiera que el Estado otorgara tierras p¨²blicas a extranjeros.
"Las maquinarias ingresaron efectivamente a destruir las viviendas de los paraguayos porque estaban en propiedad privada de los brasile?os. La Polic¨ªa ha hecho su tarea, y eso ocurre aqu¨ª, en Espa?a, Suecia, Estados Unidos o donde usted quiera", asegura C¨¢rdenas.
Un mes despu¨¦s del ¨²ltimo desalojo campesino, el Gobierno paraguayo anunci¨® que los afectados ser¨ªan reubicados en nuevas tierras, algo que la mayor¨ªa de los agricultores rechaz¨® desde el principio, porque prefieren quedarse en sus tierras originales que son mucho m¨¢s productivas.
El funcionario p¨²blico dijo que finalmente llegaron a un acuerdo: 30 familias campesinas permanecer¨¢n en la colonia de Guahory con unas ocho hect¨¢reas aproximadamente cada una, mientras que 15 hect¨¢reas ser¨¢n dedicadas a una reserva forestal. Al resto de personas que puedan demostrar arraigo y cumplan las condiciones legales para ser beneficiarios de tierras estatales, el Gobierno les ofrece tierras en un asentamiento nuevo,?1.500 hect¨¢reas que el Estado est¨¢ comprando a un privado, a unos 35 kil¨®metros de las tierras originales. Por el momento, sigue siendo un p¨¢ramo sin ¨¢rboles. "Ya hay 30 familias y hay espacio para 100 m¨¢s. Vamos a convertirla en una colonia modelo porque tiene la ventaja de que est¨¢ sobre la ruta", asegura.
Seg¨²n C¨¢rdenas, esa entrega de tierras "cierra de forma definitiva el problema de Guahory", algo que tambi¨¦n ha debido explicar a la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que ha pedido en enero al Estado paraguayo que informe sobre las "medidas para proteger la vida e integridad personal" de los labriegos desalojados. El titular del Indert asegur¨® haber enviado ya respuesta.
Curuguaty, un desalojo que termin¨® con un Gobierno
En Paraguay, los conflictos entre grandes empresarios agr¨ªcolas, Estado y campesinado est¨¢n a la orden del d¨ªa. En 2012, la masacre de Curuguaty, que a¨²n no ha sido esclarecida, dej¨® 11 campesinos y seis polic¨ªas muertos por unos terrenos p¨²blicos en disputa. El conflicto caus¨® la destituci¨®n una semana m¨¢s tarde del ¨²nico Gobierno progresista que ha tenido la joven democracia de Paraguay. El enfrentamiento caus¨® la destituci¨®n en un juicio pol¨ªtico del entonces presidente, el exobispo Fernando Lugo.
Aquel 15 de junio, unos 300 agentes en dos pelotones acudieron a desalojar a 70 campesinos de las tierras que ocupaban en el distrito de Curuguaty (departamento de Canindey¨², a unos cien kil¨®metros de la frontera con Brasil) para pedir que aquellas fueran parte de la reforma agraria.
Mientras polic¨ªas y labriegos negociaban para realizar el desalojo, unos disparos de armas autom¨¢ticas, que la investigaci¨®n fiscal no ha explicado de d¨®nde provinieron, abatieron al jefe de Polic¨ªa, comenzando una refriega de tiros, seg¨²n relataron decenas de testigos a lo largo del juicio donde finalmente los ¨²nicos condenados fueron los campesinos.
Los desalojos tambi¨¦n afectan a los pueblos ind¨ªgenas (hay casi una veintena de pueblos originarios presentes en el territorio de Paraguay) que son expulsados continuamente de sus tierras ancestrales. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ya ha condenado a Paraguay en tres ocasiones por permitir la violaci¨®n de los derechos de las comunidades Sawhoyamaxa, Yakye Axa y X¨¢kmok K¨¢sek. Todas ellas fueron desalojadas de sus territorios milenarios en el Chaco paraguayo por empresarios ganaderos.
"Es culpa del Gobierno por lo que estamos pasando esto. Mis hijos quedaron sin comida. La Polic¨ªa quem¨® mi casa, mi ropa, mis colchones, todo. Nos quedamos en la calle", dijo al d¨ªa siguiente del ¨²ltimo desalojo Gregoria Fern¨¢ndez, una de las madres de familia de Guahory.
"Nosotros vivimos de la comida, de la naturaleza. Del man¨ª, el poroto, la mandioca. Pero nos fundieron todo. Pusieron veneno en todos lados. Las hojas caen secas. Mataron nuestras gallinas, fuimos golpeados por nuestra polic¨ªa", dijo Fern¨¢ndez mientras mostraba las marcas de los golpes de las cachiporras en su espalda y las heridas de los balines de goma en su pecho.
"Tiraron gases contra las criaturas, no tienen coraz¨®n. No son polic¨ªa, son guerrilleros y nosotros no somos delincuentes. Solo queremos un pedazo de tierra. Los campesinos no tenemos ni voz ni voto en Paraguay", protest¨® la mujer.
En la ¨²ltima d¨¦cada, unas 900.000 personas han abandonado el campo en Paraguay y se han instalado en asentamientos precarios en la capital debido a la expansi¨®n de las grandes plantaciones de soja y ma¨ªz, altamente mecanizadas y con poca demanda de mano de obra, seg¨²n la Federaci¨®n Nacional Campesina, que pide una reforma agraria. Una enorme migraci¨®n forzada pero silenciosa que, como los desalojos, es consecuencia del modelo extractivo de la econom¨ªa paraguaya.
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