Sin wifi no hay fiesta: contra la moda de prohibir el m¨®vil en los locales de ocio de Barcelona
Fuimos a una de las dos sesiones de desintoxicaci¨®n digital ('Wifi is Over' y 'The break concept') que se celebran el mismo d¨ªa. Sugesti¨®n, apariencia, pantomima... pero nada de diversi¨®n
Primero fueron los solomillos con brie, la cebolla caramelizada, el vinagre de M¨®dena y despu¨¦s los food trucks. Ahora que esas terribles mini caravanas llenas de grasa y restos de curry est¨¢n aparcadas en los garajes de la casa de pap¨¢ y que todos compramos la cebolla en Ikea, los hosteleros m¨¢s emprendedores de este pa¨ªs han tenido otra de sus locas y brillantes ideas: afterworks?saludables con inmersi¨®n en la experiencia detox digital.
La semana pasada en Barcelona se inauguraron dos de estas sesiones el mismo d¨ªa y a la misma hora, en espacios diferentes. Emprendedores brillantes, como os dec¨ªa. El restaurante Artte, en mitad del L'Eixample, estrena una sesi¨®n llamada Wifi is Over,?sin alcohol y con m¨²sica anal¨®gica. Una fiesta que se repetir¨¢ cada jueves. Mientras tanto, en el espacio 88 de Poble Nou?se plantea The break concept: un evento en colaboraci¨®n de cervezas artesanas y restaurantes de pescado fresco con aforo limitado y al que s¨®lo se puede acudir mediante una lista v¨ªa email (est¨¢ en contra de la tecnolog¨ªa, s¨ª, pero ya despu¨¦s de organizarlo). Elegimos la primera opci¨®n por la entrada libre para verificar la desgracia y culto al individuo snob que sufre la Ciudad Condal.
"Es probable que si te encuentras desconectado, aislado y con ansiedad, tengas problemas emocionales: apagar el m¨®vil un ratito no va a arreglar tus problemas"
La experiencia de desintoxicaci¨®n digital tampoco resulta muy innovadora. El diccionario Oxford ya recog¨ªa este t¨¦rmino en 2013 para referirse a las estrategias de negocio y comunicaci¨®n que encontraron un nicho en usuarios apocal¨ªpticos que buscaban una relaci¨®n m¨¢s equilibrada y sostenible con sus m¨®viles. Entre 2012 y 2014, un empresario de San Francisco con hemorragias internas decid¨ªa dejar el curro y montar un bar con masajes y juegos de mesa en el que prohib¨ªa estrictamente la entrada con m¨®viles. Pero seamos serios, esto no es Silicon Valley, las startups de este pa¨ªs solo venden humo y si a nosotros nos da un chungo con hemorragias internas, no montamos un bar, peleamos para que el Estado nos de una paga de por vida y al carajo.
Las c¨¢maras de las maravillas y los studiolos eran estancias donde la nobleza y la burgues¨ªa de los siglos XVI y XVII exhib¨ªan su poder y personalidad. Las pinturas de Rubens o Mantegna se alternaban con armas, joyas, c¨®dices, piezas de cartograf¨ªa e incluso minerales o curiosidades bot¨¢nicas. Siglos m¨¢s tarde, cometimos el error de encerrar los saberes en museos parapetados tras cristales y l¨ªneas de 'no pasar' o carteles de 'no fotografiar', alejados de toda liturgia social. Entonces lleg¨® Internet, las redes sociales y nuestros jodidos iPhones a salvarnos de la separaci¨®n entre la burbuja cultural y la social.
Ahora mismo nuestras c¨¢maras de las maravillas contempor¨¢neas corresponden a?nuestros stickers de Facebook, nuestros tuits, nuestros tumblrs, y cada mierda de post o meme que subimos a nuestros muros. Cualquier atajo cognitivo para definir quienes somos est¨¢ en nuestros perfiles y, sinceramente, no estoy de acuerdo con que alg¨²n fascista de lo anal¨®gico piense que prescindir de la tecnolog¨ªa me har¨¢ m¨¢s feliz. Si somos la generaci¨®n m¨¢s preparada de la historia, lo que quiero es que otras generaciones lo sepan, y lo sepan en streaming, a diario y en su timeline. O peor, ?en qu¨¦ medida piensan estos entrepreneurs?(emprendedores) que no poder stalkear?(espiar) los gustos de otra persona te har¨¢ m¨¢s f¨¢cil conocerla? Al contrario, es una inmensa p¨¦rdida de tiempo y desgaste emocional. Es probable que si te encuentras desconectado, aislado y con ansiedad en este mundo, tengas problemas emocionales: apagar el m¨®vil un ratito no va a arreglar tus problemas indeed.
WIFI IS OVER
Con esto en mente, cruc¨¦ la puerta del evento Wifi is over. Nadie me reclam¨® el m¨®vil, tan solo me pidieron que lo pusiera en modo avi¨®n. Nada m¨¢s entrar me fue imposible no realizar una primera lectura desesperanzadora. En el local se advert¨ªa una clara apuesta por los estereotipos binarios. Los que confeccionaban los elaborados c¨®cteles sin alcohol que promocionaba el evento, como alquimistas hiperconcentrados detr¨¢s de la barra, eran hombres. La persona que pinchaba m¨²sica anal¨®gica, como si no todo el mundo pudiese ser dj, era hombre. Sin embargo, las camareras eran mujeres y las polic¨ªas del Wifi en una clara posici¨®n de madre corta rollos, eran tambi¨¦n mujeres. Precisamente dos chavalas con... ?guantes blancos? Como si aquellos que sacaban el m¨®vil en el torno tuvieran que ser tratados como cobayas experimentales o ellas como agentes anticontaminantes tuvieran que protegerse de las radiaciones en modo avi¨®n. Una fiesta sin wifi machista, en cualquier caso.
Lo mejor que me ha pasado en la vida, y uno de los mayores avances de la civilizaci¨®n, es poder leer los emoticonos de zorra que me env¨ªa mi abuela por las ma?anas. Tres emoticonos zorra, zorra, zorra, seguidos de un ¡°buenos d¨ªas cari?o¡±. No cambiar¨ªa esta sensaci¨®n por ning¨²n evento en el que ponen m¨²sica terrible (de la ¨¦poca en la que no hab¨ªa wifi obviamente, nada m¨¢s all¨¢ de 1960) y adem¨¢s, en una sala sin sonorizar, de modo que las conversaciones eran pr¨¢cticamente in¨²tiles con la m¨²sica a ese volumen.
"Muchos entraban y se iban a los diez minutos, sin beber y sin hablar, de vuelta al wifi"
Nadie se acerc¨® a preguntarme si quer¨ªa algo de beber (yo deb¨ªa irradiar amor por el wifi a frecuencias o niveles perrunos) y acceder a la barra a pedir era pr¨¢cticamente imposible. En este bar no hab¨ªa millennials?y tampoco diversi¨®n, lo que hab¨ªa era una clase media alta en confidencia, como si se tratase de un oratorio. Aquellos seres se acercaban al lugar sin wifi a contarse asuntos de alta intensidad emocional o penas. Muchos entraban y se iban a los diez minutos, sin beber y sin hablar, de vuelta al wifi. Me acerqu¨¦ a una de las mesas a preguntar por la iniciativa. En la mayor¨ªa se concentraban grupos de dos o tres mujeres. Eran cu?adas, al menos aquellas a las que interrogu¨¦. Me confesaron que no percib¨ªan nada distinto a un local con wifi y el mero hecho de mentalizarse a prescindir del m¨®vil por unas horas ya les parec¨ªa relajante.
Hacia al final del evento, la gente empez¨® a hacer fotos. Alguno en un alarde de valent¨ªa, harto de c¨¦sped licuado, se atrevi¨® a pedir cerveza. En resumen: pura sugesti¨®n, apariencia y pantomima. Las razones por las que huyen de la virtualidad los promotores de estos eventos son perpetuadas en sus espacios seguros. Porque a estas alturas del partido, queridos entrepreneurs, la virtualidad y los protocolos digitales forman parte de nuestra vida real, de cada uno de nuestros movimientos y acciones personales y tendr¨ªan que saber ustedes, m¨¢s que nadie, que es imposible la separaci¨®n de estas dos realidades. Es muy posible que por otros motivos el mundo se est¨¦ yendo a la mierda pero ni yo, ni mi generaci¨®n queremos pertenecer al bando de los que no lo van a subir a Instagram.
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