Tatiana Bilbao: ¡°Hoy el ?n no es entrar en la enciclopedia, sino en la lista Forbes¡±
CON PROYECTOS en China, Espa?a o Reino Unido, Tatiana Bilbao (Ciudad de M¨¦xico, 1972) es la arquitecta m¨¢s internacional de su pa¨ªs. Una historia de exilio y cuestionamiento llev¨® a su familia a asentarse en M¨¦xico y a ella a ampliar miras trabajando para los que menos tienen. Ha aterrizado en Madrid por la ma?ana, procedente de Nueva York ¨Cda clase en la Universidad de Columbia¨C, para conducir hasta Ar¨¦valo (?vila), donde construye un museo. De madrugada, coger¨¢ otro vuelo a Londres, donde dise?a la tienda de Stella McCartney en Old Bond Street, y dormir¨¢ en Lyon porque all¨ª culmina un conjunto de viviendas. Aunque compagina este traj¨ªn con la crianza de dos hijas, nada en ella delata cansancio. Lo atribuye a la energ¨ªa de quien hace lo que quiere y a la ayuda de su marido, Sandro, y de su hermana Catia: ¡°Una economista sobrecualificada para llevar mi estudio, pero necesitada de libertad de horarios para atender a sus hijas¡±.
Comenz¨® por la v¨ªa pol¨ªtica, defendiendo la peatonalizaci¨®n del casco hist¨®rico de su ciudad. ?Se cans¨®? Fue mi tesis, pero creo que entr¨¦ en pol¨ªtica por el legado de mi familia. Para m¨ª, la memoria de mi abuelo arquitecto siempre fue pol¨ªtica.
No conoci¨® a ese abuelo vasco, Tom¨¢s Bilbao, uno de los fundadores de Acci¨®n Nacionalista Vasca, ministro en el Gobierno de Negr¨ªn. Era el rojo de la familia. Muri¨® por sus ideales, exiliado en M¨¦xico cuando mi padre ten¨ªa 10 a?os. Hab¨ªa llegado con los ocho hijos que le quedaban y con mi abuela, que era de Zaragoza. A mi bisabuelo no le parec¨ªa bien que no fuera vasca.
Su abuelo nacionalista bebi¨® de su propia medicina. Pues s¨ª. Tras perder la guerra se fueron a Francia caminando. Mi abuela con los peque?os en brazos. Mi abuelo con el primog¨¦nito, Tom¨¢s, que muri¨®, por eso mi padre, que naci¨® en M¨¦xico, se llam¨® Tom¨¢s.
Eso se hac¨ªa. Mi abuela no supo que hab¨ªa muerto hasta que se reencontraron en Marsella. Estuvieron all¨ª dos a?os, hasta que lleg¨® la ocupaci¨®n nazi. Se fueron a M¨¦xico, a finales de 1942. Mi bisabuelo fue a verlos con un perd¨®n de Franco que mi t¨ªo abuelo acept¨®. Pero mi abuelo dijo que prefer¨ªa morir de pie que vivir de rodillas.
?Ejerci¨® de arquitecto en M¨¦xico? Muri¨® con 56 a?os. Aunque mis t¨ªas lo niegan, se qued¨® triste de por vida. A mi abuelo le cost¨® demasiado cambiar.
Tiene una novela detr¨¢s. Es necesario entender por qu¨¦ suceden las cosas. Pas¨¦ horas escuchando a mi abuela, que cocinaba espectacularmente. Creo que fue su manera de integrarse con los vascos.
?De d¨®nde sali¨® su madre? Es hija de alemanes.
?Jud¨ªos? No. Mi abuelo materno lleg¨® huyendo de las ideas de Hitler, otra novela de aventuras.
Una familia comprometida y cosmopolita. Soy producto de dos guerras. Y soy consciente del esfuerzo y la valent¨ªa de mis mayores. Tuve una infancia en la que en lugar de cuentos me contaban la historia de mi familia.
?Ha visitado la arquitectura que su abuelo hizo en Espa?a? La verdad, que fuera arquitecto no me parec¨ªa ni relevante. En mi familia hay muchos. Pero mi abuelo era un refugiado pol¨ªtico, con ideales. Hizo viviendas en varios estilos: racionalista y regionalista. De mayor comenc¨¦ a buscarlas.
¡°entr¨¦ en pol¨ªtica por el legado de mi familia. La memoria de mi abuelo tom¨¢s bilbao fue m¨¢s pol¨ªtica que arquitect¨®nica¡±.
?Sus padres viven? S¨ª. Mi padre es f¨ªsico matem¨¢tico, y mi madre, f¨ªsica. ?l era su profesor en la universidad.
Usted fue asesora en desarrollo urbano del Gobierno de la Ciudad de M¨¦xico. Cuando empec¨¦, intu¨ª que los coches deb¨ªan salir de la ciudad. Eso en una capital como la m¨ªa es ponerlo todo en duda. Yo crec¨ª en la colonia Cuauht¨¦moc, fui una ni?a urbana consciente del espacio p¨²blico. La vida cotidiana se hac¨ªa caminando.
?Hoy no se puede caminar en Ciudad de M¨¦xico? En algunas zonas, por inseguridad. En otras, porque se da prioridad a los coches y no hay aceras.
?Por qu¨¦ dej¨® la pol¨ªtica urban¨ªstica? Fue una ¨¦poca frustrante de inmovilidad burocr¨¢tica. Tard¨¦ dos a?os en darme cuenta de que el bien del partido [el Partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica (PRD, izquierda) de ?Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas] estaba por encima del de la gente. C¨¢rdenas era progresista, comprometido e idealista. Pero el Gobierno y sus negociaciones obedecen a los intereses econ¨®micos muy por delante de los intereses sociales. Eso es la pol¨ªtica, pero yo todav¨ªa no lo sab¨ªa.
?Una ciudad puede transformarse en poco tiempo? No s¨¦ si tenemos la gesti¨®n pol¨ªtica para lograrlo. En los ¨²ltimos cuatro a?os en M¨¦xico tuvimos sensaci¨®n de seguridad. Pero se ha perdido.
Con el mismo Gobierno. S¨ª. Por el descr¨¦dito del Gobierno federal. Casos como Ayotzinapa [43 estudiantes desaparecidos] y tantos otros¡
?Hay muchos casos de violaci¨®n de los derechos humanos impunes? S¨ª, la desconfianza es absoluta por la falta de poder. Ya no digamos de di¨¢logo. Una sociedad derrotada e inconforme es terreno abonado para criminales.
?Y por qu¨¦ quieren quedarse todos en la capital, incluso en la ¨¦poca de m¨¢s secuestros? Esa es la pregunta: qu¨¦ hacemos all¨ª. Creo que lo que nos mantiene es su fascinante energ¨ªa: todav¨ªa se siente como una tierra de oportunidades. Mi postura es que, si te vas, te rindes. Y mi aprendizaje vital es que, si te vas, ?qu¨¦ dejas?
Ahora mismo puede elegir: da clase en Nueva York y su marido la sigue. S¨ª, se puede adaptar. Es editor y tiene un restaurante en Mil¨¢n.
?Pertenece a una familia privilegiada? Un restaurante en Mil¨¢n¡ Es cuesti¨®n de decidir qu¨¦ riesgos quieres tomar. Mi familia pertenec¨ªa a una ¨¦lite intelectual, pero no econ¨®mica. Me legaron m¨¢s valores que plata.
En Ciudad de M¨¦xico sus padres fundaron el colegio Bilbao. ?Por qu¨¦? Daban importancia a la educaci¨®n. Mi hermana y yo crecimos y mi madre quiso seguir educando ni?os, y mi padre, dedicarse a la docencia de j¨®venes.
Todav¨ªa est¨¢ abierto. Se anuncia ¡°cultivamos el gusto por aprender¡±. ?Estudi¨® all¨ª? No, me pill¨® mayor. Pero mi hermana Catia, s¨ª.
?Con su madre habla alem¨¢n? No. Mi familia materna hizo lo contrario que la paterna. Como protesta por la Alemania nazi mi abuelo borr¨® su pasado. Su familia era fundadora del Colegio Alem¨¢n en M¨¦xico, pero ¨¦l siempre fue proamericano y prohibi¨® que mi abuela hablara a sus hijos en alem¨¢n. Lo ¨²nico germano que nos queda son algunas recetas.
?Tiene tiempo para cocinar? Me relaja. Pero mi marido me ha desbancado en ese frente. No soporta que en el extranjero la cocina mexicana se reduzca a los nachos. Por eso quiso abrir un restaurante mexicano en Mil¨¢n.
Ha ido mucho a Bilbao y nada a Alemania. Pero me identifico con el car¨¢cter alem¨¢n: soy pragm¨¢tica, organizada, voluntariosa¡ Aunque tambi¨¦n muy directa y franca, como el clich¨¦ del vasco.
?C¨®mo se cultiva la voluntad? En mi caso con el deporte. Hice gimnasia de alto rendimiento hasta los 18 a?os: viga de equilibrio y suelo. La perseverancia y la disciplina han marcado mi vida. Mi hermana, que lleg¨® a ser ol¨ªmpica, sigue por gusto, a los 40 a?os, y lo hace de maravilla. Yo no hago apenas deporte por falta de tiempo. Soy obsesiva y he pasado de la gimnasia a la arquitectura.
Defiende a la gente con pocos medios, pero fund¨® su estudio asociada al m¨¢ximo poder, con Fernando Romero, el yerno de Carlos Slim. [Risas] Es que no era¡
?No era qu¨¦? Todav¨ªa no era yerno. Presid¨ªa la asociaci¨®n de estudiantes y quer¨ªa romper la burbuja cultural mexicana y relacionar la creaci¨®n con el mundo contempor¨¢neo.
Ese perfil de dinamizador cultural de Romero no coincide con la reputaci¨®n que tiene de querer convertirse en arquitecto estrella. La reputaci¨®n se la ha labrado ¨¦l. Pero lo anterior tambi¨¦n es cierto. Ten¨ªa m¨¢s revoluciones que los dem¨¢s, pero me temo que su gran ambici¨®n se fue hacia otros derroteros. Sobre todo quiso ser arquitecto estrella. Hab¨ªa trabajado con Koolhaas, Miralles y Nouvel y cuando regres¨® me ofreci¨® que nos asoci¨¢ramos para ejercer la arquitectura desde un contexto cultural m¨¢s amplio. Lo intentamos durante cuatro a?os.
?Qui¨¦n cambi¨®? Los dos. Nos planteamos qu¨¦ postura deb¨ªa tener M¨¦xico ante la globalizaci¨®n. Qu¨¦ importar y qu¨¦ rechazar. Y nuestras ambiciones crec¨ªan hacia fines distintos. Luego ¨¦l se cas¨® con Soumaya Slim.
?Tienen relaci¨®n? No.
?Separarse era decirle que no le gustaba el camino que hab¨ªa elegido? Me temo que s¨ª.
?Qu¨¦ opina del espectacular Museo Soumaya de Romero? Es una obra incorrecta para M¨¦xico. No se entiende d¨®nde est¨¢. No se puede construir as¨ª en un contexto en el que no existe la tecnolog¨ªa para hacerlo.
¡°a mis hijas les quiero dar ra¨ªces. Mi vida, adem¨¢s de esquizofr¨¦nica y cambiante, ha sido muy acelerada¡±.
?Est¨¢ diciendo que en M¨¦xico solo se puede construir de espaldas a la tecnolog¨ªa? Hemos de tener la responsabilidad de construir lo que es posible. Las utop¨ªas est¨¢n para apuntar, pero es la realidad la que arraiga. Me temo que lo que ha hecho que la arquitectura cambie ese rumbo no ha sido el arte, sino el capital. En los ¨²ltimos 25 a?os, la arquitectura se ha rendido al capital de manera imp¨²dica. Lo digo tambi¨¦n como autocr¨ªtica. No siento que me pueda librar de esa afirmaci¨®n. Me cost¨® tiempo darme cuenta, pero, cuando lo haces, no hay vuelta atr¨¢s.
?C¨®mo se dio cuenta? Comenz¨® haciendo casas burguesas de vanguardia. Con McDonald¡¯s lleg¨® la globalizaci¨®n. Y cuando vimos lo que suced¨ªa en el mundo ¨Cla arquitectura digital y param¨¦trica¨C pensamos: ¡°Vamos a hacerlo nosotros tambi¨¦n para no quedarnos fuera¡±. Lo intentamos con medios no digitales, una locura. Exigi¨® madurez pensar qu¨¦ pod¨ªa aportar cada uno.
?Qu¨¦ le guio cuando dej¨® de lado las modas? Buscar mis or¨ªgenes y mis valores.
?C¨®mo abordar¨¢ encargos glamurosos como la reforma de la tienda y la casa de Stella McCartney? Aunque ella viva entre pasarelas, no utiliza nada que provenga de animales o que provoque alto impacto ecol¨®gico. Ese ideario es muy de fondo. Lo hered¨® de su madre y es el ADN de su empresa. Es l¨®gico que busque una arquitectura as¨ª.
A McCartney le recomend¨® su trabajo el escultor Anish Kapoor. ?Lo conoc¨ªa? No. Hab¨ªa visto mi obra.
?Se puede tener la misma ambici¨®n haciendo viviendas burguesas y arquitectura social? Se puede edificar con poco. En Lyon construyo dos bloques privados y uno p¨²blico. Los privados pagan el p¨²blico.
?El cosmopolitismo ayuda a entender el mundo? Me planteo si no ser¨¢ el arraigo lo que te da la posibilidad de entender m¨¢s al otro. O si este legado cultural tan revuelto me est¨¢ jugando una mala pasada. En la sociedad globalizada nos cre¨ªamos que lo ve¨ªamos todo y ha resultado que no vemos nada. Hay que plantearse como sociedad si hacia donde vamos podemos ir todos. Y si no, que es el caso, tomar medidas. Mucha gente descontenta quiere castigar al establishment. Eso causa que Hillary Clinton se perciba como lo que es: el esta?blishment. Pero que Trump se vea como una soluci¨®n cuando es la escoria del esta?blishment: el billonario hecho a s¨ª mismo, m¨¢ximo representante de los valores neoliberales. El sue?o americano ya no es democr¨¢tico, persigue los valores que el mundo lleva persiguiendo desde hace un cuarto de siglo: el enriquecimiento a cualquier precio. Hoy el objetivo vital no es llegar a la enciclopedia, sino a la lista de Forbes. Como sociedad no nos podemos quejar si hemos permitido y producido eso entre todos.
?No casarse con un arquitecto la ha acercado al mundo real? Cuando he vivido desconectada del mundo no lo he pasado bien. Cuando comenc¨¦ quise hacerlo tan bien, acercarme tanto al arte, a la vanguardia y al pensamiento que perd¨ª la conexi¨®n con el mundo.
Tengo la teor¨ªa de que, salvo raras excepciones, las arquitectas reconocidas no est¨¢n casadas con arquitectos. Qu¨¦ chistoso. Es importante que la pareja tenga personalidad y no la vea a una como una amenaza. Pero el tema de g¨¦nero en la arquitectura para m¨ª tiene que ver con la construcci¨®n, una cuesti¨®n f¨ªsica. Como en todas las profesiones, las mujeres que han destacado han tenido que convertirse casi en hombres.
No se la ve muy hombruna. La generaci¨®n actual est¨¢ cambiando las cosas. Y creo que eso deber¨ªa ser lo que transmiti¨¦ramos: que las cosas se pueden hacer de muchas maneras. Aunque el camino nos lo han abierto mujeres que lucharon con fuerza, como los hombres, nos toca aportar otros valores: la intuici¨®n, la b¨²squeda de la integraci¨®n¡ Aunque yo los haya perdido en alg¨²n momento, me sirve regresar ah¨ª.
Ha tenido hijas in extremis. Con m¨¢s de 40 a?os. Quer¨ªa ser madre a toda costa. Tras un primer matrimonio conoc¨ª a mi marido. Y ahora tenemos a Simona, a Alessa y a tres heredados que llegaron con ¨¦l.
Una familia del siglo XXI. A mis hijas les quiero dar ra¨ªces porque yo he tenido una educaci¨®n con un poco de mucho, pero un mucho de nada. He sido una mexicana que ha tratado de ver M¨¦xico desde distintas culturas y estoy intentando que ellas vean otras culturas desde la identidad mexicana. Mi vida, adem¨¢s de esquizofr¨¦nica y cambiante, ha sido muy acelerada. Y tengo la sensaci¨®n de que las ra¨ªces pueden compensar eso.
Pero no parece una mujer tranquila. Ha llegado hoy y ma?ana vuela a Londres¡ No creo haber hecho todav¨ªa el proyecto que integre valores y arquitectura. Muchos creemos que proyectar M¨¦xico requiere preocuparse por las personas y los lugares que m¨¢s lo necesitan. La vivienda social mexicana demuestra hasta qu¨¦ punto se perdi¨® la conexi¨®n con la construcci¨®n. La preponderancia del mundo financiero en la arquitectura tiene resultados diab¨®licos. Hay mucho ¡°putrimillonario¡± entre los constructores y asesores: solo dejaron de edificar sin escuchar cuando los inquilinos abandonaron sus casas y ellos dejaron de vender.
?Qu¨¦ lleva a alguien a abandonar su casa? Evitar seguir pagando. Imagine las condiciones para abandonarlo todo. Son suburbios desconectados de las ciudades: ni transporte p¨²blico, ni carreteras ni colegios. Nadie quiere vivir en la nada.
?C¨®mo solucionarlo? Se tienen que producir viviendas en el centro de las ciudades haciendo acuerdos mixtos: que lo privado pague lo p¨²blico. Pero eso es pol¨ªtica y solo se puede lograr legislando. En la ciudad buscamos el contacto, no la dispersi¨®n. Para eso llegamos aqu¨ª, para juntarnos.
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