La libertad huele a cacao
En Costa de Marfil, una emprendedora ha logrado que las esposas de los cultivadores de las plantaciones lideren un negocio propio: la producci¨®n de jab¨®n con los restos del cultivo
Durante las noches de insomnio en el silencio h¨²medo de la selva, Solange N¡¯Guessan alimentaba una idea fija e intentaba rescatarla de la bruma del sue?o: dar un vuelco al destino de las esposas de los cultivadores de cacao del suroeste de Costa de Marfil. En la estaci¨®n de las lluvias, San Pedro ¡ªla ciudad m¨¢s pr¨®xima, con su gran puerto¡ª, parec¨ªa inalcanzable. Repasaba uno por uno esos rostros femeninos reacios a la sonrisa que la aflicci¨®n y la invisibilidad hab¨ªan hecho envejecer antes de tiempo. Ve¨ªa a las mujeres barriendo al alba los patios de tierra de las casas, tomando el camino del pozo, preparando la comida y llev¨¢ndosela a sus maridos a la plantaci¨®n bajo el sol del mediod¨ªa, qued¨¢ndose con ellos hasta el ocaso y recogiendo las cabosses, los frutos amarillo-violeta del cacao. Las sorprend¨ªa los domingos siempre laboriosas, las cabezas gachas adornadas con finas trenzas, entregadas a una artesan¨ªa tradicional: quemar las cortezas sobrantes del cacao y mezclar las cenizas con aceite de palma para obtener una suerte de jab¨®n de color marr¨®n de esa materia destinada a descomponerse y desaparecer. ¡°Ese jab¨®n representaba su dignidad¡±, cuenta Solange. ¡°La limpieza, la feminidad. El no de las mujeres, simb¨®lico pero decidido, a la miseria y la degradaci¨®n. Entonces comprend¨ª que mi idea siempre hab¨ªa estado all¨ª, ante mis ojos. Solo ten¨ªa que encontrar los medios para hacerla realidad¡±.
Solange N¡¯Guessan tiene 44 a?os y es una de esas empresarias africanas que habr¨ªan podido emigrar para vivir c¨®modamente en otro sitio y hacer fortuna en tierras menos hostiles. En cambio, tras estudiar agronom¨ªa en distintos lugares del mundo gracias a una beca de la Fundaci¨®n Rockefeller, esta dama alegre y creativa ha vuelto a su pueblo, a pesar de que este, confiesa, le ha endurecido el car¨¢cter: "Me ha obligado a demostrar constantemente que, por supuesto, por ser mujer no valgo menos que un hombre¡±.
Actualmente, dirige la Uni¨®n de Cooperativas Agrarias de San Pedro (Afemcoop) en el distrito de Bas-Sassandra. La forman 18 grupos de agricultores del preciado ¡°oro marr¨®n¡±, cuyo primer fil¨®n mundial se encuentra en Costa de Marfil, que suministra el 39,8% de la producci¨®n del planeta. La econom¨ªa del cacao representa el 90% del PIB del pa¨ªs, pero no mejora la vida diaria de los campesinos. Costa de Marfil sigue en el 172? puesto de la clasificaci¨®n de 188 pa¨ªses del ?ndice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. El 62,4% de la poblaci¨®n rural vive por debajo del umbral de la pobreza, seg¨²n el Fondo de Naciones Unidas para el Desarrollo del Capital, la esperanza de vida apenas supera los 51 a?os y el analfabetismo alcanza al 48,5% de los hombres y al 70% de las mujeres, indica la Unesco. Adem¨¢s, todav¨ªa siguen abiertas las heridas de una d¨¦cada de guerra civil que concluy¨® en 2011 con la victoria del presidente Alassane Ouattara, reelegido para su segundo mandato en oto?o de 2015.
Solange reconoce que se le ha endurecido el car¨¢cter al obligarse a demostrar constantemente que por ser mujer no vale menos que un hombre
Cuando se le habla de pol¨ªtica, Solange no logra reprimir una carcajada. ¡°Los agricultores del cacao son los olvidados del Estado. Est¨¢n abandonados en la selva, y sus mujeres forman el ¨²ltimo eslab¨®n de la cadena social. Para un hombre es m¨¢s importante su familia de origen que su esposa. Por lo tanto, las mujeres trabajan duramente con sus maridos, pero no perciben ninguna retribuci¨®n¡±.
El gran periodista Ryszard Kapuscinski dec¨ªa que, en ?frica, ¡°el individualismo es sin¨®nimo de desgracia y maldici¨®n¡± y, por lo que parece, Solange N¡¯Guessan ha hecho de esta afirmaci¨®n su lema personal. En 2011 convoc¨® a las artesanas del jab¨®n y las convenci¨® de que invirtiesen su talento en una empresa colectiva que acab¨® convirti¨¦ndose en un aut¨¦ntico negocio. ¡°Buscaba una v¨ªa para que, por fin, obtuviesen unos ingresos creando un proyecto ecol¨®gico de reutilizaci¨®n de los desechos de la planta m¨¢s valiosa para ellas¡±.
La idea funciona. Los maridos miran con otros ojos, por primera vez respetuosos y admirados, a las mujeres reci¨¦n convertidas en empresarias, y empiezan a pedirles su opini¨®n sobre las decisiones que afectan a la comunidad. ¡°No ha sido f¨¢cil¡±, admite Solange. ¡°Al principio muchos hombres no entend¨ªan nuestras aspiraciones. Dec¨ªan que yo ¡ªuna mujer que deber¨ªa haber tenido hijos y quedarse en casa¡ª me atrev¨ªa a usurparles su sitio. La presi¨®n psicol¨®gica era tal que llegu¨¦ a ponerme enferma y tuve que marcharme un tiempo a la ciudad. Volv¨ª porque las mujeres me apoyaron con fuerza, cuid¨¢ndome y repiti¨¦ndome que qu¨¦ iban a hacer ellas si yo me iba. Cuando volv¨ª, me encontr¨¦ con que algunas se hab¨ªan convertido en l¨ªderes de la elaboraci¨®n de jab¨®n, que hab¨ªan hecho un gran esfuerzo. Fue el regalo m¨¢s bonito de mi vida¡±.
Sin embargo, Solange no se dio por satisfecha. Persigui¨® el salto cualitativo. Quiso mecanizar el proceso para conseguir dar trabajo a las 5.000 mujeres de sus cooperativas; ampliar el mercado, potencialmente, a toda Costa de Marfil, y triunfar en el negocio del jab¨®n. ¡°Participaba en muchos encuentros internacionales de productores de cacao¡±, recuerda. ¡°Cuando explicaba mi proyecto a los fabricantes extranjeros, todos exclamaban que era una maravilla y, acto seguido, desaparec¨ªan. A todo el mundo le gusta el chocolate, pero poca gente se da cuenta del sufrimiento que se esconde detr¨¢s de una tableta¡±.
Hasta que, hace dos a?os, en Suiza, se encontr¨® sentada casualmente al lado de un empresario italiano. Logr¨® contagiarle su entusiasmo tenaz, y ¨¦l decidi¨® ayudarla. ¡°Entregamos a Solange las primeras m¨¢quinas¡±, cuenta hoy Luigi Zaini, que, junto con su hermana Antonella, dirige en Mil¨¢n, en el norte de Italia, una empresa dedicada al chocolate fundada en 1913. Zaini ha proporcionado a las mujeres de Bas-Sassandra una prensa para producir aceite de palma y una batidora que les ahorrar¨¢ la carga de remover a mano los ingredientes. ¡°As¨ª m¨¢s mujeres podr¨¢n participar en el proceso industrial¡±, dice Antonella Zaini. ¡°El objetivo es pasar de la actual producci¨®n de 4.000 pastillas de jab¨®n anuales a m¨¢s de trescientas mil, lo cual proporcionar¨¢ unos ingresos de 1.000 euros al a?o a cada trabajadora¡±. Una cifra interesante en el contexto de estas aldeas rurales, teniendo en cuenta que la renta medida anual marfile?a no supera los 2.500 euros. Para Awa, Antoinette, Akissi y las dem¨¢s nuevas empresarias, esto supone el proyecto de un futuro mejor para sus hijos y para ellas mismas.
Las mujeres trabajan duramente con sus maridos, pero no perciben ninguna retribuci¨®n
El jab¨®n se llama OlgaZ, en homenaje a Olga Zaini, abuela de Luigi y Antonella, que dirigi¨® una empresa italiana durante la Segunda Guerra Mundial y la reconstruy¨® en un tiempo r¨¦cord tras los bombardeos de Mil¨¢n de 1943. Olga fue una pionera de la iniciativa y la gesti¨®n empresariales en femenino que, para Solange, puede servir de inspiraci¨®n tambi¨¦n a sus mujeres.
¡°Me gustar¨ªa que este proyecto se convirtiese en un modelo de desarrollo que se difundiese a toda Costa de Marfil¡±, reflexiona. ¡°No es caridad ni simple beneficencia, sino m¨¢s bien una alianza entre la gente del cacao y un productor de chocolate sensible a sus condiciones de vida. Todas las f¨¢bricas extranjeras que hacen negocios en este pa¨ªs deber¨ªan sentir este deber moral¡±. Su f¨¢brica, inaugurada hace unos meses en el coraz¨®n de la selva marfile?a de Bas-Sassandra, se propone conquistar el 20% del mercado nacional de aqu¨ª a 2021.
Solange est¨¢ convencida de que lo conseguir¨¢n y, cuando llegue el momento, le dedicar¨¢ el ¨¦xito a su madre: ¡°Mi familia era campesina, y ella sufri¨® muchas injusticias y humillaciones por ser mujer. Trabajaba el doble para lograr que yo estudiase; dec¨ªa que yo ser¨ªa su revancha, y que cuando fuese mayor ten¨ªa que esforzarme por defender a las mujeres m¨¢s vulnerables pensando en ella¡±. Los jefes del pueblo ya les est¨¢n pidiendo que inviertan parte de las futuras ganancias en nuevos pozos de agua y, para Solange N¡¯Guessan, el agradecimiento de la comunidad con sus mujeres sellar¨¢ por fin una ¨¦poca en la que, aqu¨ª, lo femenino carec¨ªa de valor.
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