Desplazada y sin marido
Kaltouma Adam huy¨® de Boko Haram, pero su esposo opt¨® por quedarse en el pueblo. En su ausencia, tuvo que remangarse y ocuparse tambi¨¦n de las tareas tradicionalmente masculinas
Kaltouma Adam se?ala con orgullo el porche de ca?a que ha construido delante de su caba?a y que la resguarda del sol abrasador del Sahel chadiano. Lo construy¨® con sus manos al llegar a Tagal, una aldea a las orillas del Lago Chad, donde busc¨® refugio de los ataques de Boko Haram a su pueblo natal hace dos a?os. Nunca hab¨ªa hecho algo as¨ª y tuvo que aprender sobre la marcha, recogiendo el material d¨ªa tras d¨ªa y levantando poco a poco la construcci¨®n. No ten¨ªa elecci¨®n. Tuvo que remangarse y buscarse la vida durante todo este tiempo mientras su marido decidi¨® permanecer en su hogar, en la isla de Kaiga Ngouba. No le qued¨® m¨¢s remedio que ocuparse tambi¨¦n de las tareas tradicionalmente reservadas a los hombres.
"Si un hombre sale a la calle, Boko Haram le mata. Pero las mujeres tambi¨¦n son v¨ªctimas, porque, sin sus maridos, se convierten en vulnerables", explica mientras amamanta a su hijo peque?o. "En ausencia de mi esposo, lo he tenido que hacer todo sola, pero esto no es bueno", dice, aunque asegura que nunca tuvo problemas en el lugar de acogida y que no fue f¨¢cil estar lejos de su marido durante dos a?os.
Kaltouma tiene 20 a?os y dos hijos, de 5 y 2 a?os, respectivamente. El m¨¢s peque?o, Adam, naci¨® en Tagal. Cuando el grupo terrorista islamista quem¨® su pueblo, estaba embarazada de siete meses. Tuvo suerte, admite, porque otras mujeres en su misma condici¨®n perdieron a sus hijos durante el recorrido hacia un lugar m¨¢s seguro. Sabe que los milicianos de Boko Haram a veces secuestran ni?as y mujeres, pero no sabe qu¨¦ hacen con ellas.
El estallido de la crisis del Lago Chad, que desde Nigeria se contagi¨® a los vecinos Camer¨²n, N¨ªger y Chad, ha obligado a m¨¢s de 118.000 personas a desplazarse en el interior del pa¨ªs. "Los hombres de Boko Haram entraron por un lado de la isla y prendieron fuego a algunas casas. Poco despu¨¦s llegaron las fuerzas de seguridad y nos prohibieron salir de casa", recuerda. Lo que vio al d¨ªa siguiente qued¨® grabado en su memoria: "Hab¨ªa cad¨¢veres en la calle y gente que escapaba en todas las direcciones". Su marido se encontraba en ese momento de viaje, as¨ª que tuvo que tomar la decisi¨®n de irse por su cuenta. Cogi¨® al ni?o de la mano y se puso en marcha junto a unos vecinos.
Cuando Boko Haram quem¨® su pueblo, estaba embarazada de siete meses. Tuvo suerte, admite, porque otras mujeres en su misma condici¨®n perdieron a sus hijos durante el recorrido hacia un lugar m¨¢s seguro
A su llegada a Tagal, una vecina escuch¨® su ni?o llorar por el hambre, les invit¨® a pasar y comparti¨® con ellos la escasa comida de la que dispon¨ªa. Se quedaron tres meses con ella y a¨²n hoy, teniendo ya un hogar, siguen comiendo juntos.
Su marido se reuni¨® con la familia poco despu¨¦s, pero, al no encontrar empleo, decidi¨® regresar a Kaiga Ngouba. Hace un par de d¨ªas tuvo que desistir de la idea de poder ayudar a su familia desde all¨ª y volvi¨® a Tagal para quedarse.
Conf¨ªa en que alg¨²n d¨ªa podr¨¢n regresar a su pueblo natal. "Aqu¨ª vivimos de la caridad de los dem¨¢s. Estamos obligados a estar de brazos cruzados y no nos gusta, pero no es f¨¢cil encontrar una soluci¨®n".
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