Hacia una nueva ¨¦poca
La voluntad de di¨¢logo que culmin¨® con la legalizaci¨®n del PCE sirvi¨® para salir de la peor pesadilla de la Espa?a del siglo XX
El 9 de abril de 1977, en Semana Santa, el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Su¨¢rez, legaliz¨® al Partido Comunista. Las primeras elecciones tras la dictadura iban a celebrarse en junio y la medida, que no fue bien recibida por buena parte del Ej¨¦rcito y la sociedad, garantizaba que se celebrar¨ªan en un clima de pluralismo real. No hay que dar por descontado, como se hace hoy frecuentemente, que se trataba de una decisi¨®n ya escrita. Eran muchos los que prefer¨ªan que aquella primera cita con las urnas se celebrara sin presencia comunista, que se dejara esa decisi¨®n para m¨¢s adelante.
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Pero Su¨¢rez tuvo el acierto y el coraje de sortear las presiones y de incorporar a la lucha electoral a una fuerza a la que muchos ve¨ªan como heredera de la Guerra Civil. Santiago Carrillo, entonces secretario general de los comunistas, hab¨ªa mostrado su disposici¨®n a aceptar las reglas de juego de la nueva monarqu¨ªa. El impecable comportamiento de cuantos salieron a la calle en febrero para protestar contra la matanza de los abogados laboralistas, perpetrada por la extrema derecha, termin¨® de convencer al presidente de que no se pod¨ªa privar del ejercicio del voto a un sector importante de la sociedad.
La situaci¨®n econ¨®mica era dif¨ªcil, las actuaciones terroristas sacud¨ªan al pa¨ªs con frecuencia, el Ej¨¦rcito desconfiaba y la Secretar¨ªa General del Movimiento hab¨ªa existido hasta ese mismo mes de abril. La legalizaci¨®n de los comunistas era un paso imprescindible para terminar con los odios de la Guerra Civil. Quienes cuestionan hoy, con una frivolidad alarmante, cuanto se hizo para edificar una democracia homologable a las de los pa¨ªses vecinos olvidan de manera interesada que fue negociando como se alumbr¨® una nueva ¨¦poca. Aquella voluntad de di¨¢logo sirvi¨® entonces para salir de la peor pesadilla de la Espa?a del siglo XX y podr¨ªa facilitar hoy, en vez de tanto est¨¦ril enfrentamiento sectario, tratar los desaf¨ªos del presente.
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