?Se puede combatir la discriminaci¨®n de g¨¦nero?
Es un c¨ªrculo vicioso. En todas las latitudes. Las mujeres cargan con el cuidado de los hijos y las tareas dom¨¦sticas. Un trabajo no remunerado que afecta a su dedicaci¨®n a metas m¨¢s ambiciosas. Y las condena a puestos a tiempo parcial o temporales. La receta del cambio: reformas razonables. En Islandia han demostrado que s¨ª se puede.
ANTES DE casarse, Sonia (nombre ficticio) y su entonces marido decidieron que ella abandonar¨ªa su trabajo. A partir de ese momento llevar¨ªa la casa y, con el tiempo, cuidar¨ªa de sus hijos, dos chicas que hoy tienen 22 y 20 a?os y acaban de hacerla abuela. Unos a?os despu¨¦s sobrevino el divorcio y los problemas con el pago de la manutenci¨®n. Tras m¨¢s de un decenio sin desempe?ar un cargo remunerado, Sonia tuvo que volver a buscar empleo. Y los puestos ¨C¡°limpiando un museo, un laboratorio¡¡±¨C se fueron encadenando. ¡°Casi todos han sido a tiempo completo, pero siempre trabajos temporales¡±, explica esta burgalesa de 50 a?os. Unos contratos alcanzan los tres meses, otros siete d¨ªas. Alguno apenas cubre un fin de semana. ¡°Y a veces requieren traslados de una hora y media, con lo que el sueldo ni siquiera te alcanza¡±. Antes de la crisis, y de su matrimonio, Sonia se ganaba el sueldo realizando tareas de limpieza dom¨¦stica o cuidando enfermos o ancianos. ¡°Pero eso ahora lo hacen los familiares¡±. Esta mujer tiene muy clara la palabra con la que definir¨ªa su coyuntura: ¡°Incertidumbre¡±. Lo significativo es que su caso se encuentra lejos de ser algo excepcional.
La atenci¨®n a ni?os y dependientes junto con las tareas dom¨¦sticas suponen cargas que casi invariablemente, y en cualquier latitud y contexto, recaen sobre las mujeres. Muchas veces gratuitamente. Por doquier, ellas tienden a especializarse en este tipo de trabajos no pagados, en oposici¨®n a los empleos de los hombres, asalariados. Como se?ala Nil¨¹fer ?agatay, experta de ONU Mujeres, lo hacen en una proporci¨®n global de 2,5 veces m¨¢s. ¡°De ah¨ª que necesitemos expandir nuestra visi¨®n de la econom¨ªa m¨¢s all¨¢ del dinero, porque las mujeres llevan a cabo una labor no reconocida pero fundamental para cubrir las necesidades de los seres humanos¡±. Hace falta reflexionar sobre lo que realmente significa trabajar, y c¨®mo, cu¨¢nto y por qu¨¦ se prolonga esa actividad a lo largo de la jornada. Para las mujeres, esos esfuerzos se acaban convirtiendo en horas extras de balde: seg¨²n datos de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT) extra¨ªdos a finales de 2015 de 65 pa¨ªses desarrollados, ellas pasan de media 4 horas y 20 minutos llevando a cabo tareas no remuneradas, casi el doble que las 2 horas y 16 minutos que invierten ellos.
Para el desarrollo profesional de Sonia, mantener sola a sus hijas le ha supuesto ¡°simplemente, un lastre¡±. ¡°Me han ofrecido trabajos fuera de Burgos, pero cuando pides la conciliaci¨®n te borran de la lista de candidatos¡±. La traducci¨®n de la mayor implicaci¨®n femenina en los cuidados y las tareas dom¨¦sticas se resume en que muchas mujeres tienen que conformarse con que, fuera de casa, solo cuenten con ellas en puestos a tiempo parcial o temporales. En la UE de los 28, seg¨²n Eurostat, en 2015 los contratos de jornada parcial sumaban 42.097.000 (19,6% del empleo total), de los que 31.820.000 correspond¨ªan a mujeres y 10.277.000 a hombres. Una proporci¨®n ¨Cen torno al triple¨C muy similar a la de Espa?a. Esos trabajos, a?ade ?agatay, ¡°plantea un impedimento para su integraci¨®n en la econom¨ªa formal y es causa de desigualdades como la brecha salarial o la inferioridad de estatus¡±. ?Un ejemplo flagrante de este ¨²ltimo caso? A junio de 2016, solo un 22,8% de los parlamentarios del mundo eran mujeres, mientras que una decena hab¨ªan alcanzado el nivel de jefas de Estado y nueve el de presidentas nacionales.
Un claro inconveniente de este desequilibrio procede del hecho de que se trata de un sesgo ¡°involuntario¡±. No es una elecci¨®n, sino todo lo contrario. En una encuesta reciente se pregunt¨® a mujeres de 142 pa¨ªses qu¨¦ percib¨ªan como un reto a la hora de ingresar en el mundo laboral. ¡°Y las que no forman parte del mercado se?alaron que querr¨ªan incorporarse, pero no pueden¡±, subraya Ver¨®nica Escudero, investigadora de la OIT, que apunta que en ese sondeo ¡°se mencion¨® casi universalmente como raz¨®n la imposibilidad de conciliar familia y empleo, dado que no se ofrece ni flexibilidad horaria ni acceso asequible a cuidadores¡±. El encadenamiento del trabajo no remunerado con la precariedad desemboca a su vez, como ilustra la tambi¨¦n investigadora Sheena Yoon, ¡°en una segregaci¨®n ocupacional¡±: la mayor¨ªa de mujeres, un 62%, se colocan en el sector servicios, que engloba desde el turismo y la hosteler¨ªa hasta las ventas o la educaci¨®n. La agricultura y la industria, del otro lado, son coto de los hombres.
Islandia, el pa¨ªs con mejores condiciones laborales para las mujeres, tiene una brecha salarial del 17,5%.
La muy documentada ¡°sobrerrepresentaci¨®n¡± de las mujeres en el sector terciario y, sobre todo, en los espacios de mayor inestabilidad y pobreza se acrecienta inevitablemente con las crisis econ¨®micas. De ah¨ª que en Espa?a ¡°la reducci¨®n de la inversi¨®n p¨²blica en los servicios haya penalizado particularmente a las mujeres¡±, como indica Cristina Border¨ªas, experta en desigualdades de g¨¦nero de la Universidad de Barcelona. Como le ha ocurrido a Sonia, que de soltera se ganaba la vida cuidando a dependientes, ya que hoy d¨ªa son sobre todo las mujeres del entorno las que cubren estas necesidades gratuitamente. Desde entidades como ONU Mujeres se intenta llevar a cabo acciones que ayuden a equilibrar la balanza, desde analizar qu¨¦ significa trabajar hasta dar soporte a las estructuras legales de los diferentes pa¨ªses. ¡°Pero un problema importante es que en las crisis se tiende a construir infraestructuras f¨ªsicas para potenciar la creaci¨®n de empleo, cuando esos trabajos van a parar generalmente a hombres¡±, alerta ?agatay. Una soluci¨®n pasar¨ªa, seg¨²n recomienda la experta, por ¡°fomentar las infraestructuras de asistencia y cuidados de personas¡±.
En pa¨ªses como Islandia hace d¨¦cadas que combaten la discriminaci¨®n de g¨¦nero tanto desde el activismo como a trav¨¦s de las instituciones. Un reflejo de los resultados puede verse en un dato: en los ¨²ltimos ocho a?os, el pa¨ªs ha alcanzado el mejor resultado en la lista del informe que elabora el Foro Econ¨®mico Mundial sobre las brechas de g¨¦nero. En el documento de 2016, Espa?a se sit¨²a en el n¨²mero 29. ¡°La experiencia de otros pa¨ªses muestra que es posible implantar medidas¡±, subraya Border¨ªas. ¡°No hablamos de una revoluci¨®n, sino de reformas razonables que benefician a toda la sociedad¡±. Los remedios abarcan desde la reducci¨®n de la jornada para hombres y mujeres hasta la implementaci¨®n de pol¨ªticas de conciliaci¨®n, as¨ª como los permisos de paternidad y maternidad intransferibles, la inversi¨®n en guarder¨ªas p¨²blicas o las pol¨ªticas fiscales.
Incluso en Islandia, a¨²n no se puede hablar de unas condiciones laborales igualitarias. All¨ª, por ejemplo, la brecha salarial contin¨²a siendo pronunciada: en 2015 ascend¨ªa al 17,5%. ¡°Debemos entender que no se puede castigar a la mujer por tener hijos y cuidar de ellos, y que hay que tomar medidas no solo en lo que se refiere a los salarios, sino tambi¨¦n en cuanto al reconocimiento social¡±, receta ?agatay. De lo contrario, se malgasta el potencial y se generan repercusiones: ¡°Desde las ¨¦ticas, ya que vives sabiendo del sufrimiento del otro, hasta las pol¨ªticas, dado que crecen las tasas de desempleo generales, lo que provoca un aumento de la violencia social. Eso sin mencionar las consecuencias f¨ªsicas y mentales, puesto que a mayor desigualdad, m¨¢s casos de suicidios y depresiones¡±.
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