Tit¨¢n
El pensamiento, como el arte, no es asunto que dependa de la inteligencia, sino del coraje
Han pasado menos de dos siglos, pero la comparaci¨®n da escalofr¨ªos. Durante la Revoluci¨®n Industrial algunos humanos se midieron con los dioses. Para matar a un dios hay que ser un dios. As¨ª, G.?W.?F.?Hegel. Podr¨ªa parecer un profesor de la Universidad de Berl¨ªn semejante a los actuales profesores de filosof¨ªa, pero ser¨ªa como decir que la V¨ªa L¨¢ctea tiene el tama?o de un gusano. La nuestra es la visi¨®n del gusano. Hegel, en cambio, sentado sobre la Osa Mayor, ve¨ªa el cosmos en su totalidad. De hecho, fue el primero en comprender que un mundo sin dioses precisaba una voz humana de condici¨®n divina. Aquel profesor de universidad se propuso, seg¨²n dej¨® dicho, ¡°escribir el discurso de Dios antes de crear el mundo¡±. Y lo hizo.
Da lo mismo qui¨¦n fuera Hegel, lo relevante es que todav¨ªa era posible mantener la ambici¨®n de saberlo todo y proceder a una representaci¨®n que lo incluyera todo, desde la primera ameba hasta el ¨²ltimo ca?¨®n de Napole¨®n, a quien vio pasar bajo su ventana. ?C¨®mo pudo caber todo el cosmos en una sola cabeza? Muy sencillo: el pensamiento, como el arte, no es asunto que dependa de la inteligencia, sino del coraje. Y Hegel era un bravo.
Para nosotros es casi imposible acceder a un pensamiento que s¨®lo puede compararse con el de Plat¨®n. Si el griego alz¨® el tel¨®n del temible escenario occidental, Hegel lo baj¨® con igual grandeza. Despu¨¦s de Hegel, uno de sus alumnos, Marx, quiso prolongar la audacia tirando del cielo hacia el asfalto. Su fracaso es nuestra vida cotidiana. Nietzsche os¨® dar de martillazos al tit¨¢n. Aquellos golpes son ahora nuestra m¨²sica.
Se acaba de publicar la Enciclopedia de las ciencias filos¨®ficas de Hegel, biling¨¹e y en la admirable traducci¨®n de Ram¨®n Valls. S¨®lo para los m¨¢s bravos.
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