Simonetta Agnello Hornby: "La Mafia no ha muerto. Est¨¢ dormida"
SIMONETTA Agnello Hornby (Palermo, 1945) cambi¨® de oficio durante un retraso en el aeropuerto de Palermo. Su equipaje estaba lleno de mermeladas que le daba su madre para llevar a Londres, donde resid¨ªa, y no le cab¨ªa ni un libro. Durante aquellas horas perdidas, sin nada que leer, construy¨® mentalmente una novela, que se puso a escribir nada m¨¢s aterrizar en Reino Unido. Un a?o m¨¢s tarde termin¨® La Mennulara, un relato ambientado en la Sicilia de los a?os sesenta que se convirti¨® r¨¢pidamente en un gran ¨¦xito internacional. Se hab¨ªa transformado en novelista y, poco a poco, fue abandonando el trabajo al que hab¨ªa dedicado toda su vida: Agnello Hornby hab¨ªa sido una de las abogadas de derecho de familia m¨¢s importantes de Reino Unido, especializada en la defensa de la infancia y en los abusos dentro de la familia, y lleg¨® a ejercer como juez. Desde entonces ha publicado cinco novelas m¨¢s ¡ªtodas ellas en la editorial Tusquets¡ª y dos libros de memorias, uno dedicado a Londres y otro a la historia de su familia a trav¨¦s de sus recetas. Su ¨²ltima obra es Caf¨¦ amargo (traducci¨®n de Carlos Gumpert), un ambicioso fresco del sur de Italia, desde la unificaci¨®n hasta el desarrollismo industrial, a trav¨¦s de un personaje inspirado en su abuela. El otro cambio fundamental en su vida se produjo cuando descubri¨® que uno de sus dos hijos padec¨ªa ELA, una enfermedad degenerativa e incurable. Agnello Hornby escribe y piensa en italiano ¡ªsus novelas¡ª y en ingl¨¦s ¡ªsus sentencias¡ª, y convive con sus diferentes identidades, ciudades y pa¨ªses. La entrevista tiene lugar en su luminoso piso de la capital brit¨¢nica, cerca de la estaci¨®n de Victoria.
Usted es una angloitaliana que vive en Londres, escribe en dos lenguas y parte de su familia reside en Sicilia. ?C¨®mo le ha afectado el Brexit? Mi Brexit particular empez¨® en 1999, cuando Reino Unido rechaz¨® entrar en el euro. Vi con claridad que este pa¨ªs iba a salir de Europa. No puedo decirle por qu¨¦, fue una cuesti¨®n de instinto, mis intuiciones funcionan mejor que mi mente, pero comprend¨ª que esa decisi¨®n significaba que tarde o temprano iban a salir de la UE. Por eso, enseguida inici¨¦ los tr¨¢mites para convertirme en ciudadana brit¨¢nica. En aquella ¨¦poca era juez y abogada, y la condici¨®n para poder ejercer esa profesi¨®n era ser brit¨¢nica o de un pa¨ªs miembro de la UE. Me present¨¦ con dos amigas, que estaban en una situaci¨®n parecida, y lo consegu¨ª r¨¢pidamente.
Su imaginaci¨®n sigue siendo muy italiana a pesar de haber vivido en la capital brit¨¢nica durante medio siglo. ?Por qu¨¦? Llevo aqu¨ª 47 a?os. Me veo a m¨ª misma como una persona formada por diferentes capas, como una tarta. Soy muy brit¨¢nica en el trabajo, no podr¨ªa trabajar en Italia, son muy desordenados. Cuando leo las sentencias de los jueces italianos, el razonamiento es impecable, pero est¨¢ muy desordenado. En Inglaterra todo tiene que ser muy claro, directo. Vivo muy bien con dos identidades, todos los sicilianos tenemos dos identidades. Somos, como m¨ªnimo, sicilianos e italianos.
?Por qu¨¦ empez¨® a escribir novelas tan tarde? Quise cambiar mi vida. Ten¨ªa 55 a?os y no quer¨ªa envejecer como abogada. He visto a muchos compa?eros muy buenos que empezaron a ser malos ante los tribunales porque perd¨ªan rapidez y memoria, y es lo peor que le puedes hacer a un cliente. Lo primero que hice fue formar a los miembros de mi bufete, porque llegu¨¦ a emplear a 50 personas. Luego les vend¨ª la empresa y me qued¨¦ como asesora. Por entonces quer¨ªa hacer cuatro cosas y ninguna de ellas ocurri¨®: aprender a dibujar, estudiar ¨¢rabe, ense?ar ingl¨¦s a extranjeros e irme a Alepo durante seis meses. Ense?ar ingl¨¦s era la forma de entrar en las casas de la gente. Mis hijos ya hab¨ªan crecido, era el momento adecuado. Ese verano pas¨¦ las vacaciones m¨¢s largas de mi vida en Sicilia, tres semanas, nunca hab¨ªa estado tanto tiempo seguido porque siempre ten¨ªa que volver a trabajar. Pero mi hijo me anunci¨® que iba a tener un ni?o, y posteriormente lleg¨® el diagn¨®stico de mi otro hijo, que padece ELA. No cumpl¨ª ninguno de aquellos planes, pero me convert¨ª en novelista.
Usted ha trabajado durante a?os sobre violencia en la familia. En todo este tiempo, ?ha visto alguna mejora o cree que los problemas permanecen? La violencia dom¨¦stica era algo que desconoc¨ªa totalmente, en mi familia ha habido de todo, pero no violencia. Creo que solo me dieron una bofetada porque una vez insult¨¦ a mi abuelo. Y no se me ha olvidado. Aprend¨ª sobre la violencia cuando era peque?a y siempre pens¨¦ que era una cosa relacionada con la pobreza, pero luego en Zambia, cuando trabaj¨¦ como abogada, cambi¨® mi visi¨®n porque descubr¨ª que uno de mis clientes golpeaba a su mujer, y all¨ª me di cuenta de que le ocurr¨ªa a todo el mundo sin importar la clase social. Ahora s¨¦ que es un problema enorme, que siempre ha estado ah¨ª. Cuando se habla sobre el tema se concentra en las v¨ªctimas mortales, pero no son las ¨²nicas. La violencia dom¨¦stica est¨¢ en todas partes y tenemos que trabajar con la educaci¨®n y ser conscientes de que la mayor¨ªa de las personas violentas han sufrido o visto violencia. Me acuerdo de uno de mis clientes, un ni?o que me pregunt¨®: ¡°Se?ora, ?me convertir¨¦ en una persona como mi padre?¡±. Estoy segura de que en Espa?a el problema es tan grave como el nuestro. En las prisiones brit¨¢nicas, cerca del 80% de los internos han visto o sufrido violencia en la familia o la han ejercido sobre ella.
En su ¨²ltima novela, Caf¨¦ amargo, la familia es un lugar de refugio, pero tambi¨¦n de tragedia. ?Por qu¨¦? Supongo que ser¨¢ lo que queda en m¨ª de mi educaci¨®n cristiana. Quien escribiese la Biblia encomend¨® a un hombre la misi¨®n de matar a su hijo. Siempre lo encontr¨¦ escalofriante. ?C¨®mo es posible que Dios pida eso? Es cierto que las familias son muy complicadas, que ocurren cosas terribles dentro de ellas, pero creo que la Biblia pod¨ªa haber dado un voto de confianza a la humanidad.
¡°La aristocracia italiana estaba destinada a morir, pero Visconti le dio una nueva vida. ¡®El Gatopardo¡¯ despert¨® el inter¨¦s de toda Italia por conocer los palacios¡±.
?Se puede definir esta ¨²ltima novela como un Novecento siciliano, el relato de una familia con la historia de Italia como tel¨®n de fondo? Sin duda. Nunca he ?investigado tanto un libro, me pas¨¦ por lo menos cinco a?os estudiando. Y fue un proceso muy doloroso porque descubr¨ª todas las cosas horribles que hicimos los italianos, por ejemplo en Libia, donde utilizamos gas contra la poblaci¨®n civil en los a?os veinte. Lo que ahora leemos del ISIS y otros tambi¨¦n lo hicimos ?nosotros.
Tambi¨¦n es terrible la forma en que describe la vida en las minas a principios del siglo XX. Eso lo vi con mis propios ojos. La familia de mi madre ten¨ªa una mina. Nunca dejaban a las mujeres ir, pero una amiga pidi¨® permiso y se lo concedieron, as¨ª que me apunt¨¦. Era como entrar al infierno, el olor era horrible, aunque los mineros siempre cantaban. Era algo imposible de imaginar. Es otra historia que hemos olvidado, hasta finales del siglo XIX hab¨ªa padres que vend¨ªan a sus hijos a las minas, que eran aut¨¦nticos esclavos. Y hab¨ªa muchos abusos. Padec¨ªan adem¨¢s raquitismo.
Su protagonista tambi¨¦n es un personaje muy complejo porque por un lado lucha contra los prejuicios, pero a la vez los perpet¨²a. Este libro est¨¢ inspirado en mi abuela, a la que nunca conoc¨ª. Todo el mundo dec¨ªa que era una gran persona y cuando me puse a investigar descubr¨ª que era demasiado buena, que, efectivamente, no se pod¨ªa escribir sobre ella. Pero algunas de las historias que me contaron sobre ella no eran tan santas. ?Por qu¨¦ la gente hablaba tan bien de ella? Creo que porque intent¨® vivir una vida coherente y justa. Es cierto, como en el libro, que llevaba los negocios de la familia, porque mi abuelo era un jugador. Le dije a mi madre que deb¨ªa inventarle un amante y me respondi¨®: ¡°Bah, nadie lo ha dicho jam¨¢s de la abuela, pero si lo llega a hacer, nadie la habr¨ªa culpado¡±.
?Sigue volviendo a Sicilia todos los a?os? S¨ª, Palermo es una ciudad maravillosa. Pero la historia de Sicilia es muy triste. Es muy dif¨ªcil que cambie.
Pero usted siempre ha dicho que no le gusta Lampedusa y su famosa frase de El Gatopardo de que todo tiene que cambiar para que todo siga igual. No me gusta, no estoy de acuerdo con ¨¦l. ?l pensaba que toda la aristocracia iba a desaparecer. Mi padre era bar¨®n, conozco la aristocracia. Es una clase que estaba muriendo en los tiempos de Lampedusa. Mi padre y mis t¨ªos, que le conoc¨ªan, dec¨ªan: ¡°?Qu¨¦ sentido tiene que te llamen pr¨ªncipe cuando viajas en un Fiat 500?¡±. Mi padre dijo que deb¨ªamos trabajar y no casarnos porque nuestra clase deb¨ªa morir. Fue consecuente: cada vez que me qued¨¦ embarazada, me reproch¨® que hac¨ªa mal. De todos modos, la permanencia de la aristocracia no fue culpa de Lampedusa, sino de la pel¨ªcula de Luchino Visconti, un esteta arist¨®crata comunista. El Gatopardo es un filme maravilloso, que describ¨ªa perfectamente esta clase social con escenas como la del baile. ?Provoc¨® que gente de toda Italia se mostrase interesada por conocer los palacios y dio una nueva vida a la aristocracia. Yo tambi¨¦n creo que es una clase social que debe morir.
Una exposici¨®n reciente de Letizia Battaglia, la gran fot¨®grafa siciliana, mostraba c¨®mo era Palermo en los a?os sesenta, setenta y ochenta; la violencia, la pobreza. Sin embargo, la ciudad se transformado mucho. ?Ha cambiado Sicilia a mejor a pesar de todos sus problemas? Hemos mejorado, es cierto. Pero realmente no en el fondo. No hay trabajo, la gente sigue emigrando en masa. La Mafia no ha muerto, est¨¢ dormida. Ahora controla totalmente Sicilia. Cuando no hay asesinatos significa que tienen el control total. El m¨¢ximo poder lo ejercen cuando no tienen que matar: la gente obedece sin amenazas.
¡°Soy trabajadora, s¨¦ que vendo bien y que soy una buena escritora, pero hay muchos autores mejores que yo. No creo en el ego¡±.
Escribi¨® un libro de memorias, Unas gotas de aceite (Gatopardo), en el que mezclaba sus recuerdos con la cocina de su familia. ?Cree que su historia est¨¢ en sus recetas? Voy m¨¢s all¨¢: cocinar es nuestra cultura. Creo, al igual que Claude L¨¦vi-Strauss, que nos convertimos en humanos a trav¨¦s de la cocina. Si perdemos la habilidad de cocinar, nos transformaremos de nuevo en animales. El progreso es tan r¨¢pido que nos deshumaniza. Una persona que no cocina puede llevar ahora una vida normal. En mi generaci¨®n era dif¨ªcil, pero en la de mis abuelos era imposible. El cambio en nuestra relaci¨®n con la naturaleza ha sido enorme, hasta controlamos nuestra fertilidad y, por tanto, decidimos no reproducirnos, al menos en Europa. Es como si ya no quisi¨¦semos vivir. Apartarnos de la comida est¨¢ relacionado con esto. No cocinamos, pero hablamos todo el rato de comida. Es una iron¨ªa.
?Y tambi¨¦n hemos olvidado de d¨®nde viene lo que comemos? Han desaparecido las estaciones, comemos de todo en cualquier momento del a?o. En invierno no cocin¨¢bamos pasta con tomate porque en esa ¨¦poca del a?o no hab¨ªa tomates; com¨ªamos pasta con lentejas, sopas. Ahora hay tomate todo el a?o, y naranjas.
?Cu¨¢l es la receta m¨¢s importante de su vida? Las alb¨®ndigas. No solo de carne, en verano eran de berenjena y de pescado. Nunca tir¨¢bamos nada, eran fundamentales; con un poco de carne, de pan y de berenjenas alimentabas a toda una familia.
?C¨®mo cambia la perspectiva cuando se logra un ¨¦xito tard¨ªo? Soy trabajadora, s¨¦ que vendo bien y que soy una buena escritora, pero hay muchos autores mejores que yo. Ojal¨¢ fuese una gran escritora. S¨¦ comunicar, la gente me lee, pero cuando me releo yo misma me doy cuenta de que podr¨ªa haberlo hecho mejor. No creo en el ego. No somos nadie, el mundo es muy grande, somos gente normal. Fui una buena abogada, pero mi padre siempre dec¨ªa que la gente solo se acordaba de las malas personas.
Su trabajo como abogada ha debido de ser muy duro. A veces, en mi juventud, pensaba que no pod¨ªa m¨¢s cuando me enfrentaba a casos muy truculentos. Pero aprend¨ª a separar la vida y el trabajo, a olvidar al llegar a casa. En cambio no pude aprender a olvidar la enfermedad de mi hijo: solo lograba desconectar escribiendo. Ahora ya no consigo anestesiarme completamente. Est¨¢ ah¨ª todo el tiempo.
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