No eres un individuo, eres una multitud
Un libro expone el gigantesco poder de los millones de microorganismos que forman parte de nosotros
Si resumi¨¦ramos la historia del planeta en un a?o, los humanos aparecimos pocos minutos antes de la medianoche del 31 de diciembre. Pero la vida apareci¨® en marzo. Y lo hizo en forma de seres de una sola c¨¦lula, que regentaron en solitario la Tierra hasta octubre, momento en el que comenzaron a aparecer seres pluricelulares. Los microbios est¨¢n en todas partes y existen en n¨²meros astron¨®micos: ¡°Hay m¨¢s bacterias en tus tripas que estrellas en nuestra galaxia¡±, resume el periodista cient¨ªfico Ed Yong en las primeras p¨¢ginas de su libro Contengo multitudes (I contain multitudes, HarperCollins). Y a?ade: ¡°Los ¨²ltimos c¨¢lculos sugieren que tenemos alrededor de 30 billones de c¨¦lulas humanas y 39 billones de c¨¦lulas de microbios, pr¨¢cticamente un empate. Aunque los n¨²meros sean inexactos, no importa: desde cualquier punto de vista, contenemos multitudes¡±.
Tenemos alrededor de 30 billones de c¨¦lulas humanas y 39 billones de c¨¦lulas de microbios, pr¨¢cticamente un empate. Desde cualquier punto de vista, contenemos multitudes¡±
Al describir c¨®mo nuestro cuerpo est¨¢ formado por complejos e?independientes reinos de microbios, con sus ecosistemas y sus leyes, Yong explica que nuestra mano derecha comparte ¨²nicamente la sexta parte de especies con nuestra mano izquierda: ¡°Dicho llanamente, las bacterias de tu antebrazo se parecen m¨¢s a las de mi antebrazo que a las de tu boca¡±. Somos ricos en microbios salvo en la cara, un lugar en el que los cosm¨¦ticos est¨¢n destrozando el ecosistema natural, seg¨²n explica el libro, cuyo yo t¨ªtulo recupera un famoso verso de Walt Whitman en su Canto a m¨ª mismo. Pero el de los microorganismos es un ecosistema que renovamos permanentemente: por ejemplo, en cada gramo de comida que comemos ingerimos un mill¨®n de microbios. Y cada persona libera 37 millones de bacterias cada hora, formando en torno a s¨ª aut¨¦nticas auras vivientes que permiten identificarlos casi con el mismo detalle que el ADN.
Todo esto lleva a una pregunta fundamental del libro: ¡°Sabiendo lo que sabemos, ?c¨®mo podemos siquiera definir a un individuo?¡± Nuestros microbios residentes nos ayudan a construir nuestro propio sistema inmune, que a cambio aprende a tolerarles. ¡°Est¨¢ claro que los microbios alteran nuestra noci¨®n de individualidad. Ellos la conforman, tambi¨¦n. Tu genoma es pr¨¢cticamente igual que el m¨ªo, pero nuestros microbios pueden ser muy diferentes. Quiz¨¢ no es tanto que contengo multitudes sino m¨¢s bien que?soy multitudes¡±, sentencia el periodista, responsable de la secci¨®n de ciencia de la revista The Atlantic.
Bill Gates recomienda el libro porque supone un cambio tremendo en la forma de ver y de aprovechar el conocimiento sobre los microbios
Sin embargo, la imagen que tenemos de los microbios en general es de amenazas a combatir, g¨¦rmenes que transmiten enfermedades, y habitualmente usamos lenguaje b¨¦lico para referirnos a nuestra relaci¨®n con ellos. Y eso a pesar de que apenas un centenar de bacterias son da?inas, frente a los miles que son inocuas e incluso necesarias para nuestro organismo. ¡°Los microbios importan. Los hemos ignorado. Los hemos temido y odiado. Ahora, es momento de apreciarlos¡±, a?ade el propio Yong como declaraci¨®n de intenciones al comienzo del libro.
M¨¢s adelante, Yong habla de c¨®mo la medicina puede aprovecharse del conocimiento sobre las complejidades y los beneficios que pueden proporcionar estos seres microsc¨®picos: ¡°No son los enemigos de los animales, sino los fundamentos sobre los que su reino se construye¡±. Por ejemplo, se describen casos en los que se puede matar al par¨¢sito que enferma a los humanos acabando con la bacteria de la que depende ese par¨¢sito. Y es precisamente por esto por lo que alguien como Bill Gates, implicado desde su fundaci¨®n en la lucha contra las enfermedades, considera el libro de Yong uno de los mejores del a?o porque le hace cambiar su forma de pensar en la labor de los microorganismos y en las oportunidades que representa su conocimiento.
¡°Est¨¢ claro que los microbios alteran nuestra noci¨®n de individualidad. Ellos la conforman tambi¨¦n. Quiz¨¢ no es tanto que contengo multitudes sino m¨¢s bien que soy multitudes¡±
El libro es un monumental repaso por todos los casos ejemplares que conocemos sobre la importancia que desempe?an los microbios en las vidas de animales y humanos. Por ejemplo, se extiende relatando los descubrimientos que ha proporcionado la crianza de ratones en entornos absolutamente as¨¦pticos. Cuando estos roedores no han entrado jam¨¢s en contacto con ning¨²n tipo de vida microbiana, se desarrollan menos, crecen lentamente, generan ¨®rganos y sistemas inmunes deficientes y se hacen m¨¢s susceptibles al estr¨¦s y las infecciones: viven vidas m¨¢s cortas, m¨¢s dif¨ªciles y m¨¢s fr¨¢giles. ¡°Los animales libres de g¨¦rmenes son, sobre todo, criaturas miserables, que parecen necesitar en cada momento un sustituto para los g¨¦rmenes de los que carece¡±, dijo el bacteri¨®logo Theodor Rosebury. A partir de estos animales limpios de vida microbiana, los cient¨ªficos han podido estudiar al detalle los efectos que tienen en el comportamiento del organismo: al trasplantar las bacterias de las tripas de rat¨®n con s¨ªntomas depresivos se trasplantan la depresi¨®n, o las tendencias obesas, o sencillamente ayudan a que se activen determinados genes implicados en su desarrollo: ¡°Queda claro que los microbios no son unos meros pasajeros; a veces, ellos van al volante¡±.
Yong ofrece mil ejemplos, como el calamar que esculpe su cuerpo en funci¨®n de las bacterias que adquiere para poder camuflarse, gusanos que necesitan bacterias para llegar a adultas, el origen del olor con el que se relacionan los animales, por no hablar de todos los aspectos en los que influyen positivamente en la vida humana. ¡°Afectan al almacenamiento de grasas. Ayudan a reponer los revestimientos del intestino y la piel, reemplazando c¨¦lulas da?adas o muertas con otras nuevas. Aseguran la inviolabilidad de la barrera sangre-cerebro", enumera Yong. Y por supuesto, engrasan nuestro sistema inmune, ya desde el propio parto, en el que las madres nos protegen con los microbios de su conducto vaginal, y por medio de la leche materna, que carga las pilas de nuestras defensas con virus y bacterias. Yong tambi¨¦n detalla las relaciones que se est¨¢n hallando entre el ecosistema de nuestras tripas y la salud del cerebro.
Los ratones que no han entrado jam¨¢s en contacto con microbios, se desarrollan menos y peor: viven vidas m¨¢s cortas, m¨¢s dif¨ªciles y m¨¢s fr¨¢giles
L¨®gicamente, nuestra relaci¨®n con los g¨¦rmenes no es id¨ªlica. Como explica en el libro el bi¨®logo evolutivo Toby Kiers: "El microbioma es incre¨ªblemente importante, pero eso no significa que sea armonioso. Una alianza que funciona bien puede verse f¨¢cilmente como un caso de explotaci¨®n mutua. Simbiosis es conflicto, un conflicto que puede no resolverse nunca¡±. Los animales son selectivos con sus microbios y los microbios son selectivos con sus hu¨¦spedes, formando coaliciones que duran eternidades, hasta el punto de que evolucionan juntos. ¡°Quiz¨¢ debemos pensar en ellos como una unidad¡±, sugiere Yong, para dar paso a las teor¨ªas de la prestigiosa bi¨®loga Lynn Margulis, que suger¨ªa que estas relaciones con el mundo microsc¨®pico pod¨ªan ser el verdadero motor de la evoluci¨®n de las especies.
En la d¨¦cada de 1670, hubo un hombre que se asom¨® por primera vez a todo ese mundo, el holand¨¦s Anton van Leeuwenhoek, que desarroll¨® el microscopio para ser la primera persona en ver los protozoos que bailaban en el agua de un lago. A lo largo de sus investigaciones con este microscopio, ¡°casi todo lo que vio fue el primer humano que lo ve¨ªa¡±, explica Yong. Con su libro, este periodista cient¨ªfico nos obliga a asomarnos a este mundo fascinante que 350 a?os despu¨¦s sigue descubri¨¦ndose. Un mundo que, confiesa, le ha llevado a ver con otros ojos las ciudades, las corrientes de los r¨ªos o un saludo con la mano entre dos personas. ¡°Como dijo el paleont¨®logo Andrew Knoll: "Los animales son la guinda de la evoluci¨®n, pero las bacterias son el pastel".
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