Uncidos podemos
La consigna dominante de cierta izquierda es reescribir el pasado deteni¨¦ndose en un punto determinado del recorrido en busca de culpables de los males de hoy y encerr¨¢ndose en el marco de los buenos frente a los malos
La verdadera utop¨ªa? fueron los felices noventa. Slavoj Zizek
Caminamos, con paso firme, hacia el pasado. La consigna dominante en determinados sectores de la izquierda parece ser esta: regresemos al punto en el que todav¨ªa no exist¨ªan los males que hoy nos azotan. No es por casualidad que en el lenguaje parlamentario los verbos m¨¢s utilizados desde hace ya un tiempo entre nosotros sean ¡°revertir¡± y ¡°derogar¡±. Al principio parec¨ªa que hac¨ªan referencia ¨²nicamente a las nefastas pol¨ªticas del Partido Popular y no nos llamaba la atenci¨®n tanto uso, pero nos hemos ido adentrando en lo pret¨¦rito con desenvuelta determinaci¨®n y ya se ha empezado a ampliar el espectro de las actuaciones que tambi¨¦n se nos insta a deshacer. Bien pronto ha alcanzado la querencia a alguna de las llevadas a cabo por Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero (art¨ªculo 135 de la Constituci¨®n aparte, ha habido quien ha puesto en la picota su entera reforma laboral). Es de suponer que, a este ritmo, transitaremos r¨¢pidamente por lo llevado a cabo por Aznar y resulta altamente probable que la gesti¨®n de Felipe Gonz¨¢lez sea despachada en un plis-plas (a fin de cuentas es para algunos ¡ª¨²ltimamente, incluso desde sus propias filas¡ª el ep¨ªtome de las puertas giratorias). De ah¨ª a situarnos en el escenario del inicio de la Transici¨®n, como algunos desean, solo quedar¨¢ un suspiro.
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?De qu¨¦ depende detenerse en uno u otro punto del recorrido? De la posici¨®n pol¨ªtica de cada cual. Se dir¨ªa que, en el seno de la izquierda, las diferencias entre sus diferentes sectores la marca el punto del pasado en el que se detendr¨ªan (y por cierto que esto mismo rige para esa espec¨ªfica variante de la izquierda que ¨²ltimamente ha virado en Catalu?a hacia el independentismo: en su caso el retroceso alcanzar¨ªa hasta 1714). O, lo que viene a ser lo mismo, su especificidad pasa por el lugar en el que cada uno coloca el origen de todos nuestros males. Benjaminianos sin saberlo, se ven empujados hacia delante, como el ¨¢ngel de la historia de Paul Klee, por el transcurrir de los acontecimientos, pero con el rostro vuelto hacia el pasado, incapaces de mirar de frente lo que se les avecina.
Esta actitud contiene una profunda contradicci¨®n. Los buenos tiempos siempre quedan atr¨¢s pero, por otro lado, quienes se reclaman de ellos se declaran, en el mismo gesto, inaugurales. Se empe?an en reescribir el pasado ¡ªdicen que para no repetir sus errores¡ª. Pero el prop¨®sito en cuanto tal constituye una declaraci¨®n de impotencia. Entre otras razones porque quien viaja imaginariamente al pasado en cuesti¨®n lleva a cuestas su presente. El ventajismo de criticar desde hoy las posiciones que los adversarios anta?o manten¨ªan para, a rengl¨®n seguido, certificar el rosario de presuntos renuncios y contradicciones en que estos ¨²ltimos habr¨ªan incurrido tiene un f¨¢cil ant¨ªdoto: el de preguntarse qu¨¦ pensaban y qu¨¦ defend¨ªan los predecesores de los mencionados hipercr¨ªticos en aquel mismo momento. Quiz¨¢, de aplicar el ant¨ªdoto, nos encontrar¨ªamos con que tambi¨¦n aquellos incurrieron en lo que sus herederos ahora tanto critican (la aceptaci¨®n de la monarqu¨ªa o la actitud hacia la amnist¨ªa podr¨ªan ser ejemplos ilustrativos).
El imaginario viaje al pasado revela una impotencia pol¨ªtica y es en s¨ª mismo imposible
Pero la falacia tiene doble fondo y por debajo de este primer nivel, en ¨²ltima instancia casi metodol¨®gico, subyace otro de mayor importancia. Porque este imaginario viaje al pasado, adem¨¢s de revelar una impotencia pol¨ªtica, es en s¨ª mismo imposible. A dicho lugar no se puede regresar porque ya no existe. Pretenderlo es hacer como si nada hubiera sucedido entretanto, como si el tiempo transcurrido desde entonces no hubiera alterado en modo alguno la realidad. Pero es a la realidad actualmente existente a la que hay que dar respuesta, la que, en lo que proceda, urge modificar. Todos esos ejercicios de intensa melancol¨ªa pol¨ªtica (de la a?oranza de lo que pudo haber sido y no fue) a los que venimos asistiendo de un tiempo a esta parte, toda esa dulzona autocomplacencia ante el heroico espect¨¢culo de las ocasiones perdidas al que se dedican de manera sistem¨¢tica quienes no las vivieron, deja sin pensar precisamente aquello que m¨¢s deber¨ªa importarnos, que es la soluci¨®n de los problemas que hoy tenemos planteados.
Reivindicar, pongamos por caso, la socialdemocracia sueca de los sesenta cuando no solo no somos suecos sino que nos separa de aquella d¨¦cada medio siglo ¨²nicamente puede ser considerado, en el mejor de los casos, un mero flatus vocis. Si se quiere reivindicar un modelo de semejante tipo no basta con utilizar como argumento mayor frente a los esc¨¦pticos el tan contundente como romo de que tal cosa fue posible y extraer luego, como mec¨¢nica y simplista conclusi¨®n, que podr¨ªa volver a darse. Se impone, en primer lugar, dar cuenta de los motivos por los que se torci¨® el proyecto, qu¨¦ hizo que fuera degrad¨¢ndose hasta quedar muy lejos de su dise?o originario. Y, a continuaci¨®n, mostrar lo que hoy, en nuestras actuales condiciones, resulta viable.
Un an¨¢lisis profundo desactiva discursos m¨¢s cargados de emociones que de razones
Pero proceder as¨ª probablemente desactivar¨ªa en gran medida la eficacia de un discurso m¨¢s cargado de emociones que de razones. Se dir¨ªa que algunos reh¨²yen la posibilidad misma de encontrarse con la evidencia de que tal vez buena parte de las respuestas ofrecidas en el momento en el que, seg¨²n ellos, las cosas tomaron la senda err¨®nea eran las adecuadas, o las menos malas, o acaso las ¨²nicas posibles. Pero aceptar eso dejar¨ªa sin referente su indignaci¨®n, que no tendr¨ªa a quien dirigirse. Necesitan pensar (contraviniendo a Plat¨®n, dicho sea de paso) que aquello no solo se hizo mal, sino que se hizo mal a sabiendas. Corolario ineludible a partir de semejantes premisas: quienes actuaron de tal modo, no solo son responsables de lo sucedido sino que, sobre todo, son culpables de cuanto ahora nos pasa.
El cuadro (?o quiz¨¢ deber¨ªamos mejor decir el marco, el famoso frame?) queda de esta manera cerrado. Ellos frente a nosotros, los de arriba frente a los de abajo: los buenos frente a los malos, en definitiva. Pero los dualismos los carga el diablo, y del manique¨ªsmo al cainismo apenas hay un paso, que en el calor de la pol¨¦mica no cuesta apenas nada dar. Hace no mucho, en el transcurso de un agitado pleno en el Congreso, un diputado de izquierdas le espetaba a la bancada del Partido Popular estas sonoras palabras: ¡°Espa?a es un gran pa¨ªs, pero ser¨ªa mejor sin ustedes¡±. Excuso decir el entusiasmo con el que fueron acogidas por parte de los correligionarios del diputado en cuesti¨®n. Sin embargo, he de confesar que a m¨ª no me sonaron tan bien. Quiz¨¢ fuera porque la memoria, siempre tan traviesa, decidi¨® gastarme una mala pasada y trajo a mi cabeza dos versos de una canci¨®n que interpretaba un cantautor, de izquierdas por cierto, en los albores de la tan denostada Transici¨®n. Dec¨ªan as¨ª los versos: ¡°aqu¨ª cabemos todos/ o no cabe ni Dios¡±.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona y portavoz del PSOE en la Comisi¨®n de Educaci¨®n del Congreso de los Diputados.
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