Perro Furioso y la lecci¨®n de periodismo de Teddy Fischer
Algunas ense?anzas de la entrevista de un escolar al jefe del Pent¨¢gono: Preguntar requiere saber y querer. Saber de lo que se va a hablar y querer escuchar
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Los peri¨®dicos son piezas maravillosas, cajas llenas de sorpresas estimulantes. En papel o en digital. Yo prefiero el papel. ?Por qu¨¦? Pues porque nac¨ª oli¨¦ndolo, y a estas alturas son tantos los vicios (y las virtudes) que desprende ese perfume que no conozco adicci¨®n m¨¢s ben¨¦vola ni m¨¢s gratificante que la de leer peri¨®dicos para dejarme sorprender, emocionar, indignarme o preguntar.
El d¨ªa en que entrevist¨¦ a Perro Furioso, por Joan Faus
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Un hallazgo rocambolesco deriv¨® en una entrevista exclusiva con el jefe del Pent¨¢gono. Teddy Fischer, un estudiante de secundaria de una escuela del Estado de Washington (...)
Y este ¨²ltimo jueves la ¨²ltima p¨¢gina de EL PA?S produjo una de esas maravillas que llegan a los peri¨®dicos, se valoran, se desde?an o, seg¨²n el genio o la experiencia que permite dejarse emocionar, alcanza zonas de privilegio en las p¨¢ginas. Que Dios (el Dios del periodismo, en todo caso) me frene el deseo de las comparaciones entre el dios digital y el dios papelero, pero yo prefiero el papel, tambi¨¦n, por esta vieja raz¨®n: el papel certifica la situaci¨®n de una noticia en el cosmos gr¨¢fico de un diario. Mientras que en el universo digital las noticias van y vienen y requieren, desde mi antiguo punto de vista, una b¨²squeda que el papel facilita y fija.
Esa perla en cuesti¨®n es la cr¨®nica que hizo Joan Faus desde Washington sobre un estudiante norteamericano, de nombre Teddy Fischer, que fue capaz de llegar a entrevistar al jefe del Pent¨¢gono, un militar que, por el car¨¢cter de sus haza?as b¨¦licas, alcanz¨® el sobrenombre inquietante de Perro Furioso. Resulta que este Perro Furioso, que hab¨ªa sido enunciado como un individuo peligroso y abrumador, accedi¨® a ser entrevistado por el muchacho para su diario escolar. El encuentro fue azaroso: fue por azar que el chico supo del tel¨¦fono de este militar de pasado borrado por el sobrenombre; y fue azaroso que este hombre tan ocupado en la inspecci¨®n y el desarrollo del mayor ej¨¦rcito del mundo le devolviera la llamada a Teddy y accediera a sentarse con ¨¦l para una entrevista que ahora ya ha tenido repercusiones que justifican el tiempo que cada uno de los dos, el chico y el militar, le dedicaron a este prop¨®sito.
La mayor sorpresa de la entrevista no es s¨®lo que se hiciera, es decir, que el militar de tantos galones accediera a hablar con un muchacho para una entrevista escolar; lo m¨¢s interesante es que resulta una lecci¨®n de periodismo. En primer lugar, y como deber¨ªa ser norma, el entrevistador, un adolescente, sab¨ªa much¨ªsimo de los asuntos estrat¨¦gicos e hist¨®ricos del militar; ¨¦ste, de cultura dilatada, en historia y en filosof¨ªa, mostr¨® ante el entrevistador un respeto que, tal como son las cosas en el periodismo de hoy en d¨ªa, resulta abrumador y ejemplar. Y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, las cosas que dice el militar las podr¨ªan decir, entre nosotros, y que ellos me perdonen, gente como don Emilio Lled¨® o como don ?ngel Gabilondo, tales son las apelaciones a la ¨¦tica individual y colectiva que Jim Mattis, el mentado jefe del Pent¨¢gono, pronuncia ante de Teddy Fischer y que ¨¦ste recoge.
No es una entrevista excepcional, por supuesto; lo que es excepcional es c¨®mo la logr¨® el chico. Pero s¨ª es excepcional que sea este muchacho el que le haya quitado a Perro Furioso, de un sopet¨®n, la fama de personaje intratable que, en la c¨²spide de la milicia, es incapaz de otra cosa que de decir ¡°?Firmes!¡±
Y una cosa m¨¢s: la entrevista refleja un respeto mutuo; el chico no va a matar al padre (en este caso, al abuelo) ni se deja llevar por la impronta ahora com¨²n de gritarle a aquel del que quiere respuestas. Preguntar requiere saber y querer. Saber de lo que se va a hablar y querer escuchar. Si ambas aptitudes se ponen en marcha te responde bien hasta un Perro Furioso.
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