Narcoguerra al sur de Espa?a
Bajo el resplandor de un par de focos en torno a los que revoloteaba un enjambre de mosquitos nocturnos, la lancha de 12 metros luc¨ªa su proa amenazante como las fauces de un tibur¨®n. Atornillados a popa de la embarcaci¨®n negra varada sobre un remolque, tres motores de 300 caballos cada uno. Una loneta azul tapaba media cubierta, escondiendo el puesto de mando y tres asientos traseros alineados en fila india. Sobresal¨ªa un radar coronando el peque?o m¨¢stil de acero inoxidable. Amarrados a una barra de hierro, cuatro cascos de piloto para volar sobre el agua a m¨¢s de 50 nudos de velocidad. Y bien apilados sobre el suelo, medio centenar de bidones de combustible de 25 litros cada uno. Todo se escond¨ªa en una nave cubierta con paredes, portones y techo de zinc. Todav¨ªa quedaba espacio para la otra goma que permanec¨ªa fuera, en el jard¨ªn de una finca en primera l¨ªnea de la playa de Palmones, sobre un remolque enganchado a un tractor verde. Tres cabezones de 350 caballos cada uno se recostaban a popa de esta otra planeadora gemela, a¨²n empapada de salitre desde la quilla hasta la cubierta. Un par de horas antes, las dos embarcaciones hab¨ªan sido avistadas al filo del faro de Punta Carbonera (San Roque), en el litoral mediterr¨¢neo de la provincia de C¨¢diz.
Al resguardo de una noche de media luna, los transportistas alijaron la carga cerca del faro y salieron zumbando hasta la playa de Palmones en la pedan¨ªa del mismo nombre, dentro de la bah¨ªa de Algeciras. El port¨®n trasero de la finca se abri¨® para dar entrada a las embarcaciones al remolque del tractor, que recorri¨® en dos viajes los pocos metros que distan del agua. Un pu?ado de individuos salieron por piernas de all¨ª. Otros cuatro se metieron en la casa de este terreno cercado con paredes de chapa. Un quinto elemento se qued¨® en el jard¨ªn, ajeno a que el helic¨®ptero de Aduanas estaba viendo todo en una c¨¢mara t¨¦rmica desde cientos de metros de altura.
Francis, Iv¨¢n y F¨¦lix hab¨ªan sido los primeros en localizar las embarcaciones sospechosas. Los tres agentes de Aduanas otearon desde un monte con otra c¨¢mara t¨¦rmica el horizonte que abarca desde la valla fronteriza de Gibraltar hasta las inmediaciones del puerto de Sotogrande. Cuando las dos gomas aparecieron en la pantalla cerca de tierra, Francis inform¨® al helic¨®ptero de Aduanas. El p¨¢jaro caz¨® el enclave de la playa de Palmones donde los lancheros se cobijaron tras cumplir con su tarea. Tambi¨¦n se inform¨® al mando que coordina acciones con otros cuerpos policiales. Varios agentes de la Guardia Civil, entre ellos miembros del Grupo de Acci¨®n R¨¢pida (GAR), aseguraron el per¨ªmetro de la finca empu?ando sus ametralladoras ligeras mientras esperaban a los agentes de Aduanas que dieron pie a la operaci¨®n.
Al entrar, la ¨²nica persona visible era un hombre de mediana edad vestido con ropa militar de camuflaje en tonos marrones desde el cuello hasta los pies. Dijo estar viviendo all¨ª de alquiler y no saber nada de aquellas enormes embarcaciones plantadas en el jard¨ªn y el interior de la nave. Dentro de la vivienda de la finca se escond¨ªan otros cuatro individuos. Esperaron hasta el alba para salir. Dos dijeron ser de Ceuta. Otros dos, de la provincia de C¨¢diz. El de m¨¢s edad fumaba sin parar. El de mayor envergadura, de origen ceut¨ª, permanec¨ªa impasible. Todos vest¨ªan camiseta, bermudas y deportivas. Con las manos a la espalda, aseguraban haber venido a pasar la noche tomando algo en aquella casa, a pesar de estar cerrada a cal y canto. Francis, Iv¨¢n y F¨¦lix, los tres agentes de Aduanas, chaleco antibalas y pistola HK del 9 Parabellum al cinto, los llevaron por un sendero hasta la entrada del recinto.
All¨ª esperaban otros agentes de la Guardia Civil para identificarlos. Solo el de mayor edad mostr¨® un documento. El otro que dec¨ªa vivir en la provincia de C¨¢diz llam¨® por tel¨¦fono. ¡°Mami, hazme una foto del carn¨¦ y m¨¢ndamela¡ No pasa n¨¢, me ha parao la Guardia Civil¡±. Un agente abri¨® la mochila que el ceut¨ª impasible llevaba a la espalda. Dentro hab¨ªa una toalla, un ba?ador y una funda impermeable que proteg¨ªa dos tel¨¦fonos v¨ªa sat¨¦lite. Ante la solicitud de desbloquear los terminales, respondi¨®: ¡°No s¨¦ c¨®mo se hace, son nuevos¡±. El agente liber¨® uno de ellos e indag¨® entre las pocas llamadas registradas. Entre ellas, una de un n¨²mero asociado con el apodo King (Rey). Solo hab¨ªa un mensaje escrito en el buz¨®n correspondiente. ¡°Quiyo, av¨ªsame si esta noche vas a venir a kasa o te kedas con los colegas¡±. El mayor del grupo empalmaba cigarros hasta que se comprob¨® su identidad, fue engrilletado en el acto y llevado al cuartel. ¡°Pesa sobre usted una requisitoria judicial. ?Quiere que le explique sus derechos o se los sabe?¡±.
La incautaci¨®n de las dos planeadoras con los instrumentos de navegaci¨®n y sus correspondientes motores, cuyo valor supera los 300.000 euros. M¨¢s de 1.200 litros de combustible y un tractor requisados. Un detenido, tres individuos identificados y la toma de declaraci¨®n del supuesto habitante de la finca para seguir el rastro de las propiedades confiscadas. Fue el saldo de esta incursi¨®n nocturna a primeros de julio en las costas del Campo de Gibraltar. Al sur de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, en su extremo m¨¢s meridional, se libra una vieja batalla entre narcotraficantes y fuerzas del orden que hoy muestra una cara m¨¢s agresiva. La contienda transcurre en las localidades costeras de una comarca que ocupa 1.500 kil¨®metros cuadrados y alberga 250.000 habitantes. Mismo escenario, salpicado de playas con el pe?¨®n de Gibraltar como tel¨®n de fondo. Mismos actores, a un lado y al otro de la ley. Junto con las armas, la inmigraci¨®n irregular, el dinero y el tabaco, la droga sigue siendo el principal activo que surca las aguas del Estrecho. Del punto A: Marruecos, principal productor mundial de c¨¢nnabis, al punto B: el sur de Andaluc¨ªa, a 14 kil¨®metros en su trayecto m¨¢s corto, objetivo intermedio entre la salida de la mercanc¨ªa y las redes que la llevan hacia el resto de Europa.
pulsa en la fotoDetenci¨®n durante una incursi¨®n en una finca junto a la playa de Palmones.Fernando Moleres
¡°Si ahora mismo quisiera ordenar un transporte de material, solo tendr¨ªa que poner dos mensajes con este tel¨¦fono: uno a Marruecos y otro aqu¨ª, en Espa?a¡±, dice el jefe de una organizaci¨®n asentado en la Costa del Sol durante un encuentro en la terraza de un hotel. ¡°Dos mensajes. No llegar¨ªa al tercero para arrancar la maquinaria. Seguir¨¦ haciendo lo que hago mientras los de arriba sigan robando, los pol¨ªticos no den ejemplo y no cambie el pa¨ªs¡±. El jefe de jefes ronda los 40 y es de origen marroqu¨ª. Lleva desde la adolescencia en el negocio. Corpulento, de rasgos duros, viste camiseta negra y bermudas. Luce un reloj de gran calibre en la mu?eca izquierda. Paquete de rubio y gafas de sol con cristales de espejo sobre la mesa. Asegura que 300 familias viven de su organizaci¨®n, dedicada al tr¨¢fico de hach¨ªs desde el norte de Marruecos hasta la costa andaluza para su puesta a disposici¨®n de otras bandas internacionales que mueven la droga hacia el resto del continente. ¡°Ketama est¨¢ llena de hierba. Aunque se legalizase el c¨¢nnabis, el tr¨¢fico a gran escala seguir¨ªa. Solo tienes que ver el caso de Holanda¡±. Lleg¨® a Algeciras siendo ¡°un ni?o de familia humilde¡±. Empez¨® a curtirse desde los escalones m¨¢s bajos con el menudeo. A los 17, un amigo le ofreci¨® dar el primer pase.
¡°Aunque se legalizase el c¨¢nnabis, el tr¨¢fico a gran escala seguir¨ªa¡±, dice el jefe de una organizaci¨®n.
¡°Fue a mediados de los noventa. Salimos de La L¨ªnea de la Concepci¨®n en patera hasta unas ocho millas de la isla de Perejil. Nos desgarramos las manos subiendo los paquetes amarrados a una boya. Cuatrocientos kilos. Saqu¨¦ unas 250.000 pesetas. Me gust¨® el mar. En el a?o 2000, compr¨¦ mi primera goma con tres amigos. Doce millones. Con motor de 250 caballos y GPS. Un primer trabajo con destino en M¨¢laga. Compramos la segunda goma. Y rod¨® la rueda. Cuando empec¨¦ en serio, pr¨¢cticamente era jefe. Me sorprendo a m¨ª mismo diciendo esto, pero siendo jefe empec¨¦ a pilotar. Cuando alguno pon¨ªa problemas para salir a la mar iba yo. La primera persecuci¨®n con los de Aduanas fue de d¨ªa. Nunca he tirado paquetes al agua. Nunca he temido por mi vida. Me han trincado tres veces, pero de vac¨ªo. El ¨²ltimo pase lo di en 2008. Hoy tengo demasiado que perder como para salir. Par¨¦ de embarcar cuando las costas de Marruecos dejaron de ser seguras. Antes estaban m¨¢s untados. Hoy te disparan. Es preferible que te persigan los polic¨ªas espa?oles. Por ley no te pueden disparar. Adem¨¢s, el SIVE [Sistema Integrado de Vigilancia Exterior] de la Guardia Civil tiene un punto ciego de Ceuta a Gibraltar en l¨ªnea recta. Hoy est¨¢ entrando m¨¢s chocolate que nunca. Y la Guardia Civil siempre ha sido c¨®mplice. Con 40.000 euros puedes comprar a un grupo. A 1.700 euros el kilo de [la modalidad] jardala coronado en Espa?a, la tonelada y media ronda un valor de dos millones y medio de euros. Los beneficios se llevan mediante cambistas a Marruecos o a Dub¨¢i, pa¨ªses donde no ponen tantos problemas con el dinero como en Espa?a. El negocio tiene riesgos. Si una tripulaci¨®n pierde la carga, tienen que devolver su valor con otros trabajos. Y si me roban el material, no me quedo de brazos cruzados. Los ni?atos que entran ahora revientan los precios. Inviertes 500 y ganas 250. Antes todo era m¨¢s herm¨¦tico. No se alijaba de d¨ªa. Desde el r¨ªo Guadarranque han salido gomas toda la vida. Pero se respetaba la noche. Tengo amigos que ense?an el negocio a sus hijos. No me gustar¨ªa que los m¨ªos siguieran mis pasos¡±.
La multiplicaci¨®n de las organizaciones peninsulares implicadas, que se roban entre s¨ª cada vez con mayor virulencia el g¨¦nero introducido en el sur de Espa?a, agrava un contexto donde crece el arraigo de la actividad generaci¨®n tras generaci¨®n. Tras el cierre con una barrera del r¨ªo Guadarranque para evitar el tr¨¢nsito de narcolanchas, se han encontrado nuevas fincas para la custodia de gomas en otros enclaves de la bah¨ªa de Algeciras como Puente Mayorga y Palmones. Los iniciados se curten lancheando tabaco de contrabando. ¡°Esa fase es como la del Castilla [filial de f¨²tbol del principal equipo del Real Madrid]¡±, dice un agente de Aduanas. ¡°El que vale pasa al hach¨ªs¡±. Como resume Francisco M¨¢rquez, director del centro penitenciario de Botafuegos (Algeciras), donde se interrumpe el viaje de muchos de los cazados en el intento, ¡°el narcotr¨¢fico es el delito estrella del Campo de Gibraltar¡±.
Por mar y tierra, todos pelean por el control de incontables toneladas de hach¨ªs que cada a?o se alijan en el millar de kil¨®metros de playas del litoral andaluz desde la frontera de Huelva con Portugal hasta el cabo de Gata almeriense. El embudo del estrecho de Gibraltar representa el punto m¨¢s caliente. Una vez en suelo espa?ol, el producto se custodia en miles de guarder¨ªas diseminadas al borde del litoral a la espera de su distribuci¨®n internacional mediante camiones. La provincia de C¨¢diz es el punto de entrada de casi la mitad del hach¨ªs que viaja a la pen¨ªnsula Ib¨¦rica desde Marruecos. Apenas se intercepta el 20% de lo que acaba alij¨¢ndose. Las incautaciones de c¨¢nnabis en todo el territorio nacional alcanzaron las 324 toneladas a lo largo de 2016. El puerto de Algeciras, donde apenas se analiza un 5% de la carga, es tambi¨¦n uno de los principales lugares de entrada de coca¨ªna en Espa?a mediante contenedores fletados en Sudam¨¦rica. Las rutas nacionales de estupefacientes afianzan sus redes mientras localidades de la provincia gaditana azotadas por este mercado como La L¨ªnea o Sanl¨²car de Barrameda ocupan los primeros puestos de las ciudades con menor renta y mayor tasa de paro de Espa?a en los indicadores urbanos publicados por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica. La evoluci¨®n del negocio ha moldeado profesionales que aseguran a toda costa las pacas por mar. Una vez en tierra, se cotizan los pilotos capaces de llevar hasta los almacenes los fardos coronados en las playas a bordo de veh¨ªculos robados bajo una premisa: llevarse por delante a todo el que se interponga en el camino. Se multiplican las casas concebidas como fortalezas con armamento en su interior para repeler las tentativas de vuelcos de droga de bandas rivales. Los ajustes de cuentas est¨¢n a la orden del d¨ªa. Abundan los agentes temerosos de ser reconocidos por la calle. ¡°Esto ya es una guerra¡±, dice un experimentado polic¨ªa curtido en esta batalla al sur de Espa?a. ¡°Y la estamos perdiendo¡±.
El temor se agrava en boca de un veterano pol¨ªtico que ejerce en uno de los municipios de la comarca al mencionar el riesgo de ¡°sudamericanizaci¨®n¡± de los m¨¦todos utilizados por las organizaciones en su violenta escalada. El algecire?o Miguel Gil, de 55 a?os, jefe operativo del Servicio de Vigilancia Aduanera, est¨¢ a prueba de optimismos. ¡°Nos encontramos en un estado de guerra. Y ahora nos ganan casi todas las batallas. El temor es la galleguizaci¨®n de las organizaciones: el Campo de Gibraltar vive la misma evoluci¨®n que la costa gallega en los ochenta y noventa: del contrabando de tabaco se pas¨® al hach¨ªs, y ahora no hay que descartar la introducci¨®n de coca¨ªna en las lanchas. En los ¨²ltimos a?os todo ha ido a peor. En La L¨ªnea de la Concepci¨®n, a estas alturas de 2017 nos hemos incautado desde Aduanas m¨¢s de las 30 toneladas de hach¨ªs que se aprehendieron durante todo 2016. Las medidas policiales ya han hecho lo que pod¨ªan hacer¡±. A mediados de junio, el delegado del Gobierno en Andaluc¨ªa anunci¨® un despliegue especial de la Polic¨ªa Nacional y la Guardia Civil en La L¨ªnea ante el recrudecimiento de los enfrentamientos entre narcos y las fuerzas del orden. El n¨²mero de agentes desplazados no se ha hecho p¨²blico para evitar, seg¨²n las autoridades, ¡°dar pistas a los malos¡±.
Por estas latitudes se insiste en que el punto de inflexi¨®n lleg¨® el 8 de junio, cuando el polic¨ªa local V¨ªctor S¨¢nchez, de 46 a?os, muri¨® atropellado durante una persecuci¨®n a contrabandistas de tabaco. Su figura se record¨® el pasado 26 de junio durante la celebraci¨®n del D¨ªa Internacional contra la Droga en la plaza Alta de Algeciras. Un centenar de personas acudieron a la convocatoria de la Coordinadora Alternativas. Su presidente, Francisco Mena, ley¨® un comunicado por megafon¨ªa parapetado tras una pancarta con el lema ¡°Los narcotraficantes disfrutan impunemente del dinero de las drogas¡±. Mena hizo hincapi¨¦ en el desbordamiento de las fuerzas de seguridad, la sensaci¨®n de impunidad en la comarca y la necesidad de una regulaci¨®n m¨¢s estricta para las narcolanchas. ¡°Solo tienen un uso conocido. Una vez incautadas, deber¨ªan ser destruidas para que no salgan a subasta y puedan ser reutilizadas. Se estima que en el Campo de Gibraltar este negocio mueve 300 millones de euros al a?o. Aqu¨ª no opera el Estado, sino la narcoeconom¨ªa¡±.
¡°En el Campo de Gibraltar no opera el Estado. Aqu¨ª opera la narcoeconom¨ªa¡±.
Al terminar la concentraci¨®n, varios representantes de los sindicatos de la Polic¨ªa Nacional, de la Guardia Civil y del Servicio de Vigilancia Aduanera hablan sobre la falta de recursos para librar esta contienda en condiciones m¨¢s igualadas. ¡°En los ¨¢mbitos locales de la delincuencia nos tienen perdido el principio de autoridad¡±, dice Carmen Velayos, del Sindicato Unificado de Polic¨ªa. Los representantes sindicales recuerdan que los sueldos medios en los tres cuerpos policiales oscilan entre los 1.300 y los 1.500 euros mensuales. Y admiten ser conscientes de la existencia de casos puntuales de agentes de la ley que han sido condenados por connivencia con las organizaciones dedicadas al narcotr¨¢fico.
La provincia de C¨¢diz es la ¨²nica de Espa?a que cuenta con tres fiscales antidroga. Emilio Mir¨® ocupa la plaza con sede en Algeciras desde hace 16 a?os. ¡°La situaci¨®n m¨¢s grave se encuentra ahora en La L¨ªnea¡±, dice Mir¨®. ¡°En el mar, las lanchas tienen ventaja en velocidad sobre las patrulleras de Aduanas y la Guardia Civil. Pero es en tierra donde est¨¢ el punto m¨¢s vulnerable, en el momento de sacar la mercanc¨ªa de las embarcaciones y meterla en los coches. Ah¨ª se est¨¢n registrando los episodios m¨¢s graves de violencia. Adem¨¢s de m¨¢s polic¨ªa, ayudar¨ªa una mayor coordinaci¨®n entre los cuerpos policiales¡±.
Emilio Mir¨® admite liderar una fiscal¨ªa ¡°en parte desbordada¡±. Su jurisdicci¨®n recae sobre los municipios de La L¨ªnea de la Concepci¨®n, San Roque, Algeciras y Tarifa. Adem¨¢s de la gravedad del asentado tr¨¢fico de hach¨ªs, Mir¨® sigue prestando atenci¨®n al contrabando de tabaco desde Gibraltar. ¡°Su volumen es desmesurado. Pero no es delito de contrabando hasta que la cantidad no supera el valor de 15.000 euros. Hay mucha gente que dice vivir de esta actividad. La infraestructura para introducir hach¨ªs es la misma. No hemos detectado que se empleen los mismos medios para el tr¨¢fico de coca¨ªna, que llega por el puerto de Algeciras. Suponen distintos problemas, organizaciones y formas de actuar¡±.
En cuanto a la especializaci¨®n de los grupos espa?oles que operan en esta zona, el fiscal Mir¨® centra el foco en el transporte y la introducci¨®n del hach¨ªs en la costa para su puesta a disposici¨®n de la mercanc¨ªa, ¡°que tiene un due?o en Marruecos y luego la recupera en la Pen¨ªnsula¡±. Pilotos, embarcaciones, mec¨¢nicos, veh¨ªculos, puntos de vigilancia en tierra, almacenes¡ Cincuenta mil para el piloto, de 1.000 a 1.500 euros para los puntos de vigilancia en tierra, 3.000 para los que trasladan los fardos de la lancha a los todoterrenos y los llevan a las guarder¨ªas¡ ¡°Los grandes grupos funcionan de forma similar a un cartel, controlando a numerosas bandas inferiores. Las penas relacionadas est¨¢n en torno a cuatro a?os y medio cuando se trata de una organizaci¨®n. Aplicados los beneficios penitenciarios y descontado el tiempo que pasan en preventiva, los condenados pueden salir en tres o cuatro a?os. La complicaci¨®n est¨¢ en localizar los patrimonios y la intervenci¨®n de las embarcaciones, que son un medio costoso de transporte que navega ilegalmente y sobre las que se pide una regulaci¨®n m¨¢s restrictiva desde ¨¢mbitos policiales. Quiz¨¢ fuera de aqu¨ª no se puede apreciar la crudeza que este problema lleva aparejada tanto de criminalidad como de conflicto social: hay mucha gente joven que ve una actividad delictiva como una salida profesional¡±.
A un paseo de la fiscal¨ªa de Emilio Mir¨® est¨¢ el puerto de Algeciras. Por esta aduana transitan un mill¨®n de contenedores al a?o. La t¨¦cnica del gancho perdido, que requiere la connivencia de al menos un estibador que brinde acceso al contenedor, es el medio de entrada de estupefacientes por esta v¨ªa. En el hangar del Centro de Reconocimiento No Intrusivo, dos agentes de Aduanas y otros dos de la Guardia Civil someten a esc¨¢ner a diario medio centenar de contenedores. ¡°La incautaci¨®n m¨¢s reciente fue hace tres semanas: un gancho perdido con 7.000 kilos de coca¨ªna ocultos en el flete¡±, dice uno de los agentes. ¡°De cada 200 contenedores, uno da positivo en carga ilegal¡±. Esta vigilancia cesa a las 20.30. Con el ocaso, el campo de batalla regresa al mar.
Otra noche reciente al sur de la Pen¨ªnsula. El Gerifalte, turbolancha de 30 metros de eslora del Servicio de Vigilancia Aduanera, recibe un aviso al poco de salir de su base en el puerto de C¨¢diz. El avi¨®n portugu¨¦s de Aduanas ha avistado una goma ¡°con bulto¡± que se dirige hacia la desembocadura del Guadalquivir. Mois¨¦s, de 59 a?os, el capit¨¢n, pone rumbo a Sanl¨²car de Barrameda. El Gerifalte avanza a 30 nudos mientras el helic¨®ptero de Aduanas se une a la caza y localiza desde el aire a los tripulantes de la goma transbordando la mercanc¨ªa en plena noche a unos botes abarloados a embarcaciones cangrejeras, que tienen el ancla echada en el r¨ªo a la altura de Bonanza. Acto seguido, los botes salen hacia la orilla y sueltan los fardos en tierra para su empaque en dos todoterrenos que corren a un invernadero cercano.
El Gerifalte se aproxima a las cangrejeras. Cinco agentes armados botan la semirr¨ªgida auxiliar del buque e inician el asalto por las bravas de las viejas naves ancladas en el r¨ªo. En una de ellas hay tres muchachos con cara de p¨®quer limpiando la cubierta. Aseguran haber estado pescando. Al sexto abordaje aparece uno de los botes empleados para llevar los bultos a tierra, amarrado a una cangrejera. El suelo de la peque?a barca est¨¢ manchado con barro h¨²medo y las pisadas de los porteadores que han desembarcado en la orilla. El motor de 60 caballos a popa permanece templado por el reciente uso. Aqu¨ª solo queda el rastro de los contrabandistas. Los todoterrenos han llegado con la carga al invernadero y permanecen en el interior. De vuelta al Gerifalte, desde la radio se escucha al centro de mando operativo de Aduanas dar orden de asaltar por tierra el invernadero. ¡°?Voy a meter el focazo hacia abajo!¡±, gritan desde el helic¨®ptero de Aduanas mientras caen en picado metiendo luz sobre el objetivo. Ante el destello, un grupo de individuos sale desde abajo a todo correr hacia los ca?os. No hay detenidos, pero una patrulla de agentes entra en el invernadero y se incauta de los dos veh¨ªculos todoterreno, fletados hasta los topes con dos toneladas y media de resina de hach¨ªs en 83 fardos de unos 30 kilos cada uno. A 1.700 euros el kilo de este material coronado en Espa?a, el valor del bot¨ªn ronda los cuatro millones de euros. A bordo del Gerifalte, un mensaje un¨¢nime. ¡°Hoy les hemos jodido el d¨ªa¡±.
A bordo del ¡®Gerifalte¡¯, tras la incautaci¨®n de un alijo de dos toneladas y media: ¡°Les hemos jodido el d¨ªa¡±.
Horas despu¨¦s, el alijo permanece custodiado en un b¨²nker de la oficina de Aduanas junto al puerto de C¨¢diz. Santiago Villalba, de 57 a?os, jefe de la unidad combinada de tierra y mar de Aduanas, abre el port¨®n trasero de uno de los dos todoterrenos robados con matr¨ªculas falsas, empu?a una navaja y lanza una estocada a la arpillera de uno de los fardos manchados de barro todav¨ªa h¨²medo. Villalba saca una de las 30 pacas de a kilo que contiene el envoltorio, cada una de las cuales lleva enrolladas con cinta 10 placas de 100 gramos cada una. Abierta por la mitad, una de las pastillas desprende el fuerte aroma del polen prensado d¨ªas atr¨¢s. Unos cargadores suben las dos toneladas y media a un cami¨®n que las lleva hasta el dep¨®sito donde permanecer¨¢n a disposici¨®n judicial.
A un centenar largo de kil¨®metros de aqu¨ª, en la exclusiva urbanizaci¨®n de Sotogrande, tiene su despacho el abogado penalista Ricardo ?lvarez-Ossorio. De 45 a?os y m¨¢s de dos decenios de experiencia en el ¨¢mbito nacional, ha representado judicialmente a narcotraficantes que operan en el estrecho de Gibraltar. Entre ellos, a Mohamed Taieb Ahmed, alias El Nene, jefe de uno de los principales clanes del negocio en Ceuta, hoy desaparecido. ¡°Hace a?os que no s¨¦ de ¨¦l, lo que me hace pensar que efectivamente falleci¨®. Era un tipo cort¨¦s. Con carisma. B¨¢sico en cuestiones de moralidad. Y ten¨ªa un aut¨¦ntico ordenador en la cabeza¡±. Reci¨¦n llegado a su oficina pilotando un Jaguar F-Type negro descapotable, el abogado viste ce?ido traje gris que revela un cuerpo cincelado en el gimnasio y luce un Rolex Daytona de oro blanco en la mu?eca izquierda. Asegura necesitar muy poco tiempo para componer un caso. Rechaza asuntos de tr¨¢fico de hero¨ªna y delitos de terrorismo y pederastia. ¡°Ahora mismo en mi despacho habr¨¢ activos un centenar de casos. El 75% aproximadamente tienen que ver con delitos relacionados con la salud p¨²blica y con el blanqueo de capitales. Yo intento ser claro con mis clientes. No soy el Mago de Oz. Les bajo los pies al suelo. Esta situaci¨®n en el sur de Espa?a se parece a intentar vaciar una piscina que siempre tendr¨¢ agua. El charco nunca se secar¨¢. Cuanto m¨¢s hach¨ªs se aprehenda, m¨¢s producir¨¢ Marruecos¡±.
Mientras la rueda sigue girando, la sede del SIVE en la Comandancia de la Guardia Civil de Algeciras mantiene la vigilancia monitorizada del estrecho de Gibraltar. El rastreo se centraliza en una sala de grandes pantallas donde se apunta hacia las embarcaciones sospechosas que ponen rumbo a la Pen¨ªnsula desde el norte de ?frica. Aqu¨ª se admite que el pe?¨®n de Gibraltar sigue representando un punto ciego, pero los ¨¦xitos del SIVE son reconocidos por todos los cuerpos policiales. Desde este centro de mando se coordina la actuaci¨®n de las patrulleras de la Guardia Civil y los avisos al Servicio de Vigilancia Aduanera. La relaci¨®n con los cuerpos policiales del vecino Gibraltar tambi¨¦n se considera ¡°excelente¡±. Una conexi¨®n que ratifica desde la otra parte el comisario jefe de la Royal Gibraltar Police, Edward Yome.
El comisario Yome recapitula un reciente episodio en el que una lancha de su unidad mar¨ªtima denunci¨® haber escuchado disparos al aire desde la goma de unos narcotraficantes durante una persecuci¨®n. ¡°Nuestro objetivo es evitar que los que huyen de Aduanas y la Guardia Civil usen las aguas de tres millas alrededor del Pe?¨®n para resguardarse. Nuestras naves son r¨¢pidas: llegan hasta los 70 nudos de velocidad. En Gibraltar se decidi¨® prohibir por ley el uso de gomas y los resultados han sido positivos. Ser¨ªa interesante la declaraci¨®n de zona especial al Campo de Gibraltar. Este problema afecta a toda la Pen¨ªnsula. Y al resto de Europa. Tambi¨¦n han herido a mis agentes. Ahora llevamos a un polic¨ªa armado en nuestras patrulleras, con carabina y pistola de 9 mil¨ªmetros¡±.
¡°En Gibraltar se decidi¨® prohibir por ley el uso de ¡®gomas¡¯ y los resultados han sido positivos¡±.
Cae la tarde al otro lado de la valla de Gibraltar, en La L¨ªnea de la Concepci¨®n. 63.000 habitantes. 35% de paro. Por el paseo mar¨ªtimo de la orilla mediterr¨¢nea se extiende el barrio de La Atunara, colonia de casas bajas junto a un puerto pesquero convertida en territorio comanche. Grupos especiales de la Polic¨ªa Nacional y los GAR de la Guardia Civil plantan controles durante el d¨ªa empu?ando ametralladoras ligeras. ¡°Este es un barrio de gente humilde¡±, dice Manuel Rojas, representante vecinal de La Atunara. ¡°Pero ning¨²n pol¨ªtico de arriba se ha ocupado de este ¨²ltimo rinc¨®n. Mucha gente sobrevive aqu¨ª gracias a Gibraltar. Yo pondr¨ªa hoteles y fomentar¨ªa el turismo. Si no hay oportunidades, la gente se busca la vida. Si se meten al contrabando, tampoco lo veo mal¡±.
Cerca de la playa, tres adolescentes dicen estudiar en el instituto, al margen de trapicheos. ¡°Yo quiero ser polic¨ªa para cambiar la imagen de La L¨ªnea¡±, dice Alejandro. Sus colegas quieren estudiar qu¨ªmica e ingenier¨ªa. Pero muchos otros quieren ser aqu¨ª como los Casta?itas, hermanos que lideran el clan del mismo nombre y est¨¢n en busca y captura tras un golpe policial a su organizaci¨®n. Narcos de la zona con casoplones cerca de La Atunara, pr¨®ximos a almacenes de droga y cientos de otras fortalezas levantadas ilegalmente en el pol¨ªgono del Zabal. En el tramo de Tonelero, playa clave de desembarco de hach¨ªs, las casas lucen esquinas reventadas por los todoterrenos que salen a toda velocidad con los fardos por dos v¨ªas de conexi¨®n con el asfalto. Un veterano polic¨ªa de La L¨ªnea reclama que se cierren al tr¨¢fico estas dos entradas. ¡°Casi el 70% de la droga que entra aqu¨ª lo hace por este punto. Tambi¨¦n hacen falta medidas sociales si no queremos que esto se convierta en una ciudad de narcotraficantes¡±.
A medianoche, los clientes de un bar de La Atunara ven llegar a diez soldados dirigidos por un tipo con un walkie-talkie conectado a todo volumen. Cierra la formaci¨®n otro joven con una moto de camino a un paso de cebra que acaba a pie de playa. Un bote alcanza la orilla. Los chavales agarran una docena de fardos con cajas de tabaco de contrabando y regresan a la carrera. El grupo se pierde entre los callejones de La Atunara, escoltados por el piloto de la esc¨²ter haciendo caballitos. La noche en La Atunara es un coladero. Hay gomas merodeando y decenas de planeadoras que llevan tabaco desde el otro lado de la valla de Gibraltar hasta La L¨ªnea. ¡°Habr¨ªa que plantear tres clases de medidas¡±, dice Helenio Lucas Fern¨¢ndez, concejal de asuntos sociales del Ayuntamiento de La L¨ªnea. ¡°A corto plazo, policiales; a medio, dotaci¨®n de infraestructuras; y a largo, educaci¨®n en valores. Para todo hace falta m¨¢s inversi¨®n¡±. Juan Jos¨¦ Uceda, veterano activista linense, apostilla: ¡°Las fuerzas del orden est¨¢n desamparadas en esta ciudad. Las campa?as actuales de dispositivos son muy bonitas. Pero se volver¨¢n a ir¡±.
En su despacho de Madrid, el comisario jefe de la Brigada Central de Estupefacientes de la Polic¨ªa Nacional, Ricardo Toro, maneja claves globales de esta batalla. ¡°La coca¨ªna que controlan los colombianos, 35.000 euros el kilo puesto en Espa?a, sigue teniendo al puerto de Algeciras, junto con Valencia, Vigo y Barcelona, como principal v¨ªa de entrada. La ruta africana de la coca¨ªna deriva sobre todo hacia Argelia y T¨²nez para seguir en otros trayectos su viaje a Europa. Los marroqu¨ªes controlan el tr¨¢fico de hach¨ªs en la Pen¨ªnsula y forman organizaciones que hoy no se mezclan con las del tr¨¢fico de coca¨ªna. Tampoco tenemos constancia de que estas mafias est¨¦n financiando el terrorismo yihadista. S¨ª ocurre as¨ª con las organizaciones que fletan desde Marruecos pesqueros que pueden llevar hasta 20 toneladas de hach¨ªs para la ruta del Mediterr¨¢neo oriental hacia Libia, Egipto y Siria. Lo ¨²nico seguro es que seguir¨¢n haciendo lo que hacen. En Ketama aumentan las cosechas y la producci¨®n. Y los que se dedican al crimen organizado no saben hacer otra cosa¡±.
La rueda sigue girando en el Campo de Gibraltar. ¡°Permanecer¨¢ as¨ª mientras que el narcotr¨¢fico siga dando dinero¡±, dice Ana Villag¨®mez, fiscal antidroga de ?C¨¢diz. ¡°Hay muchos frentes abiertos. Falta de medios policiales y judiciales. Han descendido las investigaciones y las aprehensiones. Se echan en falta m¨¢s equipos para perseguir el blanqueo de capitales. El sistema es lento y burocr¨¢tico. Tengo asuntos de 2009 a¨²n sin juzgar. No podemos generalizar, pero en lugares concretos del sur existe una guerra. Y en los puntos calientes, la droga est¨¢ por todas partes. Solo estamos llegando a la punta del iceberg¡±.
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