Una infancia en ¡®la gran basura¡¯
Cientos de ni?os rebuscan en los vertederos de la capital de Sierra Leona en busca de un futuro
Big Bomeh, "el gran vertedero". As¨ª llaman al principal vertedero de Freetown, la capital, donde el determinismo social puede ser tan real como el olor a pla?stico quemado, los cerdos en aguas residuales y el trabajo infantil. En el decimotercer pa¨ªs m¨¢s pobre del mundo, m¨¢s de siete de cada diez ni?os se ven obligados a trabajar. Ellos dicen que quieren ser abogados, doctores o futbolistas. Pero sus hermanos mayores tambi¨¦n quer¨ªan, y aqu¨ª siguen. Pik, pik, clak, clak. As¨ª d¨ªa tras d¨ªa, bajo un sol inmisericorde y un asfixiante humo blanco. Tras las fuertes lluvias de la semana pasada, los habitantes del vertedero fueron desalojados, pero no se registr¨® ning¨²n muerto en la zona ni deslizamientos de tierras.
Alibatu Kama, viuda y con cinco hijos, nacio? en las chabolas que rodean el vertedero y lleva toda su vida respirando el humo de la quema de basura. Con el fuego, se despeja el lugar y quedan a la vista los metales, que son los que dan de comer. Pik, pik, le dicen aqu¨ª a recoger latas de aluminio. Sus reto?os le ayudan en la recolecci¨®n de los envases met¨¢licos que luego vender¨¢n al peso. Los c¨¢lculos son simples: un kilo, 1.000 leones. Al d¨ªa, entre 1.000 y 5.000 leones. Es decir, entre 10 y 50 c¨¦ntimos de euro. Con ese dinero, Alibatu comprar¨¢ mangos para venderlos e intentar sacar algo m¨¢s.
Clak, clak. Clak, clak. El ruido resuena cada vez que Fatmata chafa una lata de refresco. Tiene 14 a?os y trabaja en el vertedero desde los seis. Ha pasado la ma?ana buscando latas, y ahora las aplasta con un palo de metal oxidado, para luego intentar vend¨¦rselas a alg¨²n fabricante de ollas. Le gustar¨ªa ser abogada. Pero trabaja en el vertedero. Preferir¨ªa vender agua en la calle, pero no tiene electricidad para el frigor¨ªfico que necesitar¨ªa. As¨ª que aqu¨ª sigue pik, pik, clak, clak, cada di?a.
Bueno, no todos los d¨ªas, explica: descansa en Navidad, el d¨ªa 26 de diciembre y el de Pascua. Esos di?as son sus permios para bailar y disfrutar de su ni?ez. Dice que en este vertedero ya solo quedan unos 100 ni?os, pero que antes hab¨ªa muchos m¨¢s. Fatmata vive en una peque?a nave en ruinas con otros trabajadores del vertedero.
Todos dicen ser miembros de una banda, como si eso los convirtiera en algo m¨¢s profesional. Nashir Kamara, el hermano de Fatmata, tiene 17 a?os, va sin camiseta y con un anillo de oro en el dedo. Y dice que no es el l¨ªder, pero si el subcomandante. Como a muchos otros, sus padres los dejaron para irse al interior. Y ahora viven en grupo. En realidad, son un pu?ado de chiquillos que se hacen pasar por hombres. Porque aqu¨ª, en Freetown solo se tienen el uno al otro.
Por eso hay m¨¢s bandas, aunque no todos est¨¢n solos. Otra tiene como l¨ªder a Jeanor Karma, la hija de Alibatu, que tambi¨¦n tiene 17 a?os. Es la mayor de sus hermanos y su madre esta? orgullosa porque sabe cantar, leer, escribir y deletrear. Como todos los que viven y trabajan aqu¨ª, tienen muchas posibilidades de contraer c¨®lera, malaria, diarrea y de tener serios problemas respiratorios, seg¨²n un estudio realizado por Scientific Research.
Jeanor cuida de hasta 10 ni?os. El m¨¢s peque?os es Ibrahim, de seis a?os. A¨²n no ha pisado la escuela, pero presume de saber deletrear?man ("hombre", en ingl¨¦s). Sus hermanos le dijeron que todo el dinero que consiguiera se lo diera a mama. Y mama le prometio? que con ese dinero ir¨ªa a la escuela. Ibrahim no levanta un metro del suelo y se distrae con mucha facilidad. Por eso apenas hace 500 leones (cinco c¨¦ntimos de euro) al d¨ªa. Pero quiere ser doctor.
Bill, otro chico de 13 a?os, le ayuda a concentrarse en recoger basura. Le compra agua, y le acompa?a a vender el aluminio. Trabaja una hora al d¨ªa, porque es el mejor de todos jugando a f¨²tbol, y entrena para poder convertirse en futbolista y acabar en Europa. A sus ¨ªdolos, los Messi, ?zil o Bale, les pide que vengan a verles, que les env¨ªen dinero. ¡°Que nos den dinero, tienen que darles dinero a los pobres y nosotros somos pobres", razona. No sabe por qu¨¦ dicen que ¨¦l es el mejor. Aventura que ser¨¢ porque se entrena todos los d¨ªas.
Con el aluminio que recogen los ni?os de Big Bomeh se hacen cacerolas. Las latas se calientan de forma artesanal hasta convertirlas en aluminio l¨ªquido. Este se vierte sobre la arena que sirve de molde, y se sacan unas cacerolas brillantes que usan para cocinar arroz con hojas de cassava (yuca). En los pa¨ªses como Sierra Leona, esta planta la tercera fuente de calor¨ªas para la poblaci¨®n, despu¨¦s del arroz y el ma¨ªz.
Y en Big Bomeh, la gran basura, todos los d¨ªas son iguales para estos ni?os. Se levantan, recogen basura, la venden, se hacen cacerolas, se venden, y cuando llega la hora de comer, en las cacerolas hechas con las latas que probablemente recogieron ellos mismos, encontrar¨¢n arroz con hojas de Cassava. Y al d¨ªa siguiente, lo mismo. Otra vez. Pik, pik, clak, clak. Hasta que se haga de noche.
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