Lisboa, ?pero d¨®nde estabas?
E L 25 DE ABRIL desfilan los comunistas pidiendo derechos, y por San Antonio, las novias pidiendo casamiento. Son contrastes de la avenida de la Libertad, arbolada de plataneros y calzada con dibujos de piedras blancas y negras. La principal arteria lisboeta cae hasta el r¨ªo Tajo, de donde part¨ªan ¡ªy a veces regresaban¡ª las carabelas. Cinco siglos atr¨¢s los portugueses se lanzaban de aventura por el mundo, cuando el mundo no se sab¨ªa lo que era. Despu¨¦s lleg¨® un largo letargo y se instal¨® el conformismo de lo que se ten¨ªa, por escaso que fuera. Hasta hace unos d¨ªas.
Lisboa vive hoy una pasi¨®n, una ambici¨®n que sus gentes, sus pol¨ªticos, sus empresarios nunca hab¨ªan conocido con tal intensidad, quiz¨¢ contagiados por la fuerza de los j¨®venes turistas, quiz¨¢ rebotados por la dura crisis que han pasado. Sea por eso, y por mucho m¨¢s, hoy a la capital lusa no se la creen ni los lisboetas. ¡°Este barrio daba miedo hace 10 a?os. El pa¨ªs era una ruina¡±. El brasile?o Rodrigo Azambuja sabe de lo que habla. En 1989 aterriz¨® en el Chiado, en la parte alta de la ciudad, cuando los edificios de la zona estaban tapiados, abandonados. ?l dise?a alfombras por encargo en su exquisito taller de la calle Emenda. ¡°Conoc¨ª otras ¨¦pocas doradas: la Expo Universal, la entrada del euro, pero ahora es diferente, por primera vez, llega un turismo masivo, joven y cool¡±.
¡°Con el cambio de la ley de arrendamiento en 2012, de la fiscalidad y de los visados, lleg¨® la inversi¨®n extranjera¡±, dice el arquitecto Andr¨¦ Caiado.
Su atelier parece un museo, con su lanateca de colores y tapices colgados de las paredes. Rompe el clasicismo un gran ordenador donde el artista reproduce las figuras geom¨¦tricas y los colores que desean sus compradores, al tama?o que pidan. Un banco le encarg¨® una alfombra de 18 por 7 metros. Decenas de bordadoras estuvieron trabajando el punto cruzado durante cuatro meses a doble turno. ¡°Al cliente le env¨ªo im¨¢genes de c¨®mo avanza su pedido. Le encanta comprobar que, efectivamente, es una pieza ¨²nica¡±. Siempre con un cigarrillo en la mano, Azambuja cocina arroz mientras la casa se le llena de invitados, pues en su car¨¢cter no cabe el no. La cita era para 10 personas, ya entraron m¨¢s de 40 y este brasile?o mantiene encendidos el pitillo y la sonrisa: ¡°M¨¢s agua en la cazuela y llega¡±. En el barullo se mezclan financieros, m¨²sicos, ministras, vecinos, damamases de la televisi¨®n, ling¨¹istas y lenguaraces, todos bienvenidos, de Suiza a Sevilla, en una mesa en la que se entremezclan cuatro idiomas con absoluta naturalidad. No es la ¨²nica casa lisboeta que en esta ¨¦poca parece un reality de Erasmus de todas las edades.
En otros pisos, el belga Mark Deputter monta obras teatrales. Es el director del teatro Maria Matos, donde la mitad de la programaci¨®n se dedica a compa?¨ªas extranjeras. Un par de veces al a?o representan tambi¨¦n algunos trabajos en casa de alg¨²n particular. La calidad prevalece sobre cualquier estrechez econ¨®mica o nacionalista; aunque sea por un d¨ªa y en camioneta, a Lisboa llega lo ¨²ltimo de la escena internacional, ya sea una opereta lituana o una comedia farsi. ¡°No podemos competir en cantidad, pero s¨ª en calidad; en crear comunidades peque?as, pero fuertes, din¨¢micas y singulares¡±, cuenta Joana Hecker, una neoyorquina que vino para unos meses con una beca de investigaci¨®n y aqu¨ª sigue cinco a?os despu¨¦s. ¡°En Nueva York, la ¨²nica religi¨®n es el dinero, la gente se mueve exclusivamente por negocios. Aqu¨ª descubr¨ª la religi¨®n de los amigos, el tiempo para las relaciones sociales y las comunidades¡±.
Hace tres a?os fund¨® con Ricardo Lopes, su compa?ero, la Lisbon Living Room, una empresa que organiza conciertos en casas cedidas por sus due?os. ¡°Empez¨® por la necesidad de o¨ªr m¨²sica en un lugar agradable, despu¨¦s uno de los primeros asistentes se ofreci¨® a regalarnos el vino, luego otro, que ten¨ªa un restaurante, ofreci¨® las tapas. El p¨²blico paga unos 10 euros; los m¨²sicos siempre cobran, por lo menos el doble que en un bar y, adem¨¢s, la gente va para escucharlos¡±, cuenta la joven. Ya tienen una lista de correo de 1.500 usuarios y una gran cola de ofertas de casas-concierto. ¡°La gente sabe que el ¨²ltimo domingo de mes, aunque sea Navidad, hay una sesi¨®n. Desconocen el lugar, incluso los int¨¦rpretes, hasta pocos d¨ªas antes. Hay una cierta belleza en la improvisaci¨®n. No tenemos ninguna ambici¨®n de crecimiento, solo nos gu¨ªa la calidad y la identidad¡±, explica Lopes.
En esas citas imprevistas se han podido escuchar las canciones de jazz de Salvador Sobral, ganador del ¨²ltimo festival de Eurovisi¨®n, la ¨®pera de la soprano Siphiwe McKenzie, el piano de J¨²lio Resende o el balaf¨®n de Kimi Djabat¨¦. El guineano es un virtuoso de este instrumento, un tipo de xilof¨®n artesanal. Descendiente de m¨²sicos mandingas, lleg¨® a Lisboa hace m¨¢s de una d¨¦cada y aqu¨ª edita sus discos de ritmos africanos. Su ¨¢lbum Karam, publicado en 2009, fue el segundo mejor de ese a?o seg¨²n la lista de m¨²sicas del mundo World Music Charts Europe. Quien crea que pisa terrenos exclusivos de fado, se olvida del kizomba, del funan¨¢ y del pimba, bailes africanos que se han conocido internacionalmente desde la capital portuguesa. Gracias a la famosa banda Buraka Som Sistema proliferan las escuelas de kuduro, un atrevido baile de ra¨ªces angole?as que ayuda a no quedarse a dos velas en las discotecas. ¡°No somos anglosajones, no somos latinos, pero tambi¨¦n somos eso¡±, acostumbra a advertir Marlon Silva, DJ Marfox. A sus 29 a?os, ha pinchado en el MOMA de Nueva York, pero el verdadero templo de esta m¨²sica de origen africano y sonido electr¨®nico que abandera se encuentra bajo un puente lisboeta, en MusicBox, una disco de moda en la Rua Nova do Carvalho, un barrio anta?o frecuentado por marineros y prostitutas.
¡°Invertimos en esta calle porque hab¨ªa una historia que contar¡±. Roger Mor es el cuentahistorias de Mainside, una sociedad inmobiliaria que m¨¢s que edificios crea conceptos. La agencia apuesta por caballos perdedores, como lo era esta zona. Aqu¨ª Mainside compr¨® un grimoso burdel de cinco plantas y lo dej¨® tal cual, con sus minicuartos alquilados por horas, sus jofainas, sus fotos er¨®ticas en blanco y negro, incluso con la ajada ropa de las meretrices. ¡°Nadie decente pasaba por aqu¨ª; se nos ocurri¨® pintar de rosa el asfalto de la calle. Hoy todo el mundo la conoce por este nombre, la Rua Rosa, y su principal atractivo es la Pensi¨®n Amor¡±, cuenta Mor, autor de Alicia en el pa¨ªs de los burdeles, una pieza teatral que se representa en este curioso local.
A?os antes, en plena crisis, Mainside ya vio en otro barrio degradado, Alc¨¢ntara, la posibilidad de crear algo distinto. ¡°Compramos una f¨¢brica abandonada y la convertimos en un espacio alternativo y vanguardista para los lisboetas. Nos sorprendi¨® que tambi¨¦n atrajera a los j¨®venes extranjeros¡±, recuerda Mor. M¨¢s de un mill¨®n de visitantes pasan al a?o por LX Factory; siempre hay algo novedoso, una exposici¨®n, grafiteros en acci¨®n o simplemente gente guapa. ¡°Nuestros proyectos conservan la historia del lugar; nos parece fundamental que Lisboa, si quiere mantener su atractivo, conserve su singularidad¡±. De momento, lo conserva. Hoy esta ciudad es lo m¨¢s. La facturaci¨®n tur¨ªstica en el primer trimestre de 2017 ha crecido un 38,6% respecto al mismo periodo del a?o anterior; las llegadas al aeropuerto, un 26%. Desde 2014, cada mes se abren de media dos hoteles y el 75% de los pisos son vendidos a for¨¢neos. No hay mejor term¨®metro tur¨ªstico que la cola en la famosa pasteler¨ªa Past¨¦is de Bel¨¦m. ¡°El pasado a?o horneamos 8,5 millones de pasteles, mill¨®n y medio m¨¢s que en 2013¡±, cuenta el portavoz de tal delicia, Miguel Clarinha.
Miguel Le?o emigr¨® a Noruega para reproducir las viejas barber¨ªas que hab¨ªan desaparecido en ese pa¨ªs hac¨ªa muchos a?os y regres¨® hace poco para hacer lo mismo en su ciudad. Belarmino es un local en un agujero maravilloso, entre la calle del Pr¨ªncipe Real y la avenida de la Libertad, por donde solo pasan los vecinos de toda la vida y los despistados del GPS.
Empezaron ¨¦l y una silla, ahora son tres sillas y tres barberos. ¡°Somos genuinamente tradicionales; ni hipsters ni postizos, aunque tambi¨¦n los hacemos¡±, cuenta. Miguel hace tarifa especial a los vecinos del barrio y con el resto tampoco abusa. ¡°El 50% de la clientela es nacional; trabajo igual en verano que en invierno. El secreto es hablar con la gente. Si das un trato personal, vuelven¡±, se?ala el joven.
La barber¨ªa Belarmino debe su nombre a un conocido boxeador lisboeta de los a?os cincuenta, un juguete roto capaz de lo mejor y de lo peor que fue inmortalizado en una pel¨ªcula. ¡°Siempre me identifiqu¨¦ con su vida¡±, dice el peluquero. ¡°Crec¨ª como ¨¦l en un barrio degradado, segu¨ª los caminos menos correctos pero rectifiqu¨¦ gracias al boxeo, que sigo practicando. Este local es mi homenaje y mi agradecimiento a uno de esos personajes que dan personalidad a Lisboa y que no debemos perder¡±. La campa?a Rehabilita primero, paga despu¨¦s impulsa la recuperaci¨®n de barrios como la Baixa, coraz¨®n de la ciudad que se desangraba hasta ayer mismo. En cinco a?os se ha quintuplicado el valor de las licencias para restaurar los viejos inmuebles. El 84% del dinero de la construcci¨®n se destina a las reparaciones; al contrario de lo que ocurr¨ªa hace una d¨¦cada.
El arquitecto Andr¨¦ Caiado firma muchas de las reformas en la avenida de la Libertad, con sus edificios pombalinos y modernistas. ¡°Este gran cambio de la ciudad no ha sido voluntario; fue por necesidad, por obligaci¨®n¡±, puntualiza. ¡°Solo al borde del abismo nos atrevimos a cambiar. Fue fundamental acabar con una ley de arrendamiento que los pol¨ªticos no iban a variar nunca porque era impopular; tuvieron que hacerlo porque la situaci¨®n del pa¨ªs era extrema y la troika lo exigi¨® como condici¨®n para salvar el pa¨ªs de la bancarrota. Con el cambio de la ley en 2012 [que termin¨® con los alquileres perpetuos a precios irrisorios y dio soluci¨®n judicial a los impagos en tres meses], de la fiscalidad, de los visados, comenz¨® a llegar la inversi¨®n extranjera¡±.
¡°Lisboa va a seguir siendo un atractivo mundial. Pasaremos por una crisis de crecimiento, pero luego se estabilizar¨¢¡±, vaticina la empresaria Sara de Paretere.
Maria Alvares reconvirti¨® el viejo almac¨¦n de vinos Abel Pereira da Fonseca en un lugar de trabajo para los que no quieren oficinas. Sara de Paretere, la hija de la arquitecta, administra los espacios. ¡°Es un centro creativo donde todos aportamos cosas, porque aqu¨ª es muy f¨¢cil el contacto entre los diferentes negocios¡±. Por esta nave ya han pasado neozelandeses, franceses o americanos. ¡°El 85% del espacio est¨¢ ocupado. No hay sorpresas en la factura mensual, no hay derramas por la luz o una aver¨ªa. Les gusta el sistema¡±, explica la empresaria. Ella no cree en las voces que hablan sobre la p¨¦rdida de identidad de la urbe. ¡°Tenemos much¨ªsimo edificio abandonado y la pol¨ªtica municipal no es tirar, sino rehabilitar. La ciudad est¨¢ linda como nunca¡±. Fernando Medina, el alcalde de este milagro en reconstrucci¨®n llamado Lisboa, no esconde que ciertos factores externos han ayudado al descubrimiento internacional de la capital, como la inestable situaci¨®n en los pa¨ªses del norte de ?frica. Medina no olvida tampoco la labor de su antecesor, Ant¨®nio Costa, hoy primer ministro del pa¨ªs. Tambi¨¦n apunta como factor determinante para este boom el car¨¢cter de los portugueses: ¡°En un mundo donde se cierran puertas, nuestra tolerancia se ha convertido en un valor muy importante. No es una impostura, nacimos as¨ª¡±. En los barrios de Alfama o Intendente hay vecinos de 120 nacionalidades. ¡°Lisboa conjuga muy bien cosmopolitismo y tradici¨®n¡±.
A los vecinos de Berl¨ªn y Barcelona, que tambi¨¦n han ostentado el t¨ªtulo de ciudad de moda, el turismo ya les repugna. ¡°Lisboa tiene dos ventajas sobre ellas: el centro de la ciudad, la m¨¢s tur¨ªstica hoy, era la menos poblada antes¡±, dice el alcalde. ¡°Barrios como Baixa, Chiado, la Mouraria, Martim Moniz o Alc¨¢ntara llevaban d¨¦cadas perdiendo poblaci¨®n; gracias al turismo se ha podido recuperar. La segunda ventaja es que el mayor propietario de inmuebles es el propio municipio. Tenemos muchos solares en el centro para crear viviendas para la clase media, con alquileres entre 200 y 400 euros.
Influiremos en el mercado inmobiliario para no perder nuestra identidad¡±. En la capital, lo que no es propiedad del Ayuntamiento, pertenece al Ej¨¦rcito. De su f¨¢brica de manutenci¨®n militar, en el barrio de Beato, sal¨ªan macarrones para todos los soldados que Portugal ten¨ªa esparcidos en sus guerras coloniales. Amasadoras y hornos lanzaban 18 toneladas de pasta y de panes al d¨ªa. Hoy es pura arqueolog¨ªa industrial, donde conviven silos de madera de varias ¨¦pocas. Un lugar fantasmal de 30.000 metros cuadrados y 20 edificios que se van a convertir en la zona m¨¢s moderna de la ciudad. La vieja ¨¢rea industrial de Marvila y Beato ahora recibe a los artistas y a las incubadoras tecnol¨®gicas. ¡°Lo fundamental de una start-up es que corre contra el tiempo¡±, explica el director del llamado Hub Creativo, Luis Fontes. ¡°Veinte mil euros les dan para tres meses en Londres o en Silicon Valley. Aqu¨ª para un a?o. Pueden desarrollar su producto. De nuestras universidades tambi¨¦n salen buenos licenciados que pueden vivir con sueldos de este pa¨ªs. El sol y la playa nunca faltar¨¢n. Nuestra competencia en Europa para atraer proyectos siempre es la misma, Barcelona¡±.
Este futuro barrio ser¨¢ una especie de all included empresarial. Uno de los pabellones, antigua residencia de oficiales, se dedicar¨¢ al cobijo de los emprendedores, al menos mientras aterrizan. ¡°No tendr¨¢n que preocuparse por buscar alojamiento; se lo ofrecemos aqu¨ª mismo, al menos mientras se instalan¡±. Las firmas tecnol¨®gicas van eligiendo naves donde instalarse. Hay para todos los gustos arquitect¨®nicos, la vieja pasteler¨ªa, el economato, un monasterio o, m¨¢s all¨¢, un convento. Los silos enormes de grano, que afean el paisaje y tapan la vista del r¨ªo, tambi¨¦n seguir¨¢n en pie, porque aqu¨ª nada se tira. ¡°Van a convertirse en unos hoteles ¨²nicos en el mundo¡±, explica el alcalde. Si algo identifica la trayectoria de la nueva Lisboa es la b¨²squeda de la excelencia. En esta f¨¢brica militar se instalar¨¢ el cuartel de la Web Summit, la mayor conferencia internacional sobre nuevas tecnolog¨ªas que se celebrar¨¢ por segundo a?o consecutivo en la capital. La cumbre digital, creada por el irland¨¦s Paddy Cosgrave, concentr¨® el pasado noviembre a unas 40.000 personas y esta edici¨®n tiene previsto doblar el n¨²mero de asistentes. Durante la semana que dur¨® el evento, los hoteles, bares y restaurantes de la ciudad estuvieron a rebosar. La reuni¨®n inyect¨® en la econom¨ªa nacional 200 millones de euros. Sus noticias se propagaron por 119 pa¨ªses. Si alguien no sab¨ªa d¨®nde estaba Lisboa, ya lo ha aprendido, y los frutos se palpan: un tercio de las start-ups portuguesas han sido creadas por extranjeros.
La urbe no va a dejar de ser el se?uelo europeo de un d¨ªa para otro. Le quedan muchos palacios por habitar y, sobre todo, levantar la v¨ªa del tren que a¨²n separa la ciudad del r¨ªo. ¡°Lo vamos a hacer¡±, promete el alcalde con una sonrisa p¨ªcara. ¡°Tenemos el plan y el dinero¡±, a?ade. La capital se recrea buscando que el turista repita y descubra atractivos fuera del Chiado. Este verano se estrena el mirador sobre el emblem¨¢tico puente rojo. Por fin se acabar¨¢ lo que el rey Luis I de Portugal no consigui¨®, el palacio de Ajuda, y, m¨¢s pronto que tarde, una ciclov¨ªa paralela al r¨ªo unir¨¢ los 15 kil¨®metros que conectar¨¢ las dos puntas de la urbe, desde el Parque de las Naciones hasta la torre de Bel¨¦m. ¡°Somos un pueblo extra?amente humilde¡±, se psicoanaliza Ricardo Lopes, copropietario del Lisbon Living Room, la compa?¨ªa que organiza sesiones de m¨²sica. ¡°No somos nada orgullosos. En la crisis estuvimos a punto de perder toda una generaci¨®n, pero ha emergido con una gran fuerza en cualquier sector que miremos. Son comunidades que quieren mostrar sus valores¡±. Sara de Paretere, la administradora del antiguo almac¨¦n Abel Pereira da Fonseca, saca pecho de su ciudad: ¡°Lisboa va a seguir siendo un atractivo mundial. Pasaremos por una crisis de crecimiento, pero luego se estabilizar¨¢. Berl¨ªn no pasa de moda, Barcelona tampoco. Lo que no era normal era el desconocimiento que hab¨ªa de la ciudad¡±.
El brasile?o Rodrigo Azambuja, que lleva tres d¨¦cadas asentado aqu¨ª, siente que est¨¢ viviendo el apogeo de la cultura lisboeta: ¡°Tenemos buenas comunicaciones, un servicio de salud de calidad, seguridad, una sociedad tolerante con las razas y el sexo¡ S¨ª, los precios de los pisos est¨¢n por las nubes, pero hace poco nadie los quer¨ªa¡±. Con respecto a las invasiones b¨¢rbaras que puedan poner en peligro su car¨¢cter y costumbres, la estadounidense Joana Hecker defiende que Lisboa tiene una gran ¡°fuerza interior¡±, pero reconoce que ¡°hay que cuidarla para mantener su diferencia¡±. En los a?os venideros los comunistas seguir¨¢n bajando cada 25 de abril la avenida de la Libertad para celebrar la Revoluci¨®n de los Claveles y las mujeres casaderas desfilar¨¢n por la verbena el d¨ªa de San Antonio. En la otra ribera del Tajo, la cient¨ªfica Elvira Fortunato, inventora del chip de papel, seguir¨¢ innovando en el terreno de la microelectr¨®nica, y el primer centro global de Mercedes Benz destinado al desarrollo digital continuar¨¢ al acecho de nuevos talentos para desarrollar cerebros de coches sin conductor. Mientras, en cualquier esquina sonar¨¢ alg¨²n fado de Ant¨®nio Zambujo o de Caman¨¦ que desgarrar¨¢ los corazones. Lisboa, ?pero d¨®nde estabas?
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