Las nuevas esclavas del siglo XXI
La poca formaci¨®n de las mujeres rurales et¨ªopes que se animan a viajar a los pa¨ªses ¨¢rabes para trabajar como empleadas del hogar se paga con maltratos, abusos y vejaciones
Viajando desde Europa, no fue necesario que lleg¨¢ramos a Ad¨ªs Abeba para entrar definitivamente en Etiop¨ªa. Al llegar a la puerta de embarque de Doha (Catar), casi todas las personas que esperaban el vuelo eran et¨ªopes y casi todas eran mujeres. Fue lo que m¨¢s nos impresion¨®, aunque tardamos unos instantes en ser conscientes de ello. Los hombres y los no et¨ªopes, sin embargo, no llegar¨ªamos a la quincena. Despu¨¦s supimos que se trataba de mujeres que estaban trabajando en los pa¨ªses ¨¢rabes, las m¨¢s afortunadas solo regresaban a su pa¨ªs para visitar a sus familias. D¨ªas m¨¢s tarde, cuando ya est¨¢bamos en Kidist Mariam, el centro de formaci¨®n Kidist Mariam que la Asociaci¨®n Nuevos Caminos ha puesto en marcha junto con la Comunidad de San Pablo, esa imagen volver¨ªa a nuestra mente.
Emebet, la profesora de cocina para principiantes, es una de esas mujeres. Trabaj¨® cinco a?os como cocinera para una familia europea en Bahr¨¦in. Un d¨ªa, sin mayores explicaciones, la llevaron al aeropuerto y la subieron en un avi¨®n entregando el pasaporte que le hab¨ªan requisado al llegar. As¨ª volvi¨® a Etiop¨ªa, como se hab¨ªa ido, con lo que llevaba puesto y dejando en la casa de sus "due?os" todo lo que hab¨ªa ido comprando con mucho sacrificio para traer a su familia. Ahora comparte su experiencia de esclavitud y maltrato con todas las mujeres de Meki que la quieran escuchar, especialmente con las m¨¢s j¨®venes.
Estas historias de explotaci¨®n y abusos a empleadas dom¨¦sticas nos parecen de otra ¨¦poca. Las mujeres que vuelven casi siempre son repudiadas por sus familias al haber quedado embarazadas. Algunas regresan con los rostros desfigurados o quemados por sus mismas empleadoras, mujeres convencidas de que su belleza natural es la que causa los abusos sexuales y violaciones que sufren por parte de los hombres de la casa.
Durante nuestra estancia en Meki, est¨¢bamos a cargo de reparar y pintar algunas estanter¨ªas para la tienda-exposici¨®n de los productos que crean las mujeres del centro en los distintos talleres. Era una buena excusa para pasar tiempo all¨ª con ellas, degustar los nuevos men¨²s de las futuras cocineras y poder participar en las ceremonias del caf¨¦. As¨ª nos fuimos ganando su confianza y conociendo la realidad en la que viven. A pesar de la barrera del lenguaje, muchas de ellas no hablan ingl¨¦s y la mayor¨ªa tienen un nivel muy b¨¢sico, consegu¨ªamos acabar charlando y compartiendo historias.
Muy pocas han finalizado sus estudios y antes de emigrar desconoc¨ªan tanto el idioma ¨¢rabe como el uso de electrodom¨¦sticos
En el centro terminaban los primeros cursos trimestrales impartidos por formadores locales: pintura mural, costura y cocina. Paralelamente, se hab¨ªan empezado a organizar grupos de ahorro de mujeres que, a su vez, han requerido clases de alfabetizaci¨®n en am¨¢rico y de contabilidad b¨¢sica. Hay buen ambiente entre las alumnas que presumen orgullosas de haber completado la primera parte de su formaci¨®n. Es la primera vez que reciben un diploma.
En muchas ocasiones la poca formaci¨®n de las et¨ªopes que se animan a viajar a los pa¨ªses ¨¢rabes para trabajar como empleadas del hogar, se paga con maltratos, abusos y vejaciones. Muy pocas han finalizado sus estudios y antes de emigrar desconoc¨ªan tanto el idioma ¨¢rabe como el uso de electrodom¨¦sticos. La raz¨®n es simple, no existen en la mayor¨ªa de los hogares et¨ªopes, pues solamente el 7% de la poblaci¨®n rural tiene acceso a la red el¨¦ctrica.
En Kidist Mariam s¨ª hay electricidad, aunque sean frecuentes los cortes del suministro (que afectan tambi¨¦n al bombeo de agua canalizada del municipio). Un grupo electr¨®geno permite, por las noches, compensar estos d¨¦ficits y tener un refrigerador. Estamos lejos de los grifos con agua potable, caliente y fr¨ªa, y de la comodidad de encender cualquier aparato con un interruptor.
En los cursos de cocina, las alumnas trabajan de forma muy profesional, cuidando hasta el extremo la higiene de los men¨²s que adem¨¢s son sostenibles ¡ªseg¨²n la disponibilidad alimentaria local¡ª y variados. Muchos de los ingredientes proceden de un peque?o huerto que han plantado en el mismo centro y que empieza a dar sus frutos. Estos cursos les ofrecen otras perspectivas de futuro. Se empiezan a establecer acuerdos con alojamientos para turistas que les permiten hacer pr¨¢cticas y encontrar empleos dignos cerca de Meki. Algunas de ellas tambi¨¦n se plantean abrir su propio negocio. M¨¢s ahora que han ganado la confianza y autoestima necesarias para ponerse a ello.
Emebet tiene 26 a?os es una de las graduadas del curso de cocina para principiantes. Su madre falleci¨® cuando ella era peque?a y nunca conoci¨® a su padre. Ahora es responsable de sus tres hermanos. El mayor es en realidad su hijo, fruto de una violaci¨®n a los 12 a?os. No ten¨ªa ninguna posibilidad de pagar la peque?a cuota de inscripci¨®n que se exige a las alumnas, as¨ª que trabaja por las tardes limpiando el centro. Ya se ha apuntado al segundo curso de cocina y tiene prisa por aprender. En una ceremonia del caf¨¦ nos confiesa que quiere conseguir un trabajo fuera de Etiop¨ªa y ganar dinero para que sus hijos puedan estudiar. Su relato encoge el coraz¨®n.
Sabemos que esta iniciativa no frenar¨¢ la emigraci¨®n de mujeres de la zona hacia el mundo ¨¢rabe, pero confiamos en que la mayor¨ªa de ellas encontrar¨¢ mayores oportunidades de aportar ingresos a sus familias gracias a las nuevas habilidades aprendidas y practicadas en Kidist Mariam.
Mar¨ªa Jos¨¦ Morales es responsable del Centro de Formaci¨®n Kidist Mariam en Meki, Etiop¨ªa, un proyecto de la Asociaci¨®n Nuevos Caminos que trabaja en proyectos de desarrollo ese pa¨ªs desde hace 10 a?os. Lola Morales, su hermana, viaj¨® hace poco a visitarla junto con su familia.
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