Los robots de Lem
Las f¨¢bulas de Stanislaw Lem suponen una aproximaci¨®n a la vez humor¨ªstica y filos¨®fica al universo de los robots
Al hablar de los robots de la ciencia ficci¨®n, es imposible no mencionar, como hac¨ªamos la semana pasada, las leyes de la rob¨®tica de Isaac Asimov, el autor que de forma m¨¢s extensa y concienzuda ha tratado este tema tan fascinante como perturbador.
Pero hay otro escritor de ciencia ficci¨®n al que no podemos olvidar al hablar de robots, en cierto modo complementario (o suplementario) de Asimov: el polaco Stanislaw Lem. Si en sus relatos Asimov analiza meticulosamente la posible evoluci¨®n de la rob¨®tica y los problemas que podr¨ªa conllevar la convivencia de humanos y robots, Lem se sit¨²a mucho m¨¢s all¨¢, en un universo en el que m¨¢quinas superevolucionadas viven sus extraordinarias aventuras en el marco de lo que a veces parece una civilizaci¨®n de tipo III (o incluso IV) en la escala de Kardashov, y otras veces recuerda el mundo medievalizante de los cuentos de hadas. Ocasionalmente aparecen los humanos (llamados ¡°acuosos¡± por los robots), pero solo como comparsas o referentes semilegendarios.
Los relatos rob¨®ticos de Lem est¨¢n reunidos en dos vol¨²menes: F¨¢ulas de robots (1964) y Ciber¨ªada (1965). Los protagonistas de muchos de estos cuentos son los ¡°robots constructores¡± Trurl y Clapaucio, a la vez amigos y rivales, capaces de construir las cosas m¨¢s inveros¨ªmiles y disparatadas. Recomiendo encarecidamente a mis lectoras/es que busquen en la red algunos de estos relatos; por ejemplo, C¨®mo se salv¨® el mundo, que, si no recuerdo mal, es el primero, cronol¨®gicamente, en el que aparecen Trurl y Clapaucio (y ni que decir tiene que, como de costumbre, espero una avalancha de sagaces comentarios).
El oc¨¦ano pensante
Pero la fama de Lem se debe sobre todo a Solaris, cumbre de la narrativa de ciencia ficci¨®n y una de las novelas m¨¢s singulares del siglo XX.
Solaris ha sido llevada al cine en tres ocasiones, pero ninguna de las versiones le hace justicia, a pesar de que la segunda la realiz¨® Tarkovski (en 1972) y, como todas sus pel¨ªculas, es una obra maestra. Pero la sutil trama psicol¨®gica y filos¨®fica de la novela hace que sea muy dif¨ªcil, por no decir imposible, trasladar al lenguaje cinematogr¨¢fico su complejo n¨²cleo conceptual.
El planeta Solaris, perteneciente a un lejano sistema binario, est¨¢ recubierto por un denso oc¨¦ano protoplasm¨¢tico que parece dotado no solo de vida, sino tambi¨¦n de consciencia. Pero todos los intentos de los humanos por comunicarse con el gigantesco ser extraterrestre fracasan, y los efectos secundarios de estos intentos (narrados en primera persona por el protagonista) son tan inveros¨ªmiles y perturbadores que llegan a poner en entredicho el concepto mismo de realidad. No dir¨¦ mucho m¨¢s para no hacer de spoiler a quienes a¨²n no hayan le¨ªdo la novela (y no cre¨¢is que conoc¨¦is la historia si solo hab¨¦is visto alguna de las versiones cinematogr¨¢ficas). Me limitar¨¦ a se?alar que entre otras cosas plantea, de una manera especialmente inquietante, el tema de la duplicabilidad de un ser humano. ?Qu¨¦ pod¨¦is decir al respecto?
Carlo Frabetti es escritor y matem¨¢tico, miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York. Ha publicado m¨¢s de 50 obras de divulgaci¨®n cient¨ªfica para adultos, ni?os y j¨®venes, entre ellos Maldita f¨ªsica, Malditas matem¨¢ticas o El gran juego. Fue guionista de La bola de cristal.
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