Misiles bal¨ªsticos en la playa
El disparate nuclear de Trump y Kim, el atentado de Barcelona y el refer¨¦ndum en Catalu?a
Hemos vuelto a contemplar este verano la posibilidad, que cre¨ªamos enterrada tras el final de la Guerra Fr¨ªa, del estallido de un conflicto nuclear. La destrucci¨®n mutua asegurada, producto del enfrentamiento de dos disparates: Donald Trump y Kim Jong-un. Lo ha temido el mundo financiero: los gestores de los grandes fondos de inversi¨®n interrumpieron sus vacaciones; hablamos en las playas y en las tertulias nocturnas de misiles bal¨ªsticos.
Por si esto no fuera suficientemente estremecedor, el terrorismo yihadista ejecut¨® el 17-A, mediante j¨®venes criados entre nosotros, el abyecto atentado en La Rambla de Barcelona, en la Espa?a que, despreocupadamente, so?¨¢bamos a salvo de los asesinos del denominado Estado Isl¨¢mico. Los mismos que reventaron los trenes de Atocha el 11-M hace ya 13 a?os. Y esto es posible cuando el Daesh parece derrotado y el califato es desalojado de los territorios ocupados en Irak y Siria. Y sigue supurando el conflicto de Catalu?a que amenaza, al margen de la legalidad, con un refer¨¦ndum secesionista en 28 d¨ªas.
Recordaremos el est¨ªo de 2017 como el verano que vivimos peligrosamente. Trump afronta en Corea del Norte su primera crisis internacional, el momento temido por todos y que marcar¨¢ su nivel de competencia. Ha prometido responder con furia y fuego a la grave irresponsabilidad del lanzamiento de misiles bal¨ªsticos, susceptibles de portar cabezas at¨®micas, por encima de Jap¨®n, y de alcanzar el territorio estadounidense de Guam.
Kim pretende ser tratado como un igual, sobrevivir como pa¨ªs comunista y ermita?o y para ello nada mejor que dotarse de cohetes intercontinentales. Trump desbarra y dice que EE UU no tiene nada que hablar con Corea del Norte y que todas las opciones, incluso la militar, est¨¢n sobre la mesa. La crisis no tiene soluci¨®n militar, algo que ya comprendieron antes Bill Clinton y George W. Bush. La diplomacia para disuadir y contener a Kim es la menos mala de las opciones posibles.
El presidente ocupa todo el espacio con sus excentricidades: gru?e, amenaza, desquicia, distrae la atenci¨®n de lo importante y atrae un rosario de descalificaciones que no hacen mella. Al contrario, cuanto m¨¢s virulentas m¨¢s refuerzan el apoyo de su tribu. El 80% de sus votantes ve los ataques a Trump como un ataque ¡°a gente corriente como nosotros¡±. Todav¨ªa un 40% de todos los votantes, 50 millones, est¨¢ satisfecho con el Peor Presidente de Todos los Tiempos, seg¨²n lo define Paul Krugman. El trumpismo contin¨²a levantando un muro entre dos Am¨¦ricas que no se escuchan.
Abandonemos, por ahora, toda esperanza de un final r¨¢pido y dram¨¢tico, en forma de impeachment, procesamiento por el Congreso, de Trump, que sopesa el equipo del fiscal especial Robert Mueller. Trump no se esconde y explica que se dirige a las fantas¨ªas de la gente; aparca la verdad y la sustituye por las hip¨¦rboles veros¨ªmiles, lo considera una forma inocente de exageraci¨®n y una manera muy eficaz de promoci¨®n. Una presidencia disparatada, un contradi¨®s. ?Qui¨¦n proteger¨¢ a la presidencia del hombre elegido como presidente?
fgbasterra@gmail.com
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