A¨²n no es tarde para buscar vida en Marte
Podemos buscar vida en cualquier lugar del planeta rojo, excepto precisamente en los lugares donde pensamos que puede haber vida
La raz¨®n principal que aducen las agencias espaciales, fundamentalmente NASA y ESA, para continuar invirtiendo miles de millones de euros en la exploraci¨®n de Marte es el potencial de este planeta para haber albergado, o incluso a¨²n albergar hoy, alguna forma de vida. No cabe duda de que la exploraci¨®n biol¨®gica de Marte es uno de los objetivos cient¨ªficos prioritarios para las pr¨®ximas d¨¦cadas. Por desgracia, exceptuando las misiones Viking de los a?os 70 del siglo pasado, todas las misiones a Marte han tenido objetivos b¨¢sicamente geol¨®gicos, aunque se han presentado como misiones astrobiol¨®gicas, lo que revela una frustrante falta de ambici¨®n. Pero resulta a¨²n m¨¢s descorazonador comprobar que, cuando una misi¨®n incorpora realmente instrumentos para la detecci¨®n de vida presente sobre Marte, tampoco permitimos que los utilice en las zonas de Marte donde la vida podr¨ªa existir hoy.
El problema radica en las actuales pol¨ªticas de protecci¨®n planetaria. El Tratado del Espacio Exterior de la ONU y otros tratados internacionales estipulan que debemos proteger a los dem¨¢s cuerpos del Sistema Solar para evitar que sean contaminados por los microorganismos que transportamos inevitablemente en nuestras naves espaciales. A¨²n no disponemos de la tecnolog¨ªa necesaria para esterilizar un robot, y en los laboratorios donde ensamblamos nuestras naves s¨®lo somos capaces de disminuir notablemente la carga de microorganismos que viajan de polizones en nuestros m¨®dulos e instrumentos, pero no de eliminarla por completo. El objetivo de los protocolos de protecci¨®n planetaria es evitar tanto la interferencia de la biosfera terrestre en otras posibles biosferas extraterrestres, como la posibilidad de que en el futuro?encontremos en otros planetas vida que en realidad hayamos llevado nosotros en nuestras naves hoy.
Estos objetivos, a priori bastante razonables, han encontrado su aplicaci¨®n m¨¢s exhaustiva y detallada en Marte. NASA, ESA y otras instituciones han etiquetado ciertas zonas del planeta como regiones especiales, definidas como los lugares donde algunos microorganismos terrestres podr¨ªan replicarse, o que incluso podr¨ªan estar habitadas por vida marciana hoy. Entre ellas se encuentran el hielo subsuperficial, o las salmueras locales que parecen generar huellas de escorrent¨ªa estacionales sobre algunas laderas marcianas.
Para permitir que nuestras naves se acerquen siquiera a estas zonas, los protocolos de protecci¨®n planetaria exigen que los robots cumplan una serie de requisitos de limpieza tan estrictos (y tan caros), que en realidad inhiben cualquier estrategia espec¨ªfica para buscar vida en Marte. Por ejemplo, el rover de NASA Curiosity no puede ni acercarse a examinar algunas huellas de escorrent¨ªa que han sido identificadas muy cerca de su trayecto planeado; y eso que lleva en Marte ya cinco a?os, tiempo suficiente para que la intensa radiaci¨®n que ba?a la superficie del planeta haya dejado la superficie del rover a¨²n m¨¢s limpia de microorganismos que cuando sali¨® de la Tierra. Y lo mismo suceder¨¢ con los pr¨®ximos dos rovers que llegar¨¢n a Marte con el cambio de d¨¦cada: Mars2020 (NASA) y ExoMars (ESA). Uno de los objetivos de Mars2020 es recoger muestras de la superficie de Marte, pero la oficina de Protecci¨®n Planetaria de NASA a¨²n no ha dado el visto bueno ni siquiera a los protocolos de limpieza del sistema de muestreo del rover. El caso de ExoMars es particularmente dram¨¢tico, porque uno de sus objetivos iniciales era buscar vida activa en Marte; pero las restricciones impuestas por las oficinas de Protecci¨®n Planetaria han eliminado este prop¨®sito porque, aducen, el veh¨ªculo no va a abandonar la Tierra ¡°lo suficientemente limpio¡±. Como se puede apreciar, el resultado de la aplicaci¨®n de los protocolos de Protecci¨®n Planetaria a las Regiones Especiales de Marte es parad¨®jico: podemos buscar vida en cualquier lugar de Marte, excepto precisamente en los lugares donde pensamos que puede haber vida.
El mayor problema que plantea esta contradicci¨®n es que nos estamos quedando sin tiempo para buscar vida en Marte. Despu¨¦s de muchos a?os de t¨ªmidas insinuaciones, NASA est¨¢ planeando por primera vez seriamente enviar astronautas a Marte en la d¨¦cada de 2030; de hecho, el presupuesto de NASA para este a?o, aprobado por el Congreso de EE.UU., ya recoge partidas significativas en este sentido. Adem¨¢s, visto el r¨¢pido avance en tecnolog¨ªa aeroespacial de otras naciones y de empresas privadas (China y SpaceX son dos ejemplos notables), no es desatinado imaginar que otros actores interesados completen misiones tripuladas a Marte antes incluso que NASA.
Y en el momento en que un ser humano ponga una bota en Marte, las pol¨ªticas de Protecci¨®n Planetaria tal como las concebimos hoy estar¨¢n caducadas, porque la contaminaci¨®n microbiana por parte de los visitantes humanos ser¨¢ inevitable. El n¨²mero y, sobre todo, la diversidad de microorganismos asociados a un ser humano son varios ¨®rdenes de magnitud superiores a las de un robot. Adem¨¢s, toda la envoltura de los astronautas, desde el traje hasta la nave espacial, est¨¢ dise?ada para mantener a esos astronautas con vida, y por lo tanto protege igualmente a todo el microuniverso que viaja con ellos. Cualquier problema en un traje espacial, en un tanque de agua, en un dep¨®sito de residuos, en un m¨®dulo, tendr¨ªa consecuencias inmediatas sobre el entorno marciano. De hecho, todav¨ªa no tenemos una idea ni siquiera preliminar de los potenciales riesgos de contaminaci¨®n para el planeta que acarrear¨ªa una misi¨®n tripulada a Marte. Por lo tanto, la estrategia actual de exploraci¨®n marciana, que b¨¢sicamente consiste en retrasar cualquier esfuerzo para buscar vida en el planeta al tiempo que nos preparamos para enviar astronautas, es una estrategia tremendamente desafortunada que complicar¨¢ extraordinariamente la b¨²squeda de marcianos en el futuro.
Curiosity no puede ni acercarse a examinar algunas huellas de escorrent¨ªa que han sido identificadas muy cerca de su trayecto planeado; y eso que lleva en Marte ya cinco a?os
Es preciso explorar Marte en profundidad desde un punto de vista astrobiol¨®gico, y es esencial hacerlo lo antes posible. Como primer paso, necesitamos reorientar nuestros esfuerzos hacia dos objetivos principales. En primer lugar, debemos invertir en el perfeccionamiento de nuestras t¨¦cnicas rob¨®ticas de detecci¨®n e identificaci¨®n bioqu¨ªmica de evidencias de vida. Las t¨¦cnicas de biolog¨ªa molecular han avanzado considerablemente en las ¨²ltimas d¨¦cadas, y los nuevos m¨¦todos de an¨¢lisis otorgan confianza tanto para reconocer falsos positivos, como para diferenciar las posibles formas de vida que puedan haber evolucionado sobre Marte durante millones de a?os de aquellas que podamos llevar con nosotros en nuestros robots. Y, en segundo lugar, es necesario relajar los protocolos de Protecci¨®n Planetaria, para permitir que nuestros rovers (actuales y futuros) investiguen a fondo las Regiones Especiales.
Las pol¨ªticas de protecci¨®n planetaria deben impulsar la exploraci¨®n cuidadosa de Marte, no complicarla. La alternativa de continuar paseando nuestros rovers sobre Marte, rascando aqu¨ª y all¨¢ la superficie del planeta pero sin una estrategia definida para explorarlo biol¨®gicamente, mientras dejamos pasar el tiempo hasta que veamos huellas de astronautas sobre las arenas rojizas del planeta, est¨¢ cerrando todas nuestras opciones de identificar aut¨¦ntica vida marciana en el futuro. Un desenlace as¨ª representar¨ªa una p¨¦rdida gigantesca para la ciencia, porque el objetivo principal de la exploraci¨®n de Marte debe ser buscar vida en el planeta y entender su naturaleza bioqu¨ªmica, para desentra?ar si se trata de un g¨¦nesis separado o si comparte ancestros comunes con nosotros. Encontrar vida en Marte nunca ser¨¢ el punto final de la exploraci¨®n planetaria, sino el comienzo de una nueva era para la ciencia, la cultura, la filosof¨ªa y la exploraci¨®n.
Alberto Gonz¨¢lez Fair¨¦n es investigador en el Centro de Astrobiolog¨ªa (CSIC-INTA) en Madrid, y en el Departamento de Astronom¨ªa de la Universidad Cornell en Nueva York.
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