El rito inici¨¢tico
El conflicto entra en una fase de consecuencias imprevisibles
El Gobierno catal¨¢n ha dado la orden de salida hacia el encontronazo institucional con el Estado. Despu¨¦s de a?os de confrontaci¨®n ret¨®rica entre la legitimidad de la ley y la legitimidad democr¨¢tica llega el topetazo. La acci¨®n de las instituciones catalanas pone en marcha la reacci¨®n del Gobierno, y el conflicto entra en una fase de consecuencias imprevisibles.
La semana hab¨ªa empezado con las ¨²ltimas proclamas antes de la confrontaci¨®n. El lunes, Mariano Rajoy dio un salto en su cautela y advirti¨® de que ser¨ªan retiradas las urnas que fueran instaladas, Puigdemont contest¨® que esto ¡°era un golpe de Estado¡±. El martes el poder judicial se aline¨® con el Gobierno en la defensa de la ¡°indisoluble unidad de la naci¨®n espa?ola¡± (dijo el presidente del CGPJ, Carlos Lesmes) y el Gobierno catal¨¢n ped¨ªa d¨ªa y hora a Rajoy para hablar del refer¨¦ndum, del que el presidente no quiere saber nada y los soberanistas no quieren retirar en ning¨²n caso. Estamos ante el fatalismo del encontronazo, como si se tratara del rito de paso inici¨¢tico necesario para que se puedan reenfocar las cosas.
?Hasta d¨®nde llegar¨¢ ahora la respuesta del Gobierno espa?ol?
El soberanismo ha demostrado solidez y capacidad de resistencia. Los que cada temporada han venido anunciando su fracaso chocan ahora con la cruda realidad. ?Qui¨¦n pod¨ªa imaginar en 2012 que se llegar¨ªa hasta aqu¨ª? Es un fracaso del Gobierno de Rajoy que nunca ha encontrado el tono a la hora de dirigirse a los catalanes: lo ha hecho con paternalismo o con desd¨¦n. Y paga su negativa a tratar el reto como lo que es: un problema pol¨ªtico.
?Hasta d¨®nde llegar¨¢ ahora la respuesta del Gobierno espa?ol? ?Tiene capacidad el soberanismo para transferir el problema a la calle? Estas son dos preguntas determinantes para pensar el futuro pr¨®ximo. Cuando los mecanismos represivos del Estado se ponen en marcha nunca se sabe d¨®nde se paran y en un clima dominado por la p¨¦rfida de l¨®gica de las adhesiones incondicionales las palabras manchan a las personas. El que no se alinea con el Gobierno es golpista, el que no se aliena con el soberanismo es antidem¨®crata y el que osa dudar es un siniestro equidistante.
La ciudadan¨ªa asiste con cierta perplejidad a un conflicto singular porque subvierte el orden constitucional. Se equivoca el Gobierno si piensa que puede ganar por goleada, aunque la relaci¨®n de fuerzas est¨¦ claramente a su favor. Apostarlo todo a la carta del miedo es arriesgado. Enrabietado o reforzado el soberanismo seguir¨¢ ah¨ª. Y se equivocar¨¢n los independentistas si creen que su marcha ya es imparable, pueden darse de bruces en la primera curva.
Habr¨¢ que reconstruir lo que hasta ahora se ha negado, que es el mutuo reconocimiento de las partes. Y recuperar la pol¨ªtica, aunque el rencor y la distancia se hayan agrandado. Seguir por la v¨ªa del enfrentamiento nos situar¨ªa en la peligrosa senda del autoritarismo postdemocr¨¢tico.
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